CONGRATULÉMONOS NOSOTROS MISMOS
¡Cuando nuestras cosas van mal, no necesitamos que nadie nos lo diga, pues somos nosotros los que sufriremos las consecuencias; y si a eso le agregamos que nosotros pensamos que fuimos culpables, peor aún, pues constantemente nos estaremos atormentando al culparnos de los pésimos resultados!
¡Y cuando nuestras cosas van bien, gracias a muchos aciertos y esfuerzos, claro, que nos alegramos! Pero por lo general, se da un mecanismo diferente al caso anterior: si nuestras cosas van mal por culpa nuestra, vivimos un período de tiempo en un permanente automartirio de culpabilidad. Y cuando vemos nuestros éxitos como resultado de nuestra conducta, aceptamos con agrado los resultados, pero muy rara vez nos felicitamos por ello.
Estamos hambrientos de que "otros" nos reconozcan nuestros méritos, y en cambio, no somos capaces de reconocer nuestros propios méritos. Este mecanismo es erróneo, pues estamos muy pendientes de que los demás nos feliciten y nos reconozcan. Y por lo general, este reconocimiento no llega en la medida de nuestras expectativas: que nos elogien ciertas personas, en el tiempo que queremos, etc. Así, que los reconocimientos ajenos al no llegar como los queríamos, es causa de frustración.
Si realmente deseamos estar satisfechos de una manera profunda y permanente por lo que hemos hecho, debemos ser nosotros los que necesitamos autoelogiarnos, reconocernos y felicitarnos. Pero debemos hacerlo siempre, deteniéndonos en los sentimientos que nos provocan satisfacción y alegría. Repacemos en nuestra memoria, nuestros aciertos, revivamos el gusto que sentimos en esos momentos, démonos nosotros mismos esa palmada en la espalda que tanto ansiamos de los demás. En una palabra, y en este sentido concreto, seamos los mejores amigos de nosotros mismos.
Hay personas que viven culpándose amargamente por años y decenios, de cosas que hicieron mal. Nunca terminan de cumplir la autocondena que se impusieron, y hasta afirman en voz alta: "esto no me lo perdonaré jamás". Y en cambio, decenas, cientos y miles de actos acertados y de acciones bondadosas, en nada cambian sus equivocados o malos actos del pasado. Todo lo bueno y exitoso, nada abona en la cuenta del ayer.
Si nosotros mismos no nos aplaudimos, siempre estaremos muy pendientes de que se cumplan nuestras fantasiosas y exigentes expectativas de los aplausos que de otros quisiéramos recibir. Esto se convierte en una verdadera adicción de dependencia que no debemos permitir.
Por ejemplo: si una persona está cumpliendo exitosamente un régimen alimenticio, dado su dañino sobrepeso, y por algunas circunstancias, no recibe los elogios que esa persona quiere, como son, los de su cónyuge, hijos y amigos, siente que de nada valen sus sacrificios, y en un estado de frustración y ansiedad, come descontroladamente, y aun más, abandonando sus excelentes propósitos y éxitos ya obtenidos.
Pero si esta persona no estuviera pendiente de las felicitaciones que esperaba, sino que ella misma se autofelicita, y con eso le basta, no experimentará ninguna amargura, y sí, en cambio, su satisfacción le renovará los bríos para seguir triunfando en sus propósitos de llegar a ser y conservarse como una persona esbelta y mucho más saludable.
Critilo no sabe a qué se deba, que muchos de nosotros no podamos "estar satisfechos de nosotros mismos". Un buen porcentaje de personas, vive constantemente en un estado de auto-recriminación agudo y amargo. Pero hay personas también, que saben perdonarse y seguir adelante.
El "estar satisfechos con nosotros mismos", constituye uno de los tesoros más valiosos que podamos tener a nuestra disposición. Critilo cree, que no necesariamente tenemos que buscar en nuestra infancia las causas por las cuales casi nunca estamos satisfechos con lo nuestro.
Muy seguramente, más útil que buscar en nuestro pasado, lo que debemos hacer, consiste en escribir los éxitos y actos buenos que estamos teniendo. Recrearlos en nuestra conciencia, y felicitarnos por ello. Si cada conducta exitosa la llevamos una y otra vez a nuestra conciencia, iremos poco a poco, transformando no sólo el impacto de nuestra conciencia, sino que nuestra conducta será cada vez más eficaz en todos los sentidos.
Critilo nos recuerda, que "lo que no está en nuestra conciencia, no nos pertenece". Por ello, "el estar satisfechos con nosotros mismos", es, primeramente, un profundo y reiterado "estado de conciencia", y después, un cambio en nuevas conductas provechosas y que nos causarán sólidas satisfacciones.