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Palabras de Poder

JACINTO FAYA VIESCA

EL SABIO Y EL APRENDIZ

Entre los muchos defectos de los hombres, hay uno que me molesta mucho y que yo padezco -le dijo el Aprendiz al Sabio-. Me refiero al hecho de que cuando nos encontramos de improviso a alguien al que le debemos gratitud, en ese momento no nos acordamos de ello, quedando ante él como un ingrato. Pero si nos encontramos a una persona que nos debe gratitud, recordamos de inmediato el favor o favores que le hicimos; y si no se muestra grato, quedamos enfadados.

Sí, es un defecto muy común y que mucho nos perjudica -le dijo el Sabio-. Recuerda el refrán popular que dice, que el acreedor goza de muy buena memoria, mientras que el deudor es un permanente desmemoriado. Todos los excesos son malos, excepto el agradecer una y mil veces el favor recibido. Esto es tan grato, que el mismo mundo sonríe al ver a un agradecido. Pero por desgracia -siguió diciendo el Sabio-, nada se olvida más fácilmente que la gratitud.

Sí, tienes razón -le dijo el Aprendiz-. Y a propósito de este tema, recuerdo lo que una vez escribió Séneca: "Para obrar, el que da debe olvidar pronto, y el que recibe, nunca". Buena frase -le contestó el Sabio-, y te doy otra, para que le hagas un espacio en tu memoria; me refiero al genial Shakespeare, quien en su obra cumbre, Hamlet, escribió: "Mendigo como soy, pobre soy también en dar las gracias".

Pasando a otro tema -le dijo el Sabio a su amigo-, te aconsejo ahora que empiezas tu camino en la vida, que le presentes al mundo lo que en realidad pretendes ser, pues al mundo le gusta tomar a cada uno por lo que pretende. No te importe que a muchos incomodes con lo que pretendes ser, pues aún incomodándolos, así lo prefieren al hecho de que te muestres como un insignificante. Esto parece cruel, pero desgraciadamente así se comporta el mundo. La gente desprecia a las personas que parecen que nada les importa y que no gozan de la menor representación social. ¡Como que hoy en día a la gente no le gusta que las personas sean del montón, se pinten de gris, y ser ejemplo de modestia y de poco valor!

Hay algo que debes tener muy en cuenta -le dijo el Sabio a su amigo-. Me refiero a que en muchísimas ocasiones no tendrás ninguna necesidad de conseguir por la fuerza lo que quieres. Es común encontrarnos a personas que desde el primer intento quieren por la fuerza alcanzar sus propósitos. Y esto es causa de muchos males y desgracias. A veces ni por la fuerza conseguiremos lo que ansiamos. En cambio, a través de los buenos modales, un trato respetuoso y pedir las cosas con amabilidad, obtenemos lo que deseamos.

Es cierto -le dijo el Aprendiz-. Recuerdo que alguien me decía, que más vale una gota de miel que un tonel de hiel. Así es, -le contestó el Sabio, añadiendo-: grava en tu memoria lo que el sagaz jesuita español, Gracián, decía, que todo en este mundo parece resumirse en dos cosas: buenos modos o malos modos. Y que un buen modo obra milagros, mientras que un mal modo produce monstruosidades.

Te confieso -le dijo el Aprendiz a su amigo-, que a veces siento envidia por los triunfos de otros, y que nunca he podido sacudirme ese venenoso sentimiento de la envidia. ¿Qué puedo hacer? Ante la envidia casi nada podemos hacer -dijo el Sabio-, pues no solamente quisiéramos gozar nosotros de las ventajas del envidiado, sino que además quisiéramos que él no las tuviera. De todos los antídotos contra la envidia, el mejor que he encontrado consiste en ver los éxitos de otros con amor. No que amemos a la persona en sí, sino que en base al amor debemos agradecer que haya personas con grandes méritos. ¡Sólo el amor nos salva!

Dame otro consejo más, amigo -le dijo el Aprendiz-. ¡Fíjate bien lo que te voy a aconsejar -le dijo el Sabio-, pues tiene un enorme valor para tu vida!: las personas, comúnmente piensan que lo más fácil es cosechar y no el sembrar. Y si no, recuerda un refrán popular que encierra una parte de verdad, pero que no dice la verdad completa. El refrán reza así: "Gana fama y échate a dormir". Esto es parcialmente cierto, pues nadie puede poner en duda que la buena fama es como una ganzúa de oro que abre muchos cerrojos, imposibles de abrir para los que gozan de mala fama. Pero hay que considerar que en el plano general de una vida es mucho más fácil "sembrar" que "cosechar", a lo que asintió el Aprendiz.

Critilo no puede entrar en este diálogo, pero no quiere tampoco quedarse fuera, así que dará su opinión. Es cierto que sembrar es más fácil que cosechar. Para sembrar pueden bastar las capacidades y habilidades naturales aplicadas, o la puesta en práctica de ciertos conocimientos útiles. Para sembrar puede bastar un primer gran esfuerzo, igual que cuando el agricultor se esfuerza en sembrar lo que luego pretende cosechar. En cambio, cosechar exige continuidad, paciencia, sumo cuidado y sentido de la oportunidad en todo aquello que hayamos sembrado. Sembradíos, como son nuestros trabajos, relaciones de amistad, saber sacarle provecho a todo lo que hemos emprendido y no dejar que las cosechas se den solas, sino tomar a la cosecha como una tarea esencial, y no sólo como una derivación de la siembra.

¡Excelente!, exclamó el Aprendiz, quedando dibujada una sonrisa en la cara del Sabio.

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