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Palabras de Poder

JACINTO FAYA VIESCA

Páginas de Diarios Desconocidos

Hace tiempo que vengo escribiendo en un Diario que oculto muy bien en mi cuarto, una serie de impresiones y de ideas. No siempre escribo, pues soy inconstante y flojo. Voy a contarles lo que escribí hace unos días.

¡Quiero que me conozcan! Empezaré por decirles, que soy un funcionario del Estado. Un mediocre funcionario, pero eso sí, absolutamente insobornable. Y como nadie me puede sobornar, me desquito siendo grosero con la mayoría de los que acuden a mi oficina. Soy mediocre, aunque eso sí, muy inteligente, y será porque me creo inteligente, por lo que desprecio a los demás. Cuando acuden a mi oficina a preguntarme o solicitarme algo, pongo mi cara de mucha seriedad, con el fin de que me vean muy respetable.

Los hago batallar, y cuando me doy cuenta que están irritados conmigo, siento un gran placer. A veces me amenazan diciéndome que se van a quejar con mis superiores. Cuando me amenazan, me comporto de una manera arbitraria y prepotente, y los reto a que se quejen, aunque por dentro me invade un gran temor que me he enseñado en ocultar. La mezcla de miedo, de desprecio por el que quiere quejarse de mí, y la insolencia de mi comportamiento, me produce una gran voluptuosidad, igual que cuando nos complacemos con los placeres sensuales.

No sé, si mi comportamiento como funcionario es pésimo, debido a mi permanente irritación, o simplemente porque soy una mala persona, de plano, un mediocre. Cualquiera que sea la causa, no me importa investigarla, pues bien sé, que no voy a cambiar ni tampoco aspiro a ser una mejor persona. Aun cuando no quiero conocer la causa de mi pésimo comportamiento como funcionario, con frecuencia pienso que me comporto horriblemente, porque en el fondo soy débil y timorato.

¿Y cómo sé que soy débil? Simplemente, debido a que me comporto de manera diferente con otras personas. Por ejemplo, con mis superiores soy un acobardado servil. A mi esposa no le puedo imponer mi cólera, y no puedo, porque siempre siento su desprecio. Igual me pasa con mis hijos: no siento tener las fuerzas para corregirlos, ¿y cómo habría de tenerlas, si también mis hijos me desprecian, o más bien, me ven con lástima y sienten vergüenza por mí?

No crean que todo esto lo estoy escribiendo en mi Diario con la finalidad de que se parezca a una confesión y me pueda sentir más tranquilo. La tranquilidad hace muchos años que la perdí, y ya no me interesa recuperarla. Hasta creo que mi permanente zozobra es mi querida compañera. Y es que prefiero mi intranquilidad a vivir en una calma que creo me volvería un loco. Loco no estoy, pues me doy perfectamente cuenta de todas mis estupideces, pero no quiero corregirme.

¿Por qué razón creo firmemente que soy un mediocre? Lo creo, porque ni siquiera he llegado a ser malo y perverso, como tampoco he logrado ser bueno, al menos con mi esposa y mis hijos. Sí sé que soy muy inteligente, pero de nada me ha servido, a no ser que siempre experimento una gran importancia por mi persona. No sé si este gran amor a mí, sea el resultado de mis fracasos. ¿Qué sería de mi persona sin esa enorme importancia que siento por mí? Sin ella, sería un desquiciado y sin rumbo. Sí tengo rumbo, aunque no sobrepase mi mediocridad.

Desprecio a los hombres que triunfan y a los hombres de acción. Yo soy lo contrario a un triunfador y a un hombre de acción. Y no los desprecio por envidia, sino porque siempre he pensado que los triunfadores y los hombres de acción son muy limitados: su único objetivo es triunfar y actuar, y eso es vivir en una mediocridad mayor que la mía. Mi mediocridad me permite ver mis debilidades y las debilidades de los demás.

En cambio, los hombres triunfadores y de acción, son unos verdaderos ignorantes del corazón humano. Toda su energía la destinan a triunfar y a actuar, y jamás a comprender por qué razón los que no somos como ellos, sufrimos tanto y somos tan diferentes.

Los triunfadores son ventajistas y nada saben de la vida. A veces pienso, que su afán de triunfar se debe a que esconden muchas miserias en su interior. Al ir escribiendo todo esto, me voy calmando, aunque como ya les dije, la calma no me gusta, pues la siento como un vacío.

Critilo, al leer estas páginas del Diario, experimentó sentimientos muy contradictorios. Por una parte, sintió lástima por este funcionario, y al mismo tiempo, sintió un profundo interés por conocerlo mejor. Y es que en realidad, nunca terminamos de conocer a las personas, y aun cuando creamos que estamos ante un mediocre, jamás debemos considerarlo así, pues la experiencia de la vida nos ha demostrado, que entre las personas más humildes y limitadas, la verdad es que cada corazón de ellos, abriga un sueño, un propósito, que por más modesto que sea, si llegaran a realizarlo, se verían a sí mismos completamente diferentes.

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