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Palabras de Poder

JACINTO FAYA VIESCA

EL SABIO Y EL APRENDIZ

Tiendo a dilatar las cosas, hacerlas para después, y no sé si la causa es que me espero a estar con ánimos para hacerlas, le dijo el Aprendiz al Sabio. ¡Pon mucha atención, le contestó su amigo!: las personas pierden mucho el tiempo pensando cómo actuar, pero en verdad, es que toda persona de poca decisión hace todo lo imposible para no tomar decisiones ni actuar. Así, que no estés esperando a estar motivado para lanzarte a la acción; más bien, actúa sin motivación alguna, y te sorprenderás cómo tu acción productiva te regalará una permanente motivación.

Me dices -siguió hablando el Sabio-, que dilatas las cosas; esto se parece mucho a las personas que van a pedir trabajo, rogándole a Dios no encontrarlo. ¡Mira!: que te quede muy claro, que lo que debes hacer el día de hoy y no lo hiciste, tendrás que hacerlo después, o sufrirás las consecuencias. Desgraciadamente, las circunstancias y las oportunidades no nos esperan para hacer las cosas cuando queramos. Así, que lo mejor de lo mejor estriba en actuar con rapidez y audacia. Si hay algo en ti de deseos, aprovecha ese sentimiento para hacer lo que tienes que hacer. ¡Actúa, y sigue actuando mientras puedas! A la espada que se está forjando en el yunque, hay que golpearla mientras esté al rojo vivo.

A veces no sé si lo que quiero hacer es lo adecuado en el sentido moral, le comunicó el Aprendiz a su amigo. El que me digas que no sabes si es o no moral lo que quieres hacer - le dijo el Sabio -, pienso que es una manera de engañarte a ti mismo a fin de hacer tu capricho aun cuando no sea lo adecuado. ¡No te engañes!: tú quieres hacer o decir algo, y a este deseo le precede un impulso que puede no estar muy claro, pero no obstante esto, las personas moralmente buenas como tú, no terminan engañándose a sí mismas. Saben en su propio impulso, si lo que quieren hacer es o no moralmente recto. ¡De acuerdo!, le contestó su amigo.

Me dices - le dijo el Sabio a su amigo-, que te sientes con muchas fuerzas, con ánimo y bravura para entrar en el torbellino del mundo y afrontar todo tipo de adversidades, permaneciendo sereno en medio de los mismos huracanes y tormentas. Te felicito que tu pecho abrigue ánimos tan sublimes. ¡Quiero que sepas, que a veces la vida nos regala sentimientos de esta elevada clase! Adelante con tu bravura para que emprendas acciones valiosas y osadas; no desperdicies estos regalos que los dioses te envían. Los ánimos encogidos nunca emprenden nada grande; en cambio, un pecho valeroso es capaz de productivas empresas.

¡He notado, le dijo el Aprendiz -, que con frecuencia mi corazón se acobarda y proyectos de provechosas acciones, abortan por la parálisis que me causa el miedo!

¿Y dónde quedó esa bravura de toro de lidia, ese pecho osado y valiente, esos sublimes propósitos de luchas contra todas las adversidades? ¡Vuelve a tus propósitos originales de osadía y lucha indómita!, le dijo el Sabio. Recuerda, que si tu alma pudo forjarse la imagen de un bello mundo por conquistar, es porque tienes los elementos para ello. Jamás nace un gran propósito en el corazón de alguien, si ese espíritu no goza de bellas y fuertes cualidades. ¡Abandona, pues, ese ánimo turbado, propio de los gusanos que huyen medrosos y espantados!

A veces, mis empresas dependen que persuada a otros, y no sé cuál sea la mejor técnica para convencer, le dijo el Aprendiz. Es lógico, que no sepas cuál es la mejor técnica, pues de entrada, ninguna técnica te serviría. Tienes que saber - le dijo el Sabio -, que nuestra persuasión debe tener como fundamento una profunda convicción de lo que queremos transmitir. Si no creemos en nuestras ideas y sentimientos, démonos por bien servidos, si convencemos a unos pocos ingenuos. La persuasión de lo valioso no requiere de técnica ni de artificio alguno. Las llamas de la persuasión se alimentan de propósitos verdaderos y provechosos. El más grande secreto de la persuasión es cuando logramos llegar a los corazones de los demás, pero esto solamente será posible, si nos sale de nuestro corazón.

Critilo quedó asombrado de este último secreto que el Sabio le dijo a su amigo: que si queremos llegar a los corazones de los demás, lo que comuniquemos, tendrá que brotarnos de nuestro corazón.

Es una verdad muy importante en nuestras vidas, el saber que nuestras más importantes persuasiones no dependen de técnicas, artificios y elegantes y deslumbrantes palabras. El corazón sabe expresar sus sentimientos y razones de la manera más contundente. Con mucha frecuencia, la cara triste de un niño, el rostro ofendido de alguien a quien hemos insultado, nos dice más que mil palabras. Un silencio respetuoso, un cálido abrazo, constituyen lenguajes poderosos. ¡Dejemos que nuestro corazón escoja las palabras que sienta como las más adecuadas!

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