PÁGINAS DE DIARIOS DESCONOCIDOS
Huellas imborrables de una infinita tristeza y de un inmenso desconcierto.
Era una mañana muy fría, yo sentía que el frío me atravesaba los huesos. Temblaba del frío, pero creo que temblaba mucho más por el pánico que me invadía. Recuerdo las cosas como si hubieran sucedido ayer, a pesar de que solo contaba con seis años de edad. Dos días atrás, me habían festejado mi cumpleaños. Recuerdo la piñata que mis amigos rompieron, y aun escucho el mismo sonido de los pitos que tocábamos después de haberlos recogido del suelo, cuando rompimos la piñata...
Esto que estoy relatando lo escribí exactamente el día que cumplí dieciocho años. Se los seguiré contando, ya que siento que si no lo hago podría morir de tristeza. Esa mañana en la que temblaba de frío y de pánico, fue la misma mañana en la que mi mamá me llevó al orfanatorio. Desde esa mañana, jamás la volví a ver, no obstante que me juró que cada domingo me visitaría por un rato.
Recuerdo muy bien a mí papá, era un hombre alto, delgado, y muy cariñoso conmigo. Recuerdo los domingos en que me llevaba en las mañanas a la alameda. Siempre me compraba una manzana con dulce de color rojo. Jugábamos y me llenaba la cara de besos. Jamás me dijo una mala palabra. A mi mamá la trataba bien, igual que a mi hermana, pero jamás como a mí, porque yo fui su consentido.
Mi hermana era dos años mayor que yo, y nos llevábamos muy bien, a pesar de que ella sentía que yo era el preferido de mi papá. Un día, estando ya dormidos, mi mamá y mi hermana me despertaron llorando a gritos. No lo recuerdo bien, pero como a la hora, llegaron unos tíos y un primo. Mi mamá estaba llorando en brazos de una de sus hermanas. En ese momento me enteraron que a mí papá hacía unas horas lo acababan de asesinar a apuñaladas.
¡Qué extraño, pero ni en el mismo entierro llore!, como tampoco lo hice en las semanas siguientes. Pasaron las semanas y los meses, y todo en mi casa estaba lleno de tristeza. Mi mamá nos decía a mi hermana y a mí, que de qué íbamos a vivir, pues realmente éramos muy pobres. Mi mamá nos decía que ya debíamos varios meses de renta de los dos cuartos y una cocina que ocupábamos en una vecindad.
Al paso de los meses, extrañaba a mí papá con una tristeza infinita. Han pasado doce años de la muerte de mi papá, y no ha habido un solo día en que no me llene de tristeza al recordarlo. Aunque en realidad, he de decirles, que lo recuerdo todo el día. En las primeras semanas, después de su muerte no lloré, ¡pero cuantas veces he llorado por su ausencia!
A los cuatro o cinco meses de la muerte de mi papá, mi mamá me enseñó un periódico que relataba el asesinato de mi papá. El asesino lo mato en la misma alameda en la que juntos paseábamos y me llenaba de besos y cariños. Poco después que vi la fotografía de mi papá en el periódico, mi mamá me llevó al orfanatorio sin darme explicación alguna.
Si en la mañana en que me quedé en el orfanatorio temblando de frío y de pánico, esa noche, ya en la cama, sentí que el corazón se me reventaba. ¡Y es que no entendía yo nada!: ¿por qué mi mamá me dejo en ese lugar tan triste?, ¿por qué no me explicó ni me dijo nada?
A los pocos días llego el domingo. Yo estaba muy triste y muy enojado con mi mamá, pero debo admitir, que al mismo tiempo, no podía contener mi ansiedad y mi alegría, ya que en cualquier momento vería a mi mamá. Ese domingo no me visitó, ni tampoco los demás domingos. Como les dije, desde que mi mamá me dejó en el orfanatorio, jamás la he vuelto a ver.
No quiero contarles nada de ese orfanatorio. Solo quiero decirles, que a los once años me escape y que de inmediato fui a la vecindad donde vivía. El lugar donde vivíamos ya lo ocupaba otra familia, y por más que pregunte por mi mamá y mi hermana, no pudieron decirme donde vivían. Acudí a la casa de mi primo, hablé con mis tíos y me juraron que nada sabían de mi hermana y mi mamá.
A las pocas semanas deje de buscarlas. ¿Qué sucedió? ¿Por qué razón mi mamá me abandonó? Un día mí primo me dijo, que a los pocos meses de la muerte de mí papá, a su asesino lo habían dejado libre. Qué él mismo -mi primo-, lo había visto varias veces en la alameda, lugar al que acudía de costumbre.
Me preguntarán, ¿qué cómo estoy, qué cómo me siento, qué si pienso seguir buscando a mi mamá y a mi hermana, qué si quiero matar al asesino de mí padre?
¿Qué cómo me siento? No lo sé. Lo que sí sé, es que soy un joven de dieciocho años que arrastra una inmensa tristeza. Soy taciturno, distraído, sin rencor para nadie. A mí mamá no la extraño, pero tampoco le guardo el menor resentimiento. A mí hermana la extraño mucho. Por el asesino de mí padre no siento el menor odio. Es tan inmenso el amor que siento por mi papá, que en mi corazón no hay el menor lugar para otros sentimientos. ¿Qué si pienso seguir buscando a mi mamá y a mi hermana?, no lo sé, pero me gustaría mucho vivir con ellas
Critilo nos dice, que el Diario continúa relatando cuestiones muy interesantes de la vida de éste joven, pero es tan desgarrador lo que nos narra en su Diario, que Critilo decidió ya no contar más.
¿Qué habrá sucedido en la vida de éste joven, años después? No lo sabemos. De lo que sí estamos seguros, es que el asesinato cometido a su padre y el abandono de su madre, han marcado para siempre en el alma de éste joven, huellas imborrables de una infinita tristeza y de un inmenso desconcierto.