CONSEJOS DE QUEVEDO
Ya hace muchos años que leo una obra de Quevedo, titulada, Migajas Sentenciosas. A esta obra la tengo como una de las mejores para toda mi vida. Transcribiremos dos de sus pensamientos, con sus respectivos comentarios.
"La aflicción da nuevo juicio" - Quevedo -
Toda aflicción hace relación a una perturbación del ánimo, a un estado de preocupación o de tristeza.
Los juicios que tenemos sobre alguna persona, algún cambio en nuestra situación, no son inamovibles. Podremos empecinarnos sobre alguna idea o propósito, pero no sobre un juicio, es decir, sobre la apreciación que tenemos sobre alguna cuestión determinada. Por ejemplo, podemos habernos formado un juicio, uno opinión, sobre nuestro actual estado económico o de salud. Es muy probable, que mientras nuestro estado de ánimo no se sienta fuertemente perturbado, nuestro juicio seguirá inalterable.
Pero cuando llegamos a sentirnos realmente afligidos, no solamente cambia nuestro estado de ánimo, sino que también cambia la valoración de alguna cuestión determinada. En el caso de nuestra situación económica o de salud, sobre el juicio ya formado, una vez que pasamos por una real aflicción, nuestro juicio cambia. Y es que el juicio formado está basado en determinados factores que ya no tienen el mismo peso que antes; la aflicción ha modificado nuestra percepción anterior.
Por ello, es muy importante que cuando nos invadan sentimientos de odio, ira, fuerte preocupación, tristeza, miedo, no huyamos de esos sentimientos. Debemos permitir que esos dolorosos sentimientos nos invadan por completo. No se trata de sufrir masoquistamente, sino que nos demos la oportunidad de poder saber qué nos quieren decir esos sentimientos tan aflictivos. Si pasadas unas horas o días, nada nos dicen esos sentimientos, tratemos de ser lo más objetivos que podamos, a fin de deshacernos de sentimientos destructivos que en nada nos benefician. Como consuelo verdadero, es cierto lo que el moralista francés, Vauvenargues, escribió: "Si es verdad que nuestra alegrías son cortas, la mayor parte de nuestras aflicciones tampoco son largas".
"Mucho peligro corre todo lo que templanza no tiene" - Quevedo -
La templanza es una de las cuatro virtudes cardinales que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos. La templanza hace referencia a la moderación y a la sobriedad.
Ya Aristóteles, tanto en su Ética a Nicomaco, como en su Etica a Eudemo, nos dice que la virtud está en el término medio entre dos extremos viciosos. Por ejemplo, en un extremo está la cobardía, que es un vicio, y en el otro extremo, está la temeridad, que también es un vicio, pues en la temeridad no se da la valentía, dado que hay una ausencia total de miedo. Y en el justo medio se encuentra la valentía, la que sí es una virtud.
En la Grecia Clásica, se acuñó una frase de profunda sabiduría: "Moderación en todo".
Para Quevedo, si actuamos sin templanza, corremos mucho peligro. Quevedo aconseja la templanza en nuestras conductas, pasiones y sentimientos.
El escritor italiano Giovanni Papini en su Historia de Cristo, escribió: "El ofendido que no se enfurece, ni resiente y no escapa, demuestra más fuerza de ánimo, más dominio de sí, más verdadero heroísmo que aquel que en la ceguera de la furia se lanza sobre el ofensor para restituirle doblado el mal recibido".
Critilo sabe, que nos es muy difícil tener templanza, es decir, observar moderación en hábitos, actitudes, pensamientos, pasiones, o conductas que nos dominan. La adicción al cigarro, al alcohol, a las drogas, a la comida, al sexo, es lo contrario a la templanza. También, la dependencia emocional y enfermiza hacia alguna persona, objetos o situaciones. Igualmente, la adicción al trabajo, rompe con la moderación. Nuestros hábitos de maltratos a nuestra pareja y a nuestros hijos, es prueba de que obramos viciosamente. Nuestros anhelos por más dinero del que necesitamos, se opone a la templanza y a la moderación.
Pocas ideas nos pueden reportar en todas las dimensiones de nuestras vidas, tanto provecho como la siguiente: "Moderación en todo". Si hiciéramos de esta máxima una de las ideas capitales de nuestra vida, nuestra existencia daría de inmediato un giro sumamente provechoso en todos los sentidos.