¡DEJA EN PAZ TU CABALLO, QUE SE AVIEJA!
El más grande poeta latino, Horacio, nació en el año 65 antes de Cristo. Sus deslumbrantes ráfagas de sentido común, su poesía que nos impresiona por conceptos e ideas jamás pensadas, provoca que este poeta nunca nos sacie, y que siempre nos llene de calma el corazón y nos enseñe a vivir una vida rebosante de vitalidad y de paz espiritual.
Dada la profunda mirada de serenidad de Horacio en todo aquello en que enfoca su vista, es por lo que nos resulta irresistible no citar y comentar algunas de sus luminosas reflexiones. En su Epístola I, escribió "Ten el buen acuerdo de dejar en paz tu caballo, que se avieja, no ocurra que al fin se rían de él y pierda las entrañas en la arena".
Obviamente, Horacio toma al caballo como ejemplo, pero su consejo va dirigido a nosotros. Todos, pasada la juventud, nos dirigimos en camino a la vejez, más los que nos encontramos en la edad adulta. Un caballo "que se avieja" hará el ridículo en la arena ¿y nosotros, qué no hacemos el ridículo cuando neciamente creemos que podemos competir en la conquista de mujeres, o en fuerza física, con hombres más jóvenes que nosotros?
¿Qué no hay edades para todo? ¿Por qué empeñarnos en querer trabajar con las mismas fuerzas de hace veinte o treinta años? ¿Y qué en verdad, una mujer en edad adulta, cree realmente que las cremas más caras y las cirugías más costosas, le podrán permitir que su piel compita con los pétalos de flores de que está hecha la piel de la mujeres jóvenes? Aceptemos nuestra condición y circunstancias, y vivamos con dignidad nuestra edad, haciendo y ocupando los lugares que nuestra edad nos manda como un destino inexorable.
En esta epístola primera, Horacio nos da consejos utilísimos: "¡Qué larga se le hace la noche al amante que espera en vano a su adorada! ¡Qué largo el día al mercenario que rinde su trabajo! ¡Qué lento se desliza el año para la pupila que sufre la inoportuna vigilancia de una madrastra! Pues así veo yo cómo transcurren, tardos y penosos, los momentos que alejan de mí la esperanza y el propósito de hacer con ardimiento grande aquello que es útil tanto al pobre como al rico y que ni jóvenes ni viejos pueden descuidar sin que luego se arrepientan".
Horacio escribe: "Si no se va lejos se va cerca; se da los pasos que se puede". Enorme este consejo del poeta. Aristóteles y Napoleón decían que "el primer paso es la mitad del todo". Y sí lo es, no en términos cuantitativos, sino cualitativos. Un proyecto, un propósito, si no se empieza, jamás podrá terminarse. De hecho, en la vida de cada uno de nosotros, ¿cuántos proyectos y propósitos que nos hubieran sido de gran provecho, no los hicimos, sólo por no haberlos comenzado?
Dice Critilo, que el no empezar algo es tan paralizante, que la inercia emocional de seguir omisos, nos seguirá manteniendo paralíticos. Pero una vez que hemos empezado, rompemos la inercia emocional de la omisión, y entramos a una inercia emocional de la acción. Por ello, Horacio con su arte poético dice: "Si no se va lejos se va cerca; se da los pasos que se puede", es decir, que avanzamos mucho más si damos los primeros pasos; quizá, no llegaremos lejos, pero sí cerca, y cerca es muchísimo más, que nada. Y daremos muy probablemente no todos los pasos que deseamos, pero sí daremos los pasos que podamos.
Para Critilo, comenzar es el secreto de todo lo que queramos lograr. Tengamos la ambición no de la meta, sino de querer recorrer el trayecto.