LO QUE DEPENDE DE NOSOTROS, Y LO QUE NO DEPENDE
La mayor parte de nuestras desdichas, inconformidades y disgustos, dependen absolutamente de nosotros, al exigirnos irracionalmente y al exigir a los demás, lo que no depende de nosotros.
Ya Epicteto en la Grecia Antigua lo señaló por vez primera, siendo en este sentido, la primera reflexión de autoayuda más inteligente, y que aún perdura su eficacia después de dos mil años.
"De lo existente -escribió Epicteto-, unas cosas dependen de nosotros; otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen el juicio, el impulso, el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los cargos y, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro. Y lo que depende de nosotros es por naturaleza libre, no sometido a estorbar; mientras que lo que no depende de nosotros es débil, esclavo, sometido a impedimentos, ajeno".
Probablemente, una de las afirmaciones que más nos causan infelicidad y frustración es cuando de manera inconsciente o más o menos consciente, nos decimos oraciones como ésta: "La vida debe darme lo que yo quiero, y las cosas se me deben dar fácilmente y en los momentos en que yo lo deseo; y si las cosas no se me dan como quiero, sufriré por ello y no podré ser feliz".
Por lo general, todos los seres humanos somos muy incapaces para distinguir la diferencia entre lo que realmente necesitamos y lo que queremos. Lo que necesitamos, comúnmente, lo conseguimos con cierta facilidad o con algún grado de dificultad. En cambio, lo que queremos excede a nuestras necesidades reales, y es propio de nuestra codicia, insatisfacción, de lo que no necesitamos, y de todo aquello que está en nuestra fantasía y en la comparación de lo que otros tienen y nosotros no tenemos.
Por principio de cuentas, cuando llegamos al mundo, ningún dios, texto sagrado, nos aseguró que se nos daría todo lo que necesitáramos y deseáramos. En este sentido, parece como si un dios maligno hubiera revuelto en una urna los bienes y los males, los revolviera, y después, los repartiera ciegamente a los humanos, dándoles a algunos una serie de beneficios aun y cuando no los merecieran, y a otros, llenándolos de males y desgracias.
¿Y qué a caso no es así? ¿O pensamos, que los mil doscientos millones de seres humanos que padecen hambre cada día, es porque son malvados, aun y cuando cientos de miles sean niños, enfermos, etc.? ¿Y realmente creemos que los que han nacido en hogares felices y con todo lo necesario, es porque en otra vida se portaron muy bien? ¡No, simplemente, que en el reparto de bienes y males la Fortuna y la vida son ciegas, y dan y quitan sin ton ni son!
Pero en condiciones más o menos normales, la reflexión de Epicteto puede convertirse en uno de los pensamientos más poderosos para nuestra felicidad. Si realmente estamos de acuerdo, como dice Epicteto, que hay una serie de bienes que no dependen de nosotros, lo mejor que podemos hacer consiste en no enfurecernos ni entristecernos por el hecho de que no podemos obtenerlos, aun y cuando otros si los obtengan. Es cierto, que en muchos sentidos, nuestra salud, prestigio, no depende de nosotros. En cambio, pensar con un juicio sólido, controlar nuestros deseos malsanos y rechazar todo aquello que nos es dañino, sí depende de nosotros.
Critilo nos aconseja, que tomemos la reflexión de Epicteto como una de las medicinas más curativas para nuestros males, de cualquier medicina que podamos tomar: no empecinarnos en querer a toda costa lo que no depende de nosotros, pues no está en nuestras manos lograrlo. Si empezamos a rechazar los deseos irracionales, los bienes que no están a nuestra disposición, comenzaremos a dejar de maldecir la vida; dejaremos de culpar a los dioses, al destino, a nuestros padres, a la sociedad, a los astros y al mundo, de nuestras desdichas. Recordemos que somos simples mortales zarandeados por el caótico e imprevisto destino; recordemos que no somos ni jamás podremos ser, personas omnipotentes y que todo lo pueden. ¡Aceptemos la vida como es, y como nos toque, y vivamos con valentía y aceptación!