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Palabras de poder

JACINTO FAYA VIESCA

¿MENTIMOS CON FRECUENCIA?

Una de las cuestiones en que más nos equivocamos en torno a las relaciones interpersonales, consiste en pensar que unos a otros nos mentimos con mucha frecuencia. Lo creemos tanto, que he llegado a pensar que se trata de una creencia más afianzada en la costumbre que en una sólida convicción.

Probablemente por que se trate de una creencia prendida de alfileres de la costumbre, no hemos visto a la mentira como un vicio detestable; incluso, mimamos a las mentiras pequeñas, cuando nos referimos a ellas como "mentiras piadosas".

He llegado a pensar, que los vicios más repugnantes se derivan siempre de la lucha por la sobrevivencia en la larga evolución humana de cientos de miles de años. Vicios como el robo, el asesinato, la codicia, el rapto de mujeres, se fueron practicando a lo largo de miles de años cuando no había autoridad alguna, excepto el jefe de pequeñas tribus.

Nuestros antepasados de hace cientos de miles de años, practicaban estos vicios, muchas veces, como una manera de sobrevivir y de querer transmitir sus genes. Si en una pequeña tribu los hombres morían en la lucha contra las fieras salvajes, se raptaban a las mujeres sin la menor consideración. Otras veces, un hombre mataba a otro a fin de expulsarlo de cierto territorio donde la caza de animales era más abundante.

Todos estos vicios son injustificables a la luz de la razón y de la moral, pero la difícil lucha por la sobrevivencia, causaba que se impusiera la Ley del más fuerte.

En cambio, la mentira nunca llegó a ser un instrumento indispensable en la lucha por la sobrevivencia. La mentira no está impresa en nuestro código genético, sino que hemos adquirido esa debilidad en los últimos cuatro o cinco mil años.

Por estas razones, en la vida cotidiana de cada uno de nosotros, si examinamos bien nuestro comportamiento, nos daremos cuenta que rara vez mentimos. La violencia física, el rapto de mujeres, están marcados en el genoma humano, pero no así la mentira, porque mentir le resulta muy dificultoso al cerebro humano.

Y no mentimos, en atención a prohibiciones morales o religiosas, sino a un hecho muy simple: mentir, le resulta muy complicado a nuestro cerebro, pues para sostener una mentira hay que crear otras mentiras, y éstas, a su vez, necesitan de más mentiras para sostenerse. Esto nunca le ha convenido al cerebro humano que trata todo de simplificarlo.

Si nos fijamos bien, nadie le dice a otro, que es un asesino, un raptor de mujeres, o un ladrón. En cambio, sí nos atrevemos a decir: "eres un mentirosillo". El primer requisito con que debe contar un mentiroso, es gozar de una excelente memoria, a fin de recordar cuál fue su mentira en todo su contenido. Además, mentir con eficacia requiere de astucia, y de una buena dosis de cinismo, para que la sangre no le pinte de rojo la cara.

Toda persona que miente, lo hace con el propósito de obtener un beneficio o de evitar un castigo. Por lo general, se miente para conseguir una ventaja. Pero el ser humano no se ha dado cuenta, que es mucho más sencillo pedir algo, decir las cosas como son, apoyándose en sus derechos o en sus deseos, que emprender un golpe de astucia para mentir, y después, inventar más mentiras que sostengan las anteriores. No nos damos cuenta, de que pedimos o exigimos porque nos es más fácil para conseguir lo que queremos, pero al final de cuentas, esta buena costumbre es la que siempre seguimos.

Critilo considera, que la sociedad capitalista de los últimos doscientos años ha sido la gran impulsora para que las personas mientan. De hecho, antes de la Revolución Industrial, la mentira no constituía un tema de análisis. La publicidad de las ventas de automóviles junto a mujeres hermosas, tienen la finalidad de hacer creer "subliminalmente" al potencial comprador, que la adquisición de ese automóvil lujoso, le da más probabilidades de vincularse eróticamente con una mujer hermosa, parecida a la publicidad de esos automóviles. Los ejemplos sobre estas mentiras subliminales, no tienen fin: cada día nacen cientos o miles de ellos en el mundo.

Lo importante, es educar a los hijos con tal naturalidad, que les parezca que lo mejor y más simple es decir la verdad. Un niño empieza a mentir, cuando siente en su hogar, que la situación familiar es complicada y difícil. Cuando un niño observa que la mejor manera de vencer esa dificultad de su vida familiar, es la mentira, hará de ésta un medio permanente y mentirá de manera fría y cínica.

Nos dice Critilo, que debemos confiar más en nuestro trato cotidiano, pues rara vez se nos mentirá de manera dolosa y cínica, a no ser que se trate de estafadores profesionales, que los hay, por desgracia.

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