PÁGINAS DE DIARIOS DESCONOCIDOS
El relato de una mujer de mediana edad que escribió en su Diario, vale la pena que se los cuente, pues se aplica a un buen porcentaje de mujeres.
Un buen día en la mañana después de haber desayunado, mi esposo me entregó una carta, que decía: "Mira, Ofelia, desde que nos casamos hace más de quince años, nuestras discusiones se han vuelto el pan de cada día. He pensado en nuestros hijos, y a pesar de que los quiero con toda mi alma, y de que a ti aún te sigo amando, quiero decirte que ya no puedo más. Prefiero vivir solo a seguir aguantando tu manera de ser conmigo.
"Jamás me has acusado de nada grave; incluso, me has dicho que soy un buen padre y un buen marido. Pero la realidad, es que nunca he sabido por qué razón eres tan inconforme y tan despectiva. Permanentemente, cuando me ves, tu mirada es desdeñosa y acusadora, como si yo fuera el culpable de tu segura infelicidad. Cuando me clavas tu mirada y no respondes a mis preguntas, me lleno de coraje y desilusión. Parece, que salen de tus ojos dos puñales, pues siento que se me clavan en el corazón.
"Tú bien sabes, Ofelia, que soy muy poco dado a quejarme, pero créemelo, jamás he comprendido por qué tienes el ceño siempre fruncido. Aunque tienes una cara muy bonita, tu ceño que lo arrugas, te afea. Hay una palabra que me gusta mucho y que se usa entre las personas humildes; palabra que se aplica perfectamente a ti: eres una mujer "díscola". Eres díscola porque todo lo perturbas y no eres dócil a nada ni ante nadie.
"Siempre te he dicho que eres 'descontentadiza'. Esta palabra la he escuchado también entre la gente más humilde, y me parece que es una palabra que denota muchas cosas: por ejemplo, puedo decirte que tu forma "descontentadiza" te hace ser que nunca estés a gusto con nada, todo te parece poco, nada te contenta y todo lo criticas. Creo, que pocas cosas pueden matar tanto el amor en un hombre, como el hecho de que su mujer sea "descontentadiza", porque causa que el marido se sienta un inferior y un incapaz.
"Yo me siento tonto y asustado contigo, pues al no contentarte con nada de lo que hago, a veces pienso que soy un inútil y un hombre que vale poco. Con frecuencia me imagino, cuando te veo que pones tu "cara", que piensas en otro hombre, o que de plano, estás arrepentida de haberte casado conmigo. Lo que sí te digo, es que cuando estoy calmado, me convenzo que tu descontento te viene de que no te has dado cuenta que toda mujer "descontentadiza" todo lo echa a perder.
"Sinceramente pienso, que no me quieres, aun cuando me dices lo contrario. Yo sé muy bien, que no soy un hombre perfecto en ningún sentido. No soy bien parecido, pero estoy muy orgulloso de haber sacado a mi familia adelante hasta ahora. Y de lo que estoy más orgulloso es de haberte sido fiel y de haberme esforzado al máximo para que nuestro matrimonio triunfara. Pero veo que todo ha sido en vano. ¡Ya no puedo más con tu ceño de madrastra y con tus miradas despectivas! ¡Pronto terminaremos nuestra relación, pues tu carácter díscolo y tus permanentes inconformidades están terminando con el amor que te tengo, y ya mi vida contigo me resulta insoportable!".
Todo lo anterior, mi esposo y yo lo habíamos discutido muchas veces, pero jamás me lo había dicho por escrito. Cuando terminé de leer la carta, el corazón me latía tan fuerte, que parecía que me iba a estallar el pecho. Empecé a sudar frío, luego, comencé a ponerme muy triste, y finalmente, me solté llorando y me tiré en la cama.
Mi esposo me dejó y se fue de la casa hace tres meses, y estoy profundamente triste por su ausencia. Le he pedido muchas veces que regrese, le he repetido mil veces que lo quiero mucho y que no puedo vivir sin él. Le digo también, que nuestros hijos lo extrañan mucho, aunque él los frecuenta muy seguido. Hace unos días lo fui a buscar a su trabajo, y palabras más o palabras menos, sucedió lo siguiente:
"¡Sé muy bien que aún me quieres, Ofelia, pero de qué te sirve el amor que me tienes si sabes que me destruyes con tu inconformidad constante; sabes que me haces sentir un poco hombre y que me pones colérico con todos tus disgustos sin sentido que no tienen fin! Eres muy bella, pero tu cara de amargada afea tu belleza y me hace sentir que fracase contigo. Haces que me sienta "poca cosa", y a veces, me convences con tus gestos despectivos, que sí lo soy".
No lo pude convencer de que regresara a la casa y no sé si volverá. Me ha sido fiel y le he sido fiel. Pero ahora me doy cuenta, que he sido siempre con él indócil, criticona, y que jamás me contenta con nada. De lo que él no ha querido convencerse, es que el problema no es él, sino que así es mi carácter. Creo que hasta ahora, me he dado plenamente cuenta de que soy la culpable de que mi matrimonio se puede hundir para siempre.
No pienso en ningún otro hombre, no me interesa nadie más que él, y hasta ahora soy plenamente consciente, que mis malos gestos, mi descontento y mi crítica constante hacia él, son conductas que las pude haber aniquilado para siempre desde hace mucho tiempo.
¡Si sólo me diera una oportunidad, juro por Dios y mis hijos, que mi conducta sería la opuesta, pues tengo todo para estar conforme! ¡Dios mío, has que regrese, y te juro que todo será distinto!
Critilo no cree conveniente contar la forma tan desgarradora como concluyó este problema, y es difícil imaginarse este final.