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Para saltar la ola...

LA LAGUNERAS OPINAN...

MARÍA ASUNCIÓN DEL RÍO

No obstante los nubarrones que amenazan el cielo y el suelo mexicano al iniciar este 2009 (las medidas anticrisis del presidente Calderón todavía son papel y tinta), resulta absurdo y hasta ingrato no comenzar el año con alguna dosis de esperanza que dé sentido a nuestras vidas, a nuestros afanes de cada día, al hecho de levantarnos temprano para trabajar. Por eso dividimos el año en fechas: para nuestro fortalecimiento espiritual, patriótico, sentimental; para evocar acontecimientos y gente distinguida –héroes, santos, mitos…; para celebrar los cambios de la madre Naturaleza– y no por el puro mercantilismo que se ha enseñoreado del acontecer diario del planeta, reduciendo las fechas a oportunidades para comprar y vender. Si a la distancia no vemos una luz hacia la cual andar, imposible será salir del túnel, de la selva oscura dantesca, del laberinto borgiano ni de cualquier embrollo de trámites, pagos pendientes, planes educativos y laborales, proyectos de matrimonio o de subsistencia, o cualesquiera de las inquietudes que caracterizan nuestro ser y existir en tanto humanos. Sé que la panorámica actual semeja una ola de diez metros avanzando furiosa sobre el pobre aprendiz de natación que por vez primera entra en el mar; sin embargo, hay que esperar, buscar o mejor aún, construir los recursos que nos permitan eludirla. Cruzarnos de brazos aguardando el cumplimiento de los pronósticos no es la opción. Mas si la ola es inmensa, ¿qué podemos hacer para saltarla quienes carecemos de poder y no deseamos escapar a otras aguas menos embravecidas? En principio, recordar que, literalmente, una CRISIS es un cambio que, como todos, puede hundirnos o llevarnos a buen puerto, según los factores que se combinen para acelerarla o complicarla (ajenos a nosotros) y según lo que hagamos para afrontarla (eso sí, responsabilidad nuestra). Seré todo lo simplista que usted quiera, pero creo que como el pajarillo que batiendo sus alas contribuye a sofocar un incendio, podemos cada quien poner un grano de arena para detener el hundimiento de nuestra patria con acciones simples. Comencemos por lo más cercano: nosotros mismos. Somos criaturas de costumbres, nos hemos habituado a vivir de un modo que tendrá que cambiar, según nuestra circunstancia. No se trata de dejar de comer, lanzarnos a la calle desnudos y –Diógenes modernos– meternos en un barril para dormir bajo las estrellas. Pero si ignorando las recomendaciones seguimos dejando correr el agua mientras nos enjabonamos o cepillamos los dientes; si continuamos con las luces de toda la casa encendidas cuando estamos en una sola habitación, si tenemos cuatro televisores, viendo en cada uno el mismo programa a la misma hora, si encendemos la radio mientras platicamos a la hora de la comida, marcamos al celular para tontería y media, o usamos diariamente la secadora de ropa hasta para trapos de cocina y calcetines, que más agradecerían ser tendidos al sol, pues entonces sin duda estamos desperdiciando recursos que, mejor empleados, significarían un considerable ahorro económico y energético. ¿Por qué atiborrar el refrigerador de alimentos que luego se desechan porque ya pasaron muchos días sin consumirse? ¿Por qué aceptamos que los colegios, además de sus altas cuotas exijan a cada alumno cajas de lápices y marcadores, decenas de cuadernos, papelería y materiales totalmente prescindibles que únicamente fomentarán la cultura del desperdicio y el subempleo de las cosas? Terminan los semestres y, faltos de imaginación, pero sobrados de flojera, somos incapaces de reciclar libretas y útiles escolares a los que les quedaría bastante tiempo de vida. Por su parte, las autoridades educativas harían bien en vigilar que la asignación de libros de texto y materiales de trabajo permita reusarlos, de modo que no tengan que renovarse cada periodo escolar, pudiendo servir a otros miembros de la misma familia. ¿Y qué decir de la ropa?: closets y cajoneras aparecen vencidos con el sobrepeso de prendas que podrían reducirse a la cuarta parte y seguirían cumpliendo perfectamente con la harapienta moda actual. Por si fuera poco, el exceso lleva al desorden, que a su vez remata en enormes cantidades de tiempo invertido en recoger, cuando podría emplearse produciendo bienes, aprendiendo oficios o estudiando para ser mejores alumnos y profesionistas.

La gasolina es otro renglón atacado por malos hábitos que redundan en gasto y salud. Sabemos que por disposición oficial el precio de este energético aumenta, sin importar si nuestras reservas, el precio internacional del petróleo y su costo de producción lo hacen también: aquí todo sube y subirá para siempre jamás. Pero nos hemos acostumbrado de tal forma al automóvil, que ya somos incapaces de ir a la esquina caminando. Cierto que las distancias en Torreón no son iguales a las de otras ciudades, como para recorrerlas todas a pie, ni el servicio de transporte público es muy eficiente; pero el caso es que vamos en auto a cualquier parte, no sabemos ni nos interesa organizarnos para compartir un mismo vehículo con fines de ahorro y mucho menos para evitar contaminación. El hábito de hacer todo sobre ruedas, además de los líos de tráfico y polución, provoca un mal cada vez más generalizado: la obesidad creciente debida a la falta de ejercicio. ¡Cuánto podríamos ahorrar dejando de consumir productos adelgazantes e intentando intervenciones quirúrgicas para lo mismo, si nos pusiéramos a caminar! Se trata de acciones simples, pero que aplicadas a conciencia pueden atenuar el efecto negativo de la crisis y, por otra parte, generar cambios positivos en nuestra forma de vivir y en la justa valoración de bienes como el tiempo, los recursos y la salud.

Respecto a los funcionarios, estoy segura de que, igual que las familias, tienen a su alcance muchas oportunidades para deshacerse de malos hábitos y procurarse otros más sanos que, además de hacer más eficiente su trabajo, beneficiarán notablemente la economía del país. Dos ejemplos: Primero, el de la avaricia de diputados y senadores que, en plena crisis económica y con las amenazas de carestía y desempleo para millones de mexicanos, tienen el cinismo de autoasignarse salarios, prebendas, compensaciones y aguinaldos que ruborizarían de vergüenza a cualquier persona decente y con un mediano sentido de patriotismo y responsabilidad social. Habitúense, señores, a vivir modestamente, más acordes con sus representados; no nos interesa su apariencia, ustedes están ahí para pensar y tomar decisiones, no para ingerir alimentos delicatesen ni para modelar y exhibir manicuras y trajes que corresponderían a los representantes de un pueblo rico: en tiempos críticos, el dispendio es pecado mortal. Segundo, los actos violentos acontecidos en Torreón que ponen en evidencia a los cuerpos policiacos revelando: 1.- Una incapacidad alarmante que nos deja a merced de ladrones, secuestradores o asesinos, infinitamente más eficientes que quienes están obligados a resguardar nuestra seguridad. 2.- La ignorancia y falta de capacitación, no sólo de los agentes, sino de sus jefes, pues no saben qué ordenar, a quién ni cómo impedir que una incursión policiaca se convierta en una catástrofe. 3.- La inaceptable rivalidad entre cuerpos de protección estatales, municipales y federales, que los convierte en enemigos públicos antes que en fuerzas solidarias para el bien de la población. Hace falta liderazgo y capacitación, tanto como el apoyo decidido de las máximas autoridades de la Federación y el Estado, a quienes debiera apenar lo que pasa en una ciudad que, lamentablemente, va siendo dominada por la delincuencia. Si la solución a este problema se ve demasiado difícil, tendré que sugerir a policías y autoridades responsables lo que jamás pensé: vean televisión. No los chismes babosos que alimentan a diario la incultura y la vacuidad mental del televidente mexicano; vean programas en los que la investigación y las acciones policiales conducen al asesino, desenmascaran al culpable, lo capturan y permiten el ahorro de metralla a cambio del funcionamiento neuronal, así cuando menos se pondrán al parejo con los delincuentes.

¡A echarle ganas al 2009, y que Dios nos ayude!

maruca884@hotmail.com

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