"Cualquier cosa que empieza en California tiende, desafortunadamente, a expandirse".
Jimmy Carter
Los Ángeles.- California siempre ha representado un sueño para los estadounidenses, en parte por su clima mediterráneo, con inviernos moderados, en parte por albergar industrias como la del entretenimiento y del software. No en balde es el Estado en que se construyó la Disneylandia original.
Pero California también es un gigante. Su población de más de 37 millones de habitantes es similar a la de Argentina. Su Producto Interno Bruto, de 1.7 billones de dólares en 2007, es mayor que el de todo México (1.3 billones de dólares, a pesar de que la población mexicana es casi tres veces mayor). Por sí sola, California representa el 13 por ciento de la economía de los Estados Unidos. Si fuera un país independiente, sería una de las 10 primeras economías del mundo.
California es también, sin embargo, un Estado en declinación. Si bien desde su incorporación a la Unión Americana fue una de las entidades con mayor recepción de inmigrantes y dinamismo económico, en los últimos años se ha convertido en un expulsor neto de población como consecuencia de una economía que crece menos que la de otros estados. Los altos precios de la vivienda, el desempleo, los impuestos, un ambiente cada vez más restrictivo para la inversión privada y un deterioro en la infraestructura y los servicios gubernamentales han sido algunos de los factores que han provocado esta declinación.
California se encuentra en estos momentos en una crisis presupuestaria sin precedentes. Registra un déficit de presupuesto de más de 26 mil millones de dólares como consecuencia de la baja en la recaudación y aumento de pagos sociales por la crisis económica. Los intentos por financiar este déficit con un aumento de impuestos, en un Estado que tiene ya una carga fiscal superior a la de la mayoría de los estados, han caído por tierra ante un rechazo de los electores en un referéndum. Esto obliga al Estado a buscar cortes en su presupuesto para equilibrar el presupuesto. Mientras tanto, el Gobierno ha empezado a emitir bonos de deuda para financiar el déficit.
Las organizaciones sociales han reaccionado con furia ante la posibilidad de que se recorten los programas que benefician a sus agremiados. Pero no parece haber más opción. Si no se pueden elevar los impuestos, el Estado no tiene más posibilidad que recortar los gastos. Lo importante será determinar qué rubros disminuyen y cuáles no.
La solución de largo plazo, sin embargo, no radica en recortar el gasto sino en buscar que California recupere el dinamismo económico del pasado. La idea de que el simple atractivo físico de California era suficiente para garantizar el crecimiento ha caído por tierra. El ambiente hostil a la inversión y el elevado nivel de los impuestos han deteriorado de manera significativa la competitividad del Estado. Hoy en día incluso la industria del entretenimiento mantiene sus cuarteles generales en Los Ángeles, pero cada vez es mayor el número de películas que se filman en otros lugares del mundo para reducir costos.
California no necesita mucho para recuperar su brillo de antaño. El Estado cuenta con un excelente nivel de educación superior, lo cual le ha permitido destacar en industrias de alta tecnología. Sus puertos en el Pacífico lo hacen un centro natural de comercio con Asia. La industria del entretenimiento y el turismo siguen siendo pilares fundamentales de la economía. Pero para que recupere la senda de crecimiento, será indispensable que California derrumbe las barreras a la inversión que ha erigido a lo largo de los últimos años.
TESTIGOS FALSOS
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha descalificado el caso de la PGR contra las indígenas Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara y Teresa González. Siempre fue difícil creer que estas indígenas hubieran secuestrado a seis agentes de la AFI. Hoy la CNDH nos dice que las pruebas son testigos falsos y testimonios de oídas.
