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PARRAS DE LA FUENTE

MIGUEL ÁNGEL RUELAS TALAMANTES

Tan bella como siempre.

Tan tranquila, tan hospitalaria.

Ahí estuvimos el pasado fin de semana, escapando de las altas temperturas que tanto nos han afectado este año.

Lástima que ahí no estén más personas que en otro tiempo nos atendieron, y nos mostraron lugares y rincones inolvidables, como don Juan Contreras, y como Juan Carlos Lamas. Tampoco encontramos a nuestro formidable guía, el profesor Rafael Castañeda quien vacacionaba con su esposa Catita en alguna playa mexicana.

Pero ahí estaba Arturo Armas, tan servicial como siempre y para quien tenemos sólo muestras de gratitud por aquellos años en que atendía a nuestros hijos, que dejaban la niñez y se asomaban con curiosidad y atrevimiento a la juventud.

Llegamos una mañana fresca y pronto disfrutábamos de las heladas aguas de la alberca.

Los nietos correteaban a sus anchas seguidos por la Lumi, esa perrita chihuahueña que ha venido a alegrar su hogar, tomando el lugar que hace años dejara el inolvidable "Mirru", el perrito que tantas alegrías nos brindó, que tanto nos cuidó a pesar de su pequeña estatura y su corta edad, y quien un amanecer desapareció, quizá siguiendo un romance, quizá tomado por manos extrañas, o quizá en otros quizás que no alcanzamos a digerir. Lumi retozaba en el pasto que en algunas secciones la tapaba y luego correteba mariposas.

La noche fue formidable, con pláticas salpicadas de ocurrencias, como no queriendo que las horas pasaran para aprovechar más este tipo de reuniones familiares que tanta falta hacen.

Pero lo mejor vendría en el amanecer.

El ambiente era más fresco de lo esperado, pero uno a uno fuimos tomando nuestro lugar en el porche para ver la llegada de las primeras luces, que poco a poco fueron descorriendo las negras cortinas que no querían ser desalojadas.

Después, tuvimos un agradable reencuentro con Mario Vargas Llosa a través de las páginas de La Tía Julia y El Escribidor, lectura que nos hizo rememorar los años cincuentas de la radio en La Laguna.

Parras se prepara como cada año para sus tradicionales festejos de la Vendimia. La venta de uvas están por todas partes y no pudimos dejar de cumplir con una viejísima costumbre, y que es ir por la serpenteante calle de Ramos Arizpe, hasta casi el final de ella, para comprar los famosos dulces de Goyita, la popular fabricante de golosinas que vivió exactamente cien años y algunos días, endulzando a los laguneros y a muchos mexicanos, así como alegrándolos con sus ocurrencias.

Una de las últimas veces que la vimos fue cuando don Braulio Fernández Aguirre y su esposa doña Lucía la visitaron para comprar los famosos abuelos y los dulces de higo y nuez. Ahí coincidimos y gozamos el momento.

Parras está más cerca de lo que se imagina, y siempre lo está esperando con los brazos abiertos, para regalarle algo, ya sea horas de convivencia con los suyos, llenas de cariño o bien una mañana fresca o una noche inolvidable.

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