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Pato y flamencos

JAQUE MATE

SERGIO SARMIENTO

"Me imagino que debo advertirles que si resulto particularmente claro es porque no me han entendido."

Alan Greenspan

ACAPULCO.- En el Hotel Princess, donde se llevó a cabo la semana pasada la 72a Convención Bancaria, hay dos hermosos flamencos en exhibición de característico plumaje rosado, largas patas y elegante cuello. En el mismo lugar se encuentra un pato blanco y chaparro. Lo singular es que el pato, en lugar de nadar como los patos, se para durante horas junto a los flamencos con el cuello erguido como si fuera un flamenco más.

Esa impresión me dio también Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, quien se presentó el viernes, al cierre de la convención, en una mesa de discusión con el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, y el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, entre otros. El problema no es que Greenspan haya cortado una figura menos esbelta que, por ejemplo, Carstens, sino que sus explicaciones sobre la crisis económica parecen cada vez más confusas. El ex presidente se antoja como un pato confundido que piensa ser un flamenco. Tanto Ortiz como Carstens parecen entender muy bien el origen de la crisis. Carstens señaló el viernes que el meollo del problema "es un sobreendeudamiento de las familias con un gran fracaso en la regulación". Ortiz apuntó que actualmente "está creciendo el ahorro" en los Estados Unidos, lo cual puede convertirse en el inicio de la recuperación.

Greenspan todavía está peleando con los ciclos de la economía, esos que pensó podían borrarse con inyecciones de dinero y con la tecnología de la información. "¿Podemos tener desarrollo sin períodos de angustia?", se preguntó, repitiendo una de las reflexiones que más lo preocuparon en los años en que fue presidente de la Reserva Federal. En esta ocasión su respuesta fue negativa; durante años afirmó que los gobiernos y los economistas habían encontrado la forma de evitar las recesiones.

Aun así, Greenspan mantuvo la posición de que las crisis no se pueden anticipar con los actuales instrumentos de predicción. No es nueva esta idea.

En anteriores ocasiones había afirmado que las burbujas sólo pueden reconocerse por el espejo retrovisor: una vez que han estallado. La impresión que me dejó su divagante presentación fue la de un economista al que se le han caído los fundamentos en que basó el trabajo de toda su vida y que está tratando de entender nuevamente los principios de su especialidad.

Buena parte del respeto que logró Greenspan durante su gestión como presidente de la Reserva Federal, de 1987 a 2007, fue por haber ocupado ese cargo en el período más prolongado de crecimiento de la historia de los Estados Unidos. Hoy hay que preguntarse si ese prolongado lapso de expansión no fue el origen del problema.

Greenspan asumió la presidencia del banco central de su país en agosto de 1987. Dos meses después se produjo el crack de octubre que él combatió ofreciendo liquidez sin restricciones a los mercados. A esta decisión enérgica se le atribuyó que el crack no se convirtiera en una crisis.

En 1991 Greenspan enfrentó una verdadera recesión. Nuevamente aplicó una política expansiva, pero no la pudo evitar. Los republicanos lo atacaron por no haber sido suficientemente agresivo y le atribuyeron la derrota electoral de George Bush padre. En 1966 habló de la exuberancia irracional en los mercados, pero mantuvo políticas monetarias laxas.

En 2001 enfrentó los temores por el desplome del mercado de las acciones de empresas de alta tecnología y los ataques a las torres gemelas de Nueva York con nuevas inyecciones de dinero. A pesar de todos los problemas, la economía creció en 2001 y 2002. Quizá de esta experiencia sacó la conclusión de que los economistas habían encontrado la fórmula para impedir las recesiones.

El período 1991-2008 terminó siendo el más prolongado lapso de crecimiento sin recesión (dos trimestres consecutivos de contracción) en la historia económica de los Estados Unidos. Pero en el afán de evitar recesiones, Greenspan y el Gobierno de George Bush, hijo, simplemente atizaron esa exuberancia irracional de la que Greenspan había advertido. La deuda de las familias estadounidenses, que en 1982 llegaba al 50 por ciento del Producto Interno Bruto, alcanzó el 100 por ciento en 2007. La deuda total pública y privada de los Estados Unidos pasó de 150 por ciento del PIB en los años setenta a 325 por ciento en octubre de 2007. Greenspan es un economista que hay que escuchar, pero este viernes me dio la impresión de un pato que ha perdido su lugar en el mundo. Quizá debería haber escuchado con más atención sus propias palabras, ya que en 1996 advirtió sobre los riesgos de la exuberancia irracional. Si se hubiera prestado atención a sí mismo, no habría impedido la recesión actual, pero sí atemperado su virulencia.

El Banco de México redujo el viernes la tasa objetivo de interés en 0.75 por ciento para dejarla en 6.75 por ciento. Con una inflación anual de 6.2 por ciento en febrero, esta tasa básica se vuelve casi negativa. El Banco de México considera que la caída económica es tan fuerte que la inflación no es ya el problema principal del país. El gran riesgo es que la baja en los intereses empuje a una mayor devaluación del peso. El viernes, por lo pronto, el peso se mantuvo firme.

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