El patrimonio cultural de una ciudad o pueblo es la herencia que nos han dejado nuestros antepasados para el beneficio de las generaciones presentes y futuras. Estos bienes culturales pueden ser tanto bienes muebles como inmuebles. Se incluyen los monumentos de arquitectura, de arte o de historia, religiosos o laicos, los sitios arqueológicos, los conjuntos de construcciones que como tales presentan un interés histórico o artístico, las obras de arte, los manuscritos, los libros y otros objetos de interés artístico histórico o arqueológicos; así como las colecciones científicas y las colecciones de libros.
Inmuebles son también los edificios cuyo destino principal es el de conservar y exponer los bienes culturales muebles, como puede ser los museos o bibliotecas.
Este patrimonio es lo que se considera tangible, pero también es importante y de gran valor, el patrimonio intangible, como la comida típica de un pueblo, su música, bailes, costumbres, tradiciones y leyendas, que deben también conservarse y preservarse.
Torreón es una ciudad joven, con apenas ciento dos años de vida. Muchos podrán pensar que al no ser una ciudad de origen prehispánico o colonial hay poco patrimonio que cuidar y preservar. Sin embargo, en poco más de cien años los torreonenses construyeron y hemos construido con enorme esfuerzo y trabajo obras patrimoniales que son ya parte de nuestra herencia y debemos aprender a valorar y cuidar.
Por ello quiero llamar la atención del alcalde electo Eduardo Olmos y su cabildo sobre lo que significa patrimonio, en especial el patrimonio cultural de una ciudad. Esto con el fin de pedirle que durante su mandato lo valore, cuide y conserve.
Si Milán se conoce por su Scala, París por su Teatro de la Ópera Garnier, la Ciudad de México por su hermoso Teatro de Bellas Artes, o Guanajuato por su Teatro Juárez, Torreón tiene dos grandes teatros, bellos edificios históricos de gran carácter en su estilo arquitectónico el Teatro Isauro Martínez y el Nazas, ambos a la altura de los mejores teatros del mundo.
Si continuamos con nuestra lista de inventario patrimonial, la ciudad posee entre otros valiosos museos, como el Regional de La Laguna que muestra las raíces prehispánicas de los primeros pobladores de estas tierras; el Arocena con su valiosa colección de arte y alojado en un edificio histórico de gran valor, el antiguo Casino de La Laguna o el Museo Histórico Casa del Cerro, ubicado en lo que fue la casa familiar construida por el ingeniero que hizo el primer trazo de la ciudad.
Como centros culturales, en los últimos años se ha logrado abrir entre otros, el Cinart que se aloja en lo que fue la Antigua Estación de Ferrocarril, en un barrio donde le ha abierto las puertas de la cultura y el conocimiento a más de 500 jóvenes y adultos que acuden a sus aulas a aprender de música, literatura, danza. La escuela de Música Santa Cecilia, que imparte formación musical en uno de los barrios más poblados de la ciudad o las bibliotecas de barrio, pequeños centros culturales que requieren de atención y recursos para ofrecer sus servicios.
La ciudad tiene una gran orquesta constituida por músicos de reconocida trayectoria y dirigida por un lagunero, una orquesta que en sus quince años ha logrado formar públicos, dar realce a nuestra ciudad y llevar su nombre y su música a otros lugares.
Las autoridades deben poner el tema del patrimonio cultural y del desarrollo de patrimonio en un lugar central y prominente dentro de sus políticas y de su programa de trabajo para los próximos cuatro años. Darle un status digno, los recursos y las condiciones de trabajo necesarias para que puedan llevar a cabo sus funciones de investigación, estudio, conservación, educación y disfrute.
En otras ciudades el patrimonio es valorado al máximo, señal de que sus autoridades son personas educadas y conscientes y por consecuencia se invierte en su conservación y cuidado, en su preservación, para el beneficio primero de los habitantes del lugar y luego para el turismo.
El patrimonio cultural es el activo más importante de una comunidad o sociedad, es quien hace la diferencia. Conocemos más una ciudad por su patrimonio, por sus monumentos, museos, teatros, bibliotecas que por su industria o comercios. Cuando hablamos de París pensamos en el Museo de Louvre, si de San Petesburgo se trata, nos remitimos al Hermitage, de New York pensamos en sus grandes teatros, una industria generadora de millones de dólares para la economía neoyorquina.
La herencia que sobrevive del pasado es única e irremplazable, recordemos la Casa Morisca que se encontraba por la Colón, por lo que es una gran responsabilidad para las autoridades y las generaciones presentes el preservarla, a través de los grupos y patronatos ya establecidos que cuidan y se encargan de su funcionamiento. Es depositar la confianza en los ciudadanos organizados que coadyuvan con la autoridad en la tarea de conservar y acrecentar el patrimonio.
Esperemos que la nueva Administración así lo entienda.