Visita santa. Peregrinos de distintos puntos de México llegan a la Basílica de Guadalupe.
MÉXICO, DF.- Quince horas de camino y una más de rodillas para llegar a la cima del Tepeyac.
Martha Jacinta Serafín arribó a lo alto del cerro, prendió una veladora y encomendó a la Virgen de Guadalupe dos peticiones: que su marido regrese pronto de San Diego, California, y que le dé la fuerza suficiente para aguantar un año más de estragos.
Martha Jacinta subió la decena de escalones. Llegó a la capilla y en los pies del Cristo Rey, detenía el llanto para relatar lo difícil que han sido estos meses. "Nunca nos habíamos separado desde que nos casamos".
En mayo, Francisco Santiago, su esposo, tuvo que irse a Estados Unidos.
La escasez de trabajo en su pueblo, lo obligó a dejar la venta de artesanías y a su mujer y a sus tres hijos.
"Ha sido tan difícil estar así, yo pido eso, que regrese, que la familia ya no se desbarate y que la Virgencita nos dé salud para aguantar la crisis, porque qué feo ha sido este año".
Atrás de ella venía Juan Manuel Trinidad, que a sus 16 años, era el segundo año que subía de rodillas al Tepeyac.
Originario de Huamantla, Tlaxcala, y albañil de oficio, sin conocerse, Juan Manuel encomendó a la Guadalupana el mismo deseo, que Ramiro, su papá; César y Julio, sus hermanos mayores, estén con bien en Oklahoma.
"La escuela no daba dinero, yo necesitaba trabajar", mencionó el adolescente que en bicicleta recorrió la Carretera México-Puebla para llegar a La Villa.
Con el pantalón de mezclilla enmugrecido de las rodillas, el joven pidió aguantar, para no tener que irse de inmigrante.
"Ellos me han pedido no irme, que aguante aquí y cuide a mi mamá y a mis otras dos hermanas".
Manuel Espinoza Galván, uno de los bailarines, se levantaba el sombrero de charro para secarse el sudor mientras decía "hay que pedir fuerza y hay que pedir que este año ya no vuelva, que vengan mejores tiempos, que salgamos de la crisis", mencionó con los labios resecos, luego de danzar por ocho horas.