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Pega pulmonía a EU

ACTITUDES

José Santiago Healy

Las contradicciones son indudablemente el peor mal de la política en el mundo. Una cosa es lo que dicen los funcionarios públicos frente a los micrófonos y otra es lo que sucede en la realidad. Así ocurre en Estados Unidos en medio de la crisis económica más grande de los últimos cincuenta años y que podría convertirse en un problema social gigantesco.

Mientras los bancos y algunas empresas financieras recibieron carretadas de dólares en efectivo para paliar la crisis, los ciudadanos de la calle sufren las de Caín para sobrevivir sin recibir un centavo de las arcas públicas. Peor escenario viven las empresas pequeñas y medianas que en los últimos años se embarcaron en proyectos de largo plazo, gracias a la estabilidad que prevaleció durante años en la Unión Americana. En las últimas semanas miles de estos negocios están cerrando sus puertas ante el desplome de las ventas y la incapacidad de afrontar sus compromisos financieros.

Son comercios de tres a diez empleados que rentaron un local por cinco años y que adquirieron créditos para mobiliario y equipos de largo plazo y que ahora se encuentran literalmente ahorcados. Sus ingresos son mínimos, pero sus obligaciones laborales, bancarias y comerciales son las mismas y no hay institución financiera o gubernamental que les extienda la mano.

Para decirlo más claro: los bancos no han cambiado un ápice sus políticas persecutorias cuando un cliente deja de pagar su crédito a pesar de que estas instituciones fueron rescatadas con recursos de los contribuyentes.

Por todo ello la comunidad exige que el plan de estímulo económico del nuevo presidente Barack Obama, calculado en unos 800 mil millones de dólares, llegue a los bolsillos de los contribuyentes a través de reducciones en impuestos o de intereses.

Los norteamericanos de clase baja y media siguen furiosos por los bonos que recibieron los “cerebros” que llevaron a la quiebra a los bancos y por las exageradas prestaciones que han gozado por años los magnates de la industria automotriz.

El Gobierno de Bush “soltó” muchos millones a financieras y a las armadoras, pero sin beneficiar hasta al momento al ciudadano que ha perdido su empleo, su casa o cuando menos una parte de su patrimonio. Obama prometió en su plan de dos años un riguroso control del gasto público y medidas de largo plazo para hacer frente al monstruoso déficit fiscal de Estados Unidos que llegará “a trillones de dólares en los años venideros”. Veremos si logra cumplirlo. Pero mientras esto se debate en la Unión Americana, en nuestro México no cantan mal los corridos ni las rancheras.

Esta semana se anunciaron nuevas acciones para paliar las crisis que ha golpeado con fuerza a muchos sectores, pero todavía bajo la creencia de que las consecuencias del tsunami financiero no serán tan dañinas para el país. El presidente Felipe Calderón y sus asesores económicos olvidan la sabia popular que dice que cuando Estados Unidos sufre un resfriado, México padece pulmonía. Y en este caso la pulmonía ya llegó, pero a Norteamérica. El congelamiento en los precios de gasolinas así como mayores apoyos para el desempleo resultan insuficientes ante la gravedad de los efectos de esta crisis internacional. Sólo basta preguntar, ¿qué pasará con millones de familias que dejarán de recibir remesas de Estados Unidos? ¿Y qué harán las miles de empresas que dependen de la exportación, del turismo norteamericano y del crédito del exterior? ¿Cómo podrá el Gobierno reemplazar las jugosas ganancias del petróleo, entre otros ingresos del exterior? Habría sido mejor exagerar en las medidas y no quedarse corto para después reaccionar de manera emergente como tantas veces ha ocurrido en México. Envía tus comentarios a josahealy@hotmail.com

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