Como cada año, mi sensibilidad patriótica se exacerba en estas fechas, conmemorando el cumpleaños de nuestra libertad (así es: libertad aunque el término parezca sobrado). Hoy, sin embargo, me faltan ánimos para festejar y sobran motivos para no hacerlo. Probando una estrategia de rescate y justificación decidí acudir a mis alumnos más jóvenes, para que ellos, desde su frescura quinceañera me dieran razones para celebrar el mes patrio: les pedí su opinión respecto a la Patria. En el fondo esperaba un claro desinterés y la repetición de desengaños y reproches escuchados en casa o vistos de reojo en la prensa escrita o televisada; se asociarían con mi desánimo y me inclinarían a hablar sobre la Selección o el aerosecuestro con latas de jugo, dejando de lado los fracasos de todo lo demás. Mi sorpresa fue mayúscula. No obstante que hace algunos años dejaron el saludo a la bandera y la conmemoración de efemérides -erróneamente relegados a la atención exclusiva del jardín de niños y la escuela primaria-, los chicos me dieron una inesperada lección de civismo y una buena dosis de aliento, expresando ideas que no procedían de un rollo aprendido en clase ni de un ejercicio para calificar. Así pues, atacada por un lado por la pena de ver a México cosechando de un jalón las tempestades desatadas por los vientos que hemos sembrado a través del tiempo; y por otro, por la indignación que me causa la forma como pretenden resolver tanta calamidad, las emociones e ideas de mis alumnos entretejidas con las mías me mueven a la reflexión de hoy, en la que frustración y esperanza, así como vergüenza y un orgullo que intenta sobreponérsele estiran las cuerdas del corazón que, enojado y conmovido, pide con emoción "que viva México".
No puede negarse que en nuestro país la crisis es el común denominador de la política, la economía, el trabajo, las finanzas, la producción, los proyectos de crecimiento y reforma, la educación, la salud, la vida cotidiana y hasta la naturaleza. Como si fuerzas infernales se hubieran congregado contra nosotros para cobrar de una vez todas las facturas pendientes, no hay día en que no se presente una nueva catástrofe, sea natural o provocada por la imaginación -o su carencia- de las autoridades. Así, contra la prolongada sequía que afectó la producción agrícola y ganadera de gran parte del territorio nacional, llegaron las inundaciones sacando a flote el montón de irregularidades en asentamientos humanos, redes de drenaje y procuración de servicios en los sectores afectados. Contra el crimen y la delincuencia que han alcanzado proporciones inimaginables, transformándose en una hidra de mil cabezas cuyo fin no alcanzamos a vislumbrar, el sistema policíaco y de seguridad compite abiertamente con el enemigo, no para liquidarlo, sino para disputarle el mercado con toda impunidad. En los penales y también en la calle, cada vez resulta más difícil distinguir al bandido del representante de la ley, pues actúan igual. Para paliar el desempleo, no se les ocurrió más que desalentar la creación de fuentes serias de trabajo complicando los sistemas tributarios con parches que nadie entiende, no obstante la voz suave y sonrisa bonachona con que el secretario de Hacienda dio la noticia a la nación. Contra el desplome turístico derivado de la influenza y la inseguridad, la medida más oportuna fue desintegrar la secretaría encargada de promoverlo. Y para abatir la crisis económica, la disminución de recursos naturales y reservas monetarias, la pérdida de ingresos petroleros y de aportaciones de paisanos desde el extranjero, nada más razonable que preservar las quinientas curules de diputados inútiles (incluyendo delincuentes) que no cumplen con su trabajo y que, respaldados por la complicidad de organismos electorales, una vez asegurada su alta en la nómina, "catafixian" sus puestos antes de ejercerlos, sin importarles las razones por las que sus votantes los colocaron ahí.
Claro está que contra la pobreza generalizada, el recorte presupuestal y la necesidad de apretar un cinturón que ya nos estrangula, todo el Congreso, el Poder Judicial, los secretarios, gobernadores y altos funcionarios -salvaguardas de nuestros intereses- seguirán obteniendo salarios y prebendas absolutamente inmorales; sufrirán la reducción salarial de un 10% (¿por qué no del 50?), para apenas correr un ojillo al tan holgado cinturón suyo. De plano no es justo, y por eso enfurece saber que los mexicanos de en medio seguiremos pagando impuestos, cumpliendo disposiciones fiscales que ahora nos atacarán por todos los frentes; que pagaremos más por menos servicios y tendremos que fraccionar infinitamente nuestros salarios, para ayudar a la imposible recuperación de un sistema viciado, en el que los verdaderos ricos, líderes sindicales, políticos y profesionistas corruptos, seguirán haciendo de las suyas, coludidos con una ley que cada vez parece más instrumento de males que procuradora de justicia.
Muchas protestas se quedan en espera. Ya habrá tiempo de externarlas, pues lo más probable es que los problemas sigan, que la corrupción continúe penetrando cada resquicio del vivir ciudadano y que a los encargados de solucionar los problemas e idear la forma de superarlos se les ocurran nuevos caminos para endurecernos la existencia. Por ahora, quiero envolver mi ambiente septembrino con una capa de optimismo real, de sentimientos bondadosos y compartir la lección que, sin pretenderlo, me han dado mis alumnos de preparatoria para revalorar la patria que, por fortuna, no siempre es lo que son sus hijos: "La Patria es algo que está en el corazón. Y si éste está enfermo, no hay que lastimarlo más, hay que buscarle remedios para que se alivie."
"La patria no es sólo el sitio donde naces, donde creces o vives, sino ese lugar que al verlo, hace que en tu ser surja la frase: 'Hogar, dulce hogar.'"
"Más que un área delimitada, la patria, somos nosotros, nuestras ideas comunes y nuestra historia compartida, la emoción de saber cómo se fue formando, todos los problemas que pasó para ser lo que es." "Tu patria reside dentro de ti y de muchos otros y eso es lo que la define: donde hay un mexicano, ahí está la patria, donde estás tú, hay un pedazo de México." "Puedes sentir que perteneces a algún lugar por cuestiones sanguíneas, afectivas, históricas
Urge que recuperemos el interés nacional -sin cerrar los ojos a los problemas que, para resolver, debemos admitir-; cultivar el fervor patrio y el recuerdo significativo de fechas señaladas; pues como dice una alumna: "si nada más me quejo, no estoy haciendo nada bueno por la patria, y mi pesimismo es como un permiso para que los demás se burlen de ella. México es un hermoso país lleno de costumbres, gente hospitalaria, bellos lugares que se meten en el corazón que los conoce. Es responsabilidad de todos transformarlo, hacer que crezca y poner nuestro granito de arena para ayudarlo a mejorar".
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