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PEQUEÑAS ESPECIES ¿QUIÉN ADOPTA A QUIÉN?

MVZ. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Hay personas que orgullosamente llegan a la clínica llevando a revisión a su "nueva" mascota que recién adoptaron, porque ella los siguió hasta su casa o llegó sola, permaneciendo afuera de la casa comportándose como fiel guardián. Entonces nace entre ellos una especie de pacto donde los dos se comprometen a cuidarse mutuamente para toda la vida.

Cursaba el cuarto año de la carrera de Veterinaria, realizábamos nuestras primeras experiencias en la clínica de perros y gatos, principalmente con las mascotas de los amigos, se trataba de cirugías sencillas, como corte de orejas y de cola. Cuando eran operaciones más complicadas recurríamos con los compañeros de quinto año de la carrera, ellos nos dirigían y los hacían desinteresadamente, además de que nuestros honorarios eran simbólicos, pues nos sentíamos muy orgullosos por haber sido escogidos para la cirugía de la mascota de un amigo y con mayor razón si el perro era de alguna chica.

Así fue como llegó "Candy" a mis manos, se trataba de una perrita "Weimaraner" de color gris oscuro de tres meses de edad, aún me faltaba un año para terminar la carrera cuando me llamó por teléfono una amiga de la secundaria para revisar a su mascota que tenía una "bola" que le había salido en el vientre. Al revisarla me di cuenta que se trataba de una hernia umbilical, tomando muy serio mi papel ya como próximo médico veterinario, le dije de lo que se trataba, y que el único remedio era la cirugía.

Anteriormente había practicado esta cirugía en la escuela, con tres ayudantes y un anestesista, en un quirófano con un instrumental impecable y esterilizado, bajo la supervisión del médico que nos impartía la materia de técnicas quirúrgicas. Jamás había hecho esta cirugía solo.

Lo primero que hacíamos en estos casos, era buscar nuestro mejor amigo de la clase para que nos ayudara en la operación, después comprar el material necesario y realizar la cirugía en algún lugar de la casa donde nadie nos interrumpiera, recuerdo que utilizaba la mesita de la sala como mesa de cirugía y cuando se enteraba mi madre que utilizaba su sala como quirófano provisional, como que no era de su completo agrado, pero siempre tuve el apoyo de mis padres para todo lo relacionado con mi carrera.

La cirugía había sido un éxito, pero debido a la hiperactividad de "Candy", hubo la necesidad de suturar varias veces pues se quitaba los vendajes y también los puntos de la cirugía, en aquel tiempo no contaba con el collar isabelino que utilizamos hoy en día para evitar que se alcancen y con los dientes se quiten las suturas. Así que la tuve en mi casa como dos semanas aproximadamente y cuando la devolví a su dueña completamente restablecida, realizó algunas travesuras y como ya no era la cachorrita pequeña, pues había crecido, me dijeron que ya no la podían tener y que les ayudara a buscar un nuevo hogar.

Recuerdo que hice todo lo posible por no esbozar una sonrisa, pues confieso que me había encariñado con "Candy" así que le dije que era una lástima que ya no la pudiera tener y les pregunté que si me la podían vender, le dio mucho gusto a mi amiga el saber que yo quería quedarme con "Candy", así que me la obsequió.

Fue mi inseparable y fiel compañera durante el resto de la carrera que cursé en la ciudad de Durango, en aquel entonces no existía en Torreón la Escuela de Veterinaria, así que cada semana me trasladaba en el ferrocarril, pues era el único medio de transporte público para llevar a mí mascota y cuando me regresaba los viernes, en ocasiones lo hacíamos de aventón mi perra y yo.

Durante la semana se iba conmigo a la escuela, después al campo de entrenamiento y de ahí al comedor estudiantil, incluso me acompañaba hasta en las fiestas con los amigos, todo mundo conocía a "Candy Núñez".

Es fácil imaginar el amor y el cariño que le tenía a mi mascota, cuando tuvo su primer camada de ocho cachorros y al contar con un mes de edad, se encontraba agotada de amamantarlos y al ver ella que se quedaban con hambre, en una ocasión entró a la cocina de la casa y tomó con su hocico un trozo de carne que se encontraba sobre la mesa, era el guiso que iba a preparar mi madre para la comida, jamás había hecho tal cosa, pero al darse cuenta que lo hizo para darle de comer a sus crías y al notar que devoraron la carne de inmediato, le dio tanta ternura a mi madre que jamás la reprimió, al contrario, siempre conservó esa imagen de amor en su corazón.

Pasaron los años y me gradué, "Candy" me seguía acompañando a visitar granjas en mi trabajo, incluso a visitar a la chica que hoy es mi esposa, era inseparable, desafortunadamente sólo el cáncer lo pudo hacer, desmembró esa unión de tantos años que convivimos, que contrastes tiene la vida, no pude hacer algo por mi mascota, al contrario aceleré el momento de su partida poniéndola a dormir para siempre, aún recuerdo que al sentir la aguja de la sobredosis de anestésico, ni aún así dudó de mí, su rabo se meneaba y su mirada me decía; no te preocupes, sé que haces lo correcto, confío en ti.

Ahora sé que jamás adopté a mi mascota, la nobleza y la fidelidad que me mostró desde el primer encuentro, hasta el momento que me daba su pata para aplicarle la inyección letal, fue ella quién escogió a su protector para toda la vida.

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