Intravenoso que lo aplicábamos a través de la vena de una de las orejas del paciente, tal vez ahora si los colegas dedicados a cerdos leen este procedimiento, espero no sean tan drásticos en juzgarme ya que en ese entonces era el único recurso que contaba.
Después de rasurar y desinfectar la zona donde haríamos la incisión, colocamos un campo y por primera vez vieron nuestros compañeros ingenieros una cirugía aséptica, comparada a las que realizábamos en el campo, contaba con todas las formalidades de una intervención quirúrgica, claro dentro de nuestras posibilidades.
Recuerdo que al incidir con el bisturí me encomendé a Dios como siempre lo he hecho, y sobre todo para encontrar el pequeño puerquito causante del problema.
Al introducir la mano dentro del abdomen para localizar el cuerno uterino y al palpar aquella masa dura y perfectamente reconocible, solamente esbocé una sonrisa.
Al sacar el cuerno al exterior y al abrirlo para sacar esa pequeña cría ya muerta, solamente veía cara de asombro de mis ayudantes, posteriormente suturamos y la herida quedó perfectamente desinfectada.
Al final todo era sonrisas y felicitaciones, solo había una persona que realmente se encontraba más feliz que un servidor, era el ingeniero que había dado su recomendación.
Creo que fue tanto el éxito de la cirugía, que posteriormente el dueño de la paciente dio su anuencia para que se realizara la boda y hasta la fecha después de veintitantos años aún forman una familia feliz.
