LAS MASCOTAS DE LOS VETERINARIOS
Desde que tengo uso de razón en la casa siempre han existido las mascotas, el primer perro que tuvimos en la familia se llamaba “Sultán”, precisamente fui yo quien le dio ese nombre, en una ocasión mi maestra de primer año de primaria le escuché decir el nombre en un ejemplo que nos daba en clase referente a las mascotas, sólo recuerdo que dije, cuando tenga un perro así le voy a llamar, y llegó el día, le regalaron a mi padre un pequeño cachorrito, fue tan querido nuestro primer perro “Sultán” era una cruza de Boxer y Bull terrier de lo más noble y leal, y desde entonces siguieron tres “Sultanes” más en la casa, después vino; “Duque”, “Sofi”, “Candy”, “Blanca Nieves”, “Sam”, “Güero” y ahora tenemos a “Kuchu” y a “Coco”.
Siempre he dicho que las mascotas son como los hijos, a todos les quieres por igual, pero cada uno de ellos tienen una particularidad que todos llegan a ser especiales y tal vez llegamos a tener preferencia por esa peculiaridad tan original. Aún se me hace un nudo en la garganta cuando recuerdo a “Candy”, que fue mi mascota de estudiante en la facultad, y a dos años de haberme recibido, fui yo quien tuvo que sacrificarle por esa terrible enfermedad de cáncer de huesos que padecía, y qué decir de nuestra querida “Blanca Nieves” la mascota de mis hijos, que llegaron a crecer juntos y nos hizo la vida agradable durante catorce años, se encontraba ya enferma por su edad, hicimos hasta lo imposible por restablecer su salud, pero el tiempo no perdona, recuerdo el día que murió fue un gran drama, sólo pensé, ojalá y el día que yo muera así me recuerden mis hijos.
Un gran amigo y colega adora a sus mascotas, una Poodle y un pequeño Chihuahueño, siendo veterinario los lleva a la clínica cuando enferman o a la aplicación de vacunas, un día me dijo: quiero tanto a mis perros pues cuando regreso de trabajar, ellos se desviven cuando me ven como si hubiese pasado años de ausencia, en cambio mis hijos sólo distraen un rato la mirada de sus tareas o de la computadora cuando me miran y no demuestran el menor gesto de alegría en sus rostros.
Otro colega que lleva a la clínica a su mascota un “Coquer Spaniel” y la esposa a su querido gato, en broma me dice él que si puedo dormir al gato, y ella se enoja, siempre que llega el minino a casa después de trasnochar, con su maullido lastimero nos despierta y mi señora se levanta a darle de cenar en la madrugada, en cambio a mí, jamás me da un vaso de agua.
La mayoría de mis colegas que me visitan son hombres rudos y de carácter fuerte cuya especialidad son los bovinos y andan de establo en establo recibiendo patadas y pisotones de sus pacientes, en cambio con sus pequeñas mascotas se comportan como inocentes niños asustados, cuando padecen una ligera enfermedad respiratoria o una dermatitis común, ellos la convierten en una mortal pulmonía, o en una dañina sarna sarcóptica.
Hace unos meses mi hija Alejandra que también es veterinaria, nos avisó a mi señora y a mí, que llevaría a casa otra mascota para hacer negocio con la venta de sus crías, ya teníamos a “Kuchu” una pequeña poodle de lo más simpática que adoptamos después de haber estado seis meses en la clínica como paciente abandonada, no sé por qué razón pero la primer raza que me vino a la mente fue el “Chihuahueño”, siendo todo lo contrario, apareció mi hija con un “Gran Danés” de escaso mes y medio de edad, inmediatamente puse el grito en el cielo, y dije las mismas palabras que dijo mi madre cuando llevé a “Candy” a casa; ya tenemos un perro, necesita espacio, va a tirar la ropa del tendedero, yo no me voy hacer cargo de ella, se refería a bañarla, darle de comer, limpiar sus heces, etc. pero yo fui más drástico y le dije; no le voy a cortar las orejas, tampoco la voy a vacunar, te vas encargar de su alimentación, se va a comer mi carne asada, en fin reconozco que fui duro con mi hija y también con “Coco”, así se llama el nuevo miembro de la familia que por cierto es hermosa, tiene un manto gris con manchas negras parece un arlequín con unas enormes patas blancas, el color es el merle, con una mirada tierna que inmediatamente te ennoblece.
Parecía “Coco” que me había escuchado hablar, cuando yo salía al jardín realmente la trataba de evitar, no le hablaba y mucho menos hacerle una caricia, ella inmediatamente se me restregaba en las piernas como si fuera un gato, doquiera que estuviera echada al verme inmediatamente corría a mi encuentro, no tuve más remedio que encariñarme con ella. Después todo se invirtió, recuerdo que le insistía a mi hija Alejandra, se le está pasando el tiempo de cortarle las orejas a “Coco”, sólo me decía, después, hasta que de plano puse una fecha y hora y al fin la operamos, le pregunté por sus vacunas y desparasitación, todo está en regla, me dijo, utilicé tus vacunas de la clínica.
Ahora es mi nueva consentida, aún es cachorra y es mayor de tamaño que un “Pastor alemán” tiene alrededor de cinco meses, pesa más de 30 kg, y aún le falta crecer, ya ha destruido varias de mis camisas del tendedero, y procuro no dejarla sola con mi carne asada de los domingos.
Sólo espero verle crecer y disfrutar de su existencia como todas las hermosas e inolvidables mascotas que han venido alegrar nuestras vidas.
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