"A TI MI QUERIDO AMO"
Mi entrada en ese lugar fue algo indescriptible; todos hablaban diciendo mi suerte; todos decían que sí, pocos o nadie decía que no. Y, por fin mi suerte fue echada en ese lugar que creo que los humanos llaman "perrera".
¡Las puertas se abrieron! Yo sentí un miedo espantoso, no quería yo entrar y con la cola metida entre las patas, aullaba tratando de que tú, amo dieras marcha atrás y que me regresaras a casa, pero al parecer tú no entendías, no te dabas cuenta del enorme sufrimiento que me causaba el pensar en no ver a mi familia, yo pensaba ¿por qué me hacen esto? No he mordido a nadie, he tratado de no ladrar ya tanto, siempre te espero hasta la hora en que tú llegas y con meneos de cola y lengüetazos te demuestro el amor que te tengo. Y, por más que pensaba y pensaba, sólo llegaba a una conclusión: ¡NO ENTENDÍA POR QUÉ ME ABANDONABAS!
Poco a poco trataste de tranquilizarme -y lo lograste- mi querido amo, porque tu voz era para mí como un bálsamo capaz de calmar cualquier angustia. Me dijiste que no tuviera miedo, que ibas a regresar por mí, y que nuevamente volveríamos a estar juntos, y eso bastó para que mi alma de perro ya no albergara ningún temor, y entonces me dije, "Ya ves Lobo, estás exagerando, entra, tienes que demostrarle a tu amo que confías en él, y que valientemente esperarás el momento en que regrese por ti". Y, así lo hice.
Recuerdo que una vez que estuve adentro, vi a muchos de mis hermanos perros, muy angustiados, y a otros que indiferentes sólo miraban, y entre ellos decían: "Mira uno más que vienen a abandonar". Se cerró esa enorme reja y seguro de la situación les dije "Se equivocan, a mí no me van a abandonar, mi amo volverá por mí, él así lo prometió y él nunca me ha fallado, y para que vean que los quiero ayudar, le voy a pedir que saque de aquí a muchos de ustedes para que vean lo bueno y lo noble que mi amo es". Estábamos en eso cuando bruscamente fuimos interrumpidos porque una enorme soga rodeó mi cuello y, con palabras que nunca en tus labios había escuchado fui arrojado a una jaula donde yacían cuerpos famélicos que parecían no tener vida, entonces me dije "deben haberse equivocado de jaula porque ésta debe corresponder a alguno de mis hermanos que quizá han librado una larga enfermedad y están recuperándose para volver a casa. ¡Sí! Eso debe ser". Y, tratando de buscarte para que ordenaras que me sacaran de ahí, y, te busqué amo: y ¡Te busqué! Pero tú ya te habías desaparecido.
Pasaron los minutos, las horas, los días, como una lenta agonía que poco a poco me hacía perder la esperanza de volver a verte, pero necesitaba verte aunque solamente fuera una vez más. ¡Eso me mantenía con vida!
En esos días miles de recuerdos se agolparon en mi mente, me vi desde cachorro cuando tú mi querido amo, me rescataste de ese lugar frío y sucio en donde por última vez vi a mi madre, a la que casi ni recuerdo. Me llevaste a casa, todos me recibieron con mucho cariño, ¡si hasta me subían a las camas! Bien recuerdo. Y así, fui creciendo rodeado de toda mi familia. ¡Qué era todo y lo único que tenía! Y, conocí contigo la lealtad y la felicidad de tu compañía.
Recuerdo que después no me permitían ya la entrada a la casa, seguro porque tenían miedo de pisarme y hasta con eso demostraban el gran amor que me tenían, y que siempre guardo en mi corazón.
Una noche oí que gritaban y, aunque no lograba entender lo que decían, escuché varias veces mi nombre, después ya no supe lo que pasó, sólo recuerdo que tú, con palmadas en mi cabeza me decías "tranquilo Lobo, todo va a salir bien, yo no voy a abandonarte, te lo prometo... mi querido Lobo" y yo, con meneos de cola agradecí tus palabras, aunque no lograba comprender qué era eso que ustedes los humanos llaman "abandono", y cuando lo supe, amo, sufrí inmensamente sin verte, sin percibir tu presencia que me hacía tan feliz, sin sentir tus caricias sobre mi cabeza, ahora tan dolida por tantas mordidas que he recibido de mis hermanos, que al igual que yo, están angustiados porque nadie viene por ellos.
Las cavilaciones fueron interrumpidas, llegó ese señor al que nosotros le temíamos, entró a la jaula con un lazo en la mano, todos nos arrinconamos como si quisiéramos fundirnos en ese instante, pero era inútil, uno a uno eran arrancados de la jaula.
De pronto, todo quedaba en silencio, todos nos mirábamos a los ojos, no sabíamos cuál sería el siguiente, pero nos dábamos cuenta que a cada uno de nosotros le llegaría su turno, nunca volvíamos a ver a los que entraban ¿Qué pasaba con ellos? No lo imaginábamos, mi instinto me decía que no era nada bueno, y me aterraba que llegara ese momento.
Y mi turno llegó, fui arrastrado a un cuarto frío y oscuro. Cuando me metieron habían muchos hermanos míos, algunos trataban de salir por esa pequeña puerta que fue bruscamente cerrada cuando yo entré, yo, solamente miraba, no sabía qué nos iban hacer. De pronto, de mi cuerpo se apoderó algo que nunca antes había sentido y comencé aullar junto a mis hermanos, me empezó a faltar el aire, mi corazón latía lentamente, la orina se escurría entre mis piernas sin que yo pudiera controlarlo, empecé a sentir mi cuerpo convulsionándose de espasmos, de mi hocico empezó a brotar mucha espuma, lo que hacía más difícil poder respirar... ¡todo era angustia! Sin embargo, mi cuerpo se refugiaba en esa pequeña puerta con la esperanza de que tú, amado amo, aparecieras y quitaras el dolor de mi cuerpo que ¡tanto dolía!... Tú jamás llegaste.
Ahora, todo quedó en silencio. Y, ya no supe más de mí, pero te juro mi querido amo, que mi último pensamiento... ¡Fue para ti!