El tema de la "personalidad vendible" ya lo tratamos en una columna, pero es necesario ahondar en él, pues muchas personas sufren de verdaderos trastornos emocionales al no entender este "juego diabólico" de toda sociedad supercapitalista.
Cualquier tipo de mercancía que se ofrezca, necesariamente debe tener un "valor de utilidad"; ser útil para el propósito de quien vende esos artículos. Pero todos sabemos, que existen artículos que cumpliendo la misma función y siendo muy similares en su forma, se venden mucho más que otros, sólo por la forma en que son presentados, aun cuando sean menos útiles que aquellos que se venden menos.
En Japón, en miles de establecimientos se les ha ocurrido vender frutas como un mango, un melón y muchas variedades más, envueltos a la mitad en vistosos papeles o telas, e inclusive con una base de madera. El precio de estas frutas, que para ellos son exóticas, lo elevan considerablemente, aun cuando la fruta en nada incremente su sabor.
En el marcado laboral, una secretaria que debe gozar de la destreza de escribir con corrección y cierta rapidez, resulta indispensable. Pero si una competidora llega con otra a solicitar este trabajo, gozando ambas de capacidades y habilidades similares, en la gran mayoría de los casos, conseguirá el trabajo aquella secretaria que goce de una "personalidad más vendible".
Uno de los test de más éxito en las sociedades capitalistas, consiste en que los factores para la contratación de personal, cambió la jerarquía de esos factores. Ejemplo: tradicionalmente, el primer factor en importancia consistía en la experiencia, y el último en la escala, en la actitud, que aparecía en último lugar, para ocupar el primer sitio, mientras que la experiencia, que ocupaba el primer lugar, pasó a ocupar el último sitio.
Ahora, grandes empresas, inclusive para trabajos de alta complejidad, exigen una serie de personalidades que resultan indispensables para que una persona pueda ser contratada. Algunas empresas exigen que el solicitante posea una "actitud muy agresiva", otras, la mujer debe de ser físicamente "altamente atractiva". En ambos casos, se trata de una "personalidad vendible".
Anteriormente, la integridad moral, la lealtad, la antigüedad, constituían factores indispensables. En muchas empresas, esto ya no cuenta, pues consideran que todas las personas tienden a ser inmorales y susceptibles de ser "pirateadas" por otras empresas; y como ejercen un férreo control sobre sus trabajadores, lo inmoral no cuenta, y el que sean "pirateadas" lo dan como un fenómeno normal, pues ellas mismas siguen la misma práctica.
Todo esto ha venido a causar una gran tensión emocional en toda persona que trabaja. Inclusive, entre profesionistas, dos de la misma profesión que gocen de una competencia profesional similar, será preferida, por el demandante del servicio, aquella persona que sea más simpática, vista mejor, acompañe al cliente a la puerta de salida de su oficina o consultorio, finja que es mejor escucha, etc.
El problema radica, en que un alto porcentaje de obreros, técnicos, personal administrativo, profesionistas, saben perfectamente, que sus capacidades, conocimientos y habilidades inherentes a su trabajo o actividad, no corresponden de manera alguna, a la evaluación que de ellos se hace en el mercado de trabajo. Tradicionalmente, la capacidad, conocimientos, habilidad, marcaban la diferencia; eran premiados por sus demandantes, ya que la evaluación que hacían de ellos correspondía a sus méritos personalísimos.
Lo anterior constituye un problema muy grave, pues esto induce a la clase trabajadora y profesional, a ya no cuidar esmeradamente los conocimientos y habilidades de su actividad, sino a "venderse apropiadamente". Si el que contrata es una persona ególatra y arbitraria, el solicitante del trabajo fingirá ser humilde y se plegará a las arbitrariedades del contratante.
Por su parte, el profesionista sabe que tendrá que gozar de conocimientos adecuados, pero no se esforzará por ser un mejor médico o arquitecto, pues eso no lo situará en el mercado, sino que se esforzará en desplegar una serie de estrategias falsas a fin de presentarse como muy cortés, bien vestido, lo que vendrá en demérito de la práctica médica o de la ingeniería.
Critilo nos dice, que es sumamente difícil "hacerse" de una "personalidad vendible", por lo que necesariamente muchos obreros y profesionistas sienten en su interior una tristeza permanente y un sentimiento profundo de insignificancia, pues saben que están tan preparados o aún más, que sus colegas exitosos, pero sin gozar del mismo éxito económico y profesional.
Para estas personas que se sienten así, podría resultarles muy difícil y complicado "hacerse" de esa "personalidad vendible". Por lo que la solución consiste en seguir capacitándose a fin de brindar sus mejores servicios y trabajos.
Y pensar constantemente, que el premio consistirá en el mucho bien que a otros hacen, y que al final de cuentas, lo esencial es el servicio capaz y honesto que prestan, y no el porcentaje económico mayor como el que sí reciben sus colegas que gozan de una "personalidad vendible".
Lo vendible es temporal y pronto se acaba, mientras que el excelente trabajo o servicio lleva en sí mismo gloria y honra.