Ya tenemos un elemento más para sumar a la depresión nacional en que nos solazamos los mexicanos. Los últimos datos del Banco Mundial, de la OCDE y por si hiciesen falta los de nuestro propio banco central y del INEGI, nos hablan del desplome de las actividades económicas y se prevé que para fines de este año podemos esperar una caída de más del 7%.
Junto con lo anterior, están los indicadores del desempleo que ya se asoman a cosa del 5.4% de la población económicamente activa. Podemos derivar consuelo en el hecho de que en los Estados Unidos el dato es de 9%; en España el índice del paro es de cerca del 20%. Los sistemas de medición podrán variar, pero el hecho que permanece es real y tangible.
La OIT ha calculado que en 2009 podrá haber entre 210-239 millones de desempleados en el mundo, superior al 6.5-7.4% de desempleo que se presentó en 2008. Se calcula un aumento de al menos 200 millones de la migración de los que buscan trabajo en el extranjero.
Según dados del Instituto de Políticas Económicas de los EUA, la relación entre ricos y pobres que existía en 1960 era de 125; para 2006 ésta había crecido a 190. En ese país algunos alegan que tener una brecha no es malo y que carecer de ella ¡simplemente le restaría incentivos al trabajo! En realidad, de acuerdo con estudios de la Universidad de Michigan, la brecha se ha abierto, ya que en los últimos 20 años los hogares más ricos han duplicado su patrimonio en tanto que los pobres lo han visto bajar.
En Europa el fenómeno también se viene dando en distintos ritmos de deterioro. El Reino Unido, Grecia y España, han perdido más equidad socioeconómica que Dinamarca, Países Bajos, Slovenia y Finlandia. De acuerdo con un estudio de la ONU, el problema de la desigualdad en la India se da como resultado de la globalización y de la liberalización económica.
Uno de los factores de la desigualdad es el crecimiento de las ciudades, especialmente en los países menos desarrollados, donde sus capitales concentran altos porcentajes de población. Por el contrario, en los países más ricos, muchas ciudades están reduciéndose entre otras razones, además de las ecológicas, porque en las poblaciones más pequeñas hay una mejor calidad de vida.
El que México esté mostrando un aumento considerable de pobreza no es, pues, un asunto ajeno a las realidades internacionales. El aumento en la población que ahora llega a 7,000 millones de seres humanos ha sobrecargado las posibilidades de los gobiernos para atender las necesidades de educación, vivienda y servicios de salud.
La capacidad financiera de todas las administraciones públicas ha quedado muy por debajo de las exigencias populares, salvo en los muy contados casos de países como los escandinavos donde la recaudación alcanza cerca del 50% del PNB. México está en la misma escala en un 20%, lo que significa que no hay suficientes recursos para los pocos programas sociales en vigor.
La recesión que se detonó por la explosión de las instituciones hipotecarias norteamericanas a fines del año pasado nos llegó, afortunadamente en menor intensidad, que lo temido porque nuestro sistema financiero que fue más cauteloso. La pandemia de la influenza agravó la situación. Cabe señalar que ninguno de estos dos hechos son atribuibles a la administración de Calderón.
La flacidez económica y la debilidad productiva que nos caracteriza desde hace tiempo se acentuó cuando en los años ochenta el Gobierno dejó al país en manos de las decisiones estrictamente empresariales. La producción agrícola e industrial cedió a sus conveniencias. Los resultados están a la vista en términos de nuestra dependencia de las importaciones desde los alimentos, los insumos y componentes industriales, hasta artículos de consumo que llenan supermercados y "malls". Las decisiones empresariales sirven a su propio nivel. De ellas no puede esperarse una orientación nacional ni señalamientos de rumbos colectivos. El fenómeno no es, exclusivo de México.
La acumulación de estas situaciones provoca una insatisfacción en todos los continentes. El sistema político en México ya no pretende acallarlas como en el pasado, por medio de controles corporativos obreros, campesinos o de clases medias y retribuidos con prestaciones. El individuo y su familia, ahora desprotegidos, se sienten inermes. Ante este abandono no hay recursos públicos para responder ni preparación personal para afrontar la situación. La respuesta moderna va perfilándose hacia la acción comunitaria y de grupos autónomos de producción.
La experiencia en algunos países ofrece perspectivas que se pueden abrir en México si hay la voluntad personal para reconocerlas. Son buenos ejemplos las cooperativas y los grupos organizados de trabajo comunitario. En EUA, Canadá y España, hay cientos de miles de cooperativas al igual que en Alemania, cuna de ellas. La economía de la India se maneja en buena medida con grupos de autoayuda.
Nada lograremos si seguimos haciendo eco al coro de profetas del mal que se complacen con señalar las debilidades bien conocidas, limitándose a exigir un cambio radical en "modelos", "paradigmas" e "instituciones". Ninguna propuesta, por novedosa que fuese, podrá resistir las actitudes derrotistas que campean en estos días por el país. El viraje requerido es un cambio psicológico general hacia una actitud positiva y constructiva frente al reto de nuestros tiempos globalizados.
La tarea de superar la pobreza comienza por extraer fuerza de ella, entendiendo su origen para reaccionar constructivamente a ella y llevar al país adelante. En otras palabras, el país saldrá de la crisis con la suma de voluntades individuales enfocadas en una visión de comunidad.