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Policías

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Si usted es lector consuetudinario de la tira cómica de aquí al ladito, "Fábulas de policías y ladrones", del genial Trino, seguramente ha tenido la incómoda sensación de que esas parodias, sátiras y burlas pueden no serlo. Que las mamarrachadas que en ella se narran, de hecho pueden resultar reales. No es por nada, pero en Torreón pareciera que, en efecto, hay un asalto bancario cada día. Quizá no al mismo banco, ni a la misma cajera con chongo gigantesco. Pero de alguna manera, la tira parece una ilustración de la realidad. O una representación del mundo paralelo que es la práctica, en oposición a la teoría, jurídica.

Y es que la función policiaca en este país siempre ha estado situada en el mundo de la fantasía. Y por eso México es el país con uno de los índices de impunidad criminal más altos del mundo. Las numerosas y muy variadas policías existentes han probado, en casi todos los niveles, ser nidos de ineficiencia, corrupción y, paradójicamente, inseguridad. No por nada la población, cuando se le pide su opinión, suele ponerlas en el segundo lugar en términos de desconfianza. Sí, los diputados están todavía peor calificados en esa escala de la vergüenza.

¿Qué hacer? Desde hace ya buen rato, y desde diversos círculos, ha venido rolando una propuesta: hacer tabula rasa, borrón y cuenta nueva, y acabar con todas las policías municipales y especiales existentes. Que la seguridad de cada comunidad de una entidad dependa de una sola Policía Estatal; y que se refunde una Policía Nacional, que por sus características y alcances no sea tan fácilmente cooptada, corrompida o vulnerada como las actuales. Algunos quieren ir más allá: que esa Policía Nacional sea militarizada, a la manera de los carabinieri italianos, los carabineros chilenos.

Muchos países tienen policías nacionales, que por sus características presentan ventajas que resulta imposibles de hallar en las policías locales (incluyendo las estatales). Suelen ser más eficientes, profesionales y experimentadas que sus contrapartes municipales o provinciales. Y con frecuencia inspiran mucho respeto, tanto entre los ciudadanos comunes como entre los criminales malosos.

Como suele ocurrir con toda reforma urgente que requiere este país, ya hubo todo un coro de políticos que han puesto el grito en el cielo ante esta propuesta. Y es que los alcaldes (y en cierta medida, los gobernadores) perderían el control de quienes legalmente asestan macanazos. Y eso no les gusta mucho a ciertos señores de horca y cuchillo, cuyos poderes caciquiles quedarían de esa forma menoscabados.

Pero esa reforma es urgente. Y todavía más con la inseguridad que nos agobia. Para acabar con la gangrena, hay que amputar. Duele, pero no queda de otra.

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