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Política con hechos versus política retórica

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Desde que el gobernador Humberto Moreira Valdés ganó los comicios del Estado, es decir la gubernatura, la oposición política pareció desaparecer en Coahuila, se esfumó y no se supo de un triunfo electoral plausible en los siguientes procesos federales, estatales y municipales, al grado de los que voceros del PAN ni siquiera usaron su acostumbrada retórica oposicionista para opinar o comentar sobre algunas de sus derrotas. ¿Triunfos electorales? Ninguno. ¿Cargos electorales? Los de contentillo, el regalito institucional por medio de la representación proporcional. ¿Otros logros? Sí: el Poder Ejecutivo federal, un precario número de curules federales y estatales más algunos gobiernos de entidades federativas, menores a los que tenían previamente.

Las obras públicas y los actos de Gobierno de Moreira Valdés estaban presentes ante las necesidades de los coahuilenses, pero también en sus conversaciones, pues se integró en forma insensible una corriente de opinión positiva que ocupó los espacios en la radio, en la televisión, en la prensa escrita, en los cafés, en las cantinas y hasta en las iglesias de las diversas religiones. ¿Tema? Los puentes que ahora agilizan la circulación vehicular en las vialidades más importantes de nuestras poblaciones y en las carreteras que comunican a las principales ciudades y aún las más pequeñas, que vivieron días intensos invadidas por las grandes máquinas de construcción y el incesante quehacer de las cuadrillas afanosamente laboriosas. Se hicieron escuelas primarias y de bachilleres en los pueblos más alejados; centros médicos que se apoyan en un sistema de ambulancias para casos de emergencia; una red de farmacias populares que ponen al alcance de la gente y al mejor precio, los medicamentos requeridos. En una palabra, esta dinámica de fortaleza y popularidad del gobernador Moreira no fue artificiosa, por el contrario estaba cimentada en acciones y en obras positivas del Gobierno.

Así igual que hace un año, nadie se asombre, escandalice o proteste por que el PRI vaya a triunfar en todos o en la mayoría de los ayuntamientos que estarán en juego el próximo domingo 18.

Por la otra parte, hasta hace tres días el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, se resolvió a asumirse como tal en la vida real mediante hechos concretos: los iniciados para resolver añejos problemas sindicales y financieros de la compañía de Luz y Fuerza del Centro. Fue, además, un esfuerzo que intentaba desvanecer los juicios negativos que su antecesor Vicente Fox y él mismo recibían de la masa de responsables ciudadanos que se sentían dañados por el crack financiero mundial y resentidos por las equívocas medidas fiscales propuestas para supuestamente combatir la crisis. Quizá Calderón amaneció el domingo como siempre amanece: un funcionario cuidadoso de las formas y de su persona; pero el lunes echó a andar la máquina publicitaria oficial del Gobierno del país, en una campaña que, montada para sacralizar los actos del presidente Calderón, pudieran tener algún efecto electoral a favor del PAN en las elecciones del próximo domingo; mas no para que ese partido logre erigirse triunfador en los comicios, a pesar de que el blanquiazul haya movilizado esta semana a Torreón a su batería de miembros más destacados.

Asómbrense si, ambos partidos, de que la ciudadanía se aleje de las elecciones y provoque un ausentismo tal que pueda descalificarlas. Esto devendría grave para el porvenir político y electoral del Estado y la República. E igual para la incipiente democracia que protagonizamos. Por lo pronto habrá que presentarse en las casillas para votar desde las primeras horas.

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