Ponce y Macías triunfan en la México

Hace poco más de un mes, en Los Pinos, mientras veíamos su rincón taurino con pinturas, fotografías y esculturas, ella me confesó: "Está muy difícil que vaya a la Plaza por varias razones... A ver si aguanto".

Pero no, Margarita Zavala de Calderón no pudo con la abstinencia, y ayer retornó a su lugar acostumbrado, en barrera de segunda fila de sol. Joselito Adame le brindó el sexto de la tarde, "Ventilador", y sin duda ella pasó la prueba de la Plaza de Toros, un foro en el que el público se expresa como quiere. Ni un silbido, aplausos.

Tuvo suerte la Primera Dama. Estuvo en una corrida histórica. Fue parte del público que se entregó sin reservas al arte, a la inspiración del valenciano Enrique Ponce. También aplaudió el valor, la voluntad, el mérito en los muletazos de Arturo Macías y se quedó esperando que le otorgara el juez la oreja que pedía la mayoría para el joven Joselito. El jueves pasado, el que fuera niño becerrista y se hizo novillero y matador en España, ocupaba un lugar en el segundo tendido de sombra.

Ponce, un torero en su plenitud. Si José Tomás es la prosa en drama, Ponce es la poesía de suaves rimas. Delicadas sus verónicas. Con la muleta, a "Notario", de la ganadería de San José, le enseñó a embestir, lo llevó lenta, muy lentamente, en naturales, derechazos, eternos pases de pecho, elegantes trincherazos y unos pases muy especiales, muy de él. Flexionando ambas rodillas, con la mano hacia delante y atrás, hasta provocar escenas para los pinceles y los lienzos y para que miles de personas se pusieran de pie, gritarán a todo pulmón: "Torero, torero". Mató al primer viaje, tuvo las dos orejas y el rabo.