"En política, nunca nada pasa por accidente. Si pasa, puedes apostar que así se planeó."
Franklin D. Roosevelt
El Sindicato Mexicano de Electricistas ejercerá hoy presión a favor de su causa de la manera en que tradicionalmente lo hacen los grupos políticos de nuestro país: tomando como rehenes a millones de mexicanos.
Las movilizaciones tienen como propósito ahorcar a la Ciudad de México. La idea es generar frustración a los ciudadanos, a quienes se les impedirá llegar a su trabajo o conducir sus actividades cotidianas, para que esto genere presión política para los verdaderos destinatarios del mensaje: el presidente Felipe Calderón, su equipo de trabajo y los jueces, magistrados y ministros que verán el proceso jurídico que busca revertir la extinción de Luz y Fuerza del Centro.
El propio SME ha señalado que contará con el apoyo de 700 organizaciones. El Sindicato de Telefonistas, encabezado por el diputado perredista Francisco Hernández Juárez, ha ordenado a sus agremiados que falten a su trabajo hoy para acudir a las movilizaciones, a pesar de que esto podría obligar a Teléfonos de México a descontarles el día. Muchos otros grupos políticos, sindicales y sociales han prometido también unirse a las protestas.
Desde muy temprano empezarán las movilizaciones. Habrá volanteo en las calles y algunos grupos harán caravanas de paso lento -para entorpecer el tránsito-por las principales carreteras de ingreso a la ciudad. Habrá también marchas que saldrán de estaciones del Metro y de otros puntos y que buscarán provocar el colapso del tránsito.
Un grupo de diputados del PRD y el PT utilizará su fuero para tratar de "retomar" las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro. Están buscando que se les rechace físicamente, para que puedan reclamar malos tratos y la violación de su fuero. El SME contará, además, con el apoyo de las autoridades perredistas del Distrito Federal que, con cortes a la circulación, protegerán a los manifestantes y tratarán de aumentar el caos.
La técnica del SME no es nueva. En muchas ocasiones los grupos de presión política han buscado asfixiar a la Ciudad de México con protestas. Uno de los casos más notables fue el plantón de varias semanas en el Paseo de la Reforma que en 2006 llevó a cabo Andrés Manuel López Obrador con el abierto respaldo del Gobierno del Distrito Federal encabezado en ese entonces por el perredista Alejandro Encinas.
La lógica y la experiencia nos dicen que estas tácticas no sólo no generan apoyo popular sino que lo pierden. El PRD, con sus aliados, estuvo a punto de llevar a López Obrador a la Presidencia de la República en 006, cuando éste obtuvo el 35 por ciento del voto popular. Hoy el PRD y sus aliados se han desplomado en las preferencias electorales. En los comicios federales de 2009 obtuvieron sólo el 20 por ciento del voto.
A Martín Esparza, sin embargo, poco parece importarle el respaldo de la población. Tiene el apoyo incondicional de los grupos de izquierda radical y eso es suficiente. Incluso el que haya conseguido la primera victoria en las batallas judiciales, al recibir una suspensión definitiva de una juez de amparo que impide que la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje se pronuncie sobre la terminación de las relaciones laborales de Luz y Fuerza del Centro, no lo ha convencido de evitar la agresión a los ciudadanos.
Esparza declaró ayer que él y sus simpatizantes tratarán de afectar lo menos posible a la población. Pero la planificación de las marchas y protestas no deja lugar a dudas. La idea es pegarle al pueblo... para que el lamento lo escuche el poderoso señor de Los Pinos.
Ahora comienza el reparto del botín. Una vez elevados los impuestos, los diputados de todos los partidos buscan sacar la mejor tajada posible del dinero. Poco importan los programas: lo relevante es qué partido controlará mayor gasto para comprar más votos.