"Empieza con lo que es correcto, en lugar de lo que es aceptable."
Franz Kafka
Los funcionarios de la Embajada se mueven como sordos fantasmas ante las preguntas desesperadas de quienes se arremolinan fuera. La nueva orden que obliga a los mexicanos a obtener visas para viajar a Canadá ha logrado lo imposible: volver déspotas a los canadienses en su trato a los mexicanos.
En un principio no se podían bajar las formas de Internet. Las filas interminables, que se forman desde la noche anterior, se han convertido en una dura prueba para muchos, especialmente las personas de mayor edad.
El ingenio comercial de los mexicanos ayuda a aliviar las cosas. Ya hay vendedores que ofrecen las formas impresas y ayudan a llenarlas. Otros alquilan banquillos para sentarse en la fila. Algunos más cuidan los automóviles en las calles alrededor de la Embajada. Algunos venden las guías prepagadas de mensajería que la Embajada pide para devolver los documentos.
Los requisitos son una verdadera pesadilla y varían en cada caso. El instructivo se extiende por diez confusas páginas. No es lo mismo pedir una visa de turista para quedarse en un hotel que para permanecer en casa de una familia. Las formas están en inglés y francés y deben llenarse en alguno de esos idiomas. Hay que ser políglota para visitar Canadá.
En la Embajada debe dejarse el pasaporte original y toda la documentación. La página de Internet recomienda mandar todo por correo o depositarlo en un buzón (que no existe) con una guía prepagada de mensajería. Pero el tiempo normal de trámite puede ser de 45 días.
Para algunas visas se pide un certificado de falta de antecedentes penales, que desde hace años no existe. Los menores requieren una carta notariada de los dos padres. La notarización, que lleva tiempo, puede costar hasta 4,000 pesos por niño.
Los trámites sólo se pueden realizar en la Ciudad de México. Ninguno de los consulados en el resto del país puede llevarlos a cabo. Quienes quieren viajar a Canadá deben realizar un traslado adicional al Distrito Federal o permanecer varios días en la capital. Si alguien quería viajar desde Tijuana a Vancouver, tiene hoy que hacer una escala de varios días en la Ciudad de México. Para que alguien más haga el trámite por uno se requiere una carta poder, pero certificada por notario.
Los trámites deben ser acompañados por un pago equivalente a 75 dólares canadienses (alrededor de 845 pesos) en el caso de un solo ingreso y más en otros tipos de visa. El pago debe hacerse con cheque certificado a nombre de la Embajada de Canadá, pero sólo se aceptan cheques de Banamex o Bancomer (ni siquiera los de Scotia, un banco canadiense). Nadie en la Embajada proporciona información sobre éstos o muchos otros detalles.
Ayer México siguió el ejemplo de la República Checa y estableció el requisito de visa para diplomáticos y funcionarios públicos canadienses. Los checos han pedido también a la Unión Europea que exija visa a todos los canadienses que quieran ingresar a Europa. Pero México no lo puede hacer. Si bien unos 236 mil mexicanos viajan anualmente a Canadá, 1.3 millones de canadienses visitan México y dejan una derrama superior a los mil millones de dólares. Nuestra industria turística no puede darse el lujo de ahuyentarlos.
El ingenio de los mexicanos ha permitido paliar los problemas generados por intempestiva decisión del Gobierno canadiense. Pero la idea positiva que muchos mexicanos teníamos de Canadá y de los canadienses, especialmente después de los malos tratos recibidos a manos de funcionaros de migración estadounidenses, ha recibido un golpe mortal.
La PGR rechazó ayer las acusaciones que Servando Gómez Martínez, "La Tuta", líder de la Familia Michoacana, hizo contra Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública. Seguramente tiene razón. Pero ¿por qué acepta como ciertas las acusaciones que otros narcotraficantes han hecho contra Julio César Godoy y decenas de funcionarios michoacanos?
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