CUANDO SURGE LA ENVIDIA
La envidia es común y corrosiva -usualmente no es reconocida- penetra en la oficina con un sentido de injusticia.
La envidia es la bilis que nos envenena cuando queremos algo que pertenece a otro; le siguen muy de cerca los celos: esa sensación de que alguien nos arrebata algo que ya poseemos, especialmente el afecto o la admiración de una persona importante.
Una envidia moderada es aceptable en nuestra cultura materialista, pero en el ambiente de trabajo es más que moderada y puede llegar a ser una fuerza invisible y destructiva. Generalmente surge de una mezcla de competitividad, inseguridad emocional y situaciones de insatisfacción. Cuatro factores favorecen su manifestación: una cultura de alta competitividad en el trabajo, un jefe conflictivo emocionalmente inestable, favoritismos y logros excepcionales.
La envidia inhibe todos los niveles de habilidad y éxitos, es provocada involuntariamente por alguien con una trayectoria excepcional; cualquiera que sea el origen, su impacto es desgastante, principalmente porque no se admite; vemos a nuestro alrededor y detectamos injusticias y repudiamos a aquellos que creemos han sido indebidamente compensados a costa de nuestros esfuerzos.
La envidia desatada, nuestra resistencia a encararla y llamarla lo que es, nos lleva invariablemente hacia una mediocridad profesional: restringimos nuestro trabajo en equipo porque no queremos que otros se beneficien; nos volvemos críticos de las cualidades de los colegas que antes apreciábamos; nos convertimos en jueces implacables, pues en nuestros corazones creemos ser mejores personas.
Por supuesto que hay mucha gente que rechaza desde un principio envenenar su mente con prejuicios; con un esfuerzo mental transforma la envidia en inspiración. "Si ellos pudieron avanzar en sus carreras yo también puedo lograrlo". El flujo de grandes esfuerzos que se requieren para alcanzar estas nuevas metas, alejará esa sombra siniestra de la envidia.
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