El año pasado en mi curso de Agroecología que se ofrece en la maestría en agricultura orgánica sustentable, de la Facultad de Agricultura y Zootecnia de la Universidad Juárez del Estado de Durango, nos planteamos a manera de conjetura que dirigiera un estudio de caso de los alumnos, la posibilidad de producir alimentos en las zonas urbanas y que colateralmente coadyuvara en la revegetación de áreas como las azoteas de las casas o los patios que en muchos casos se encuentran totalmente sin vegetación, y así coadyuvar también en la mitigación de los gases de efecto de invernadero, mediante el almacenamiento del principal gas con dicho efecto, el dióxido de carbono en los tejidos de las plantas cultivadas.
Los resultados de dicho ejercicio fueron sorprendentes, particularmente en dos sentidos: los muchachos inmediatamente dieron con un cúmulo de información disponible en la Internet sobre modelos de producción de alimentos alternativos a los convencionales, uno de → éstos es la agricultura urbana, y en segundo lugar diseñaron un pequeño huerto basado en la información consultada.
De acuerdo con nuestro buen amigo Ramón Soriano de la UAM Iztapalapa, la agricultura urbana es la práctica agrícola y pecuaria en las ciudades, que por iniciativa de los productores afincados en las ciudades y sus alrededores; utilizan los mismos recursos locales, como mano de obra, espacios, agua y deshechos sólidos orgánicos y químicos, así como servicios, con el fin de generar productos de autoconsumo y también destinados a la producción de alimentos para el autoconsumo y venta en el mercado. Muchas formas de agricultura urbana se han desarrollado, destacan por su facilidad de aplicación los jardines orgánicos de hortalizas, los cuales utilizan un procedimiento muy sencillo y económico llamado organoponía, nombre derivado de la hidroponía, y que se conoce también como semi-hidroponía o geoponía. Este método se puede practicar en cualquier espacio desocupado de la casa, se emplean botes, tinas en desuso, llantas o macetas ordinarias para colocar en ellas composta de jardín que se produce de manera muy simple con desperdicios de verduras, frutas, restos de hojas de árboles o lo que queda después de cortar el césped. A esta composta se le añade tierra para las macetas, se mezcla y se está listo para cultivar la hortaliza de temporada. Esta manera de producir alimentos se está utilizando actualmente con mucho éxito por amas de casa organizadas del Distrito Federal, aunque seguramente el caso más exitoso se encuentra en Cuba, país en el que como ya sabemos, debido a la gran necesidad de alimentos para su población, se ha tenido que organizar en las diferentes ciudades para producir todos los insumos de orgánicos necesarios para desarrollar su agricultura urbana.
Son múltiples los beneficios que se obtienen con esta actividad, la disponibilidad de alimentos que sean nutricionalmente adecuados y desde luego seguros para la salud de las personas es uno de ellos. Este último punto, quizá es una de las razones de mayor peso que motivan a los habitantes urbanos de países desarrollados como Holanda, Canadá y los Estados Unidos a producir alimentos con procedimientos orgánicos. En estos países, al igual que en el resto del mundo, atribuyen el surgimiento de enfermedades degenerativas como el cáncer, la diabetes, la esclerosis entre otras, y el incremento en su prevalencia a los residuos peligrosos contenidos en los productos de la agricultura industrializada tales como pesticidas, hormonas, promotores de crecimiento, antibióticos, etc.
La experiencia que mis alumnos tuvieron con la producción orgánica de hortalizas, mediante el empleo de la organoponía, la presentaron con bastante éxito en el VI Encuentro sobre Biodiversidad y Desarrollo Sostenible en La laguna (Biodiversa Laguna), que año con año se realiza en el Tecnológico de Monterrey Campus Laguna. Temas como éste se volverá a exponer, en la versión 2009 de Biodiversa Laguna, pida informes y asista, no se arrepentirá.