NUEVA YORK.- "Madam Secretary, soy un miembro del Servicio Exterior que acaba de ser asignado a Paraguay
Se llama Ralan Hill y es un joven diplomático estadounidense que rompió las formas y el protocolo - o el acartonamiento- que caracterizan al mundo diplomático al lanzarle esa pregunta a Hillary Clinton durante una sesión de preguntas y respuestas que la nueva Secretaria de Estado estadounidense mantuvo con empleados de Foggy Bottom recientemente.
Como buena política, Hillary le dijo al diplomático que consideraba esa situación como un asunto de "igualdad de condiciones y prestaciones laborales, de retención de buenos empleados y de seguridad de las comunidades diplomáticas en el extranjero." Por ello, la Secretaria prometió una "pronta revisión y una respuesta rápida sobre qué se puede cambiar al respecto."
Imaginemos uno, o dos ejercicios similares en México: "Señora Canciller, por más de 20 años he sido un orgulloso miembro del Servicio Exterior Mexicano, estoy adscrito en una Embajada en el Oriente Medio. Llevo varios años con mi pareja, pero mientras que la Secretaría pagó los vuelos de las esposas, esposos e hijos de mi compañeros y compañeras de la Embajada, así como el seguro médico de todos ellos, ni el vuelo de mi compañero sentimental ni su seguro médico fueron cubiertos porque somos una pareja del mismo sexo."
"Estimada Patricia, como sabes, no soy del Servicio Exterior. Mi nombramiento en una importante embajada en Asia fue político, pero me acabo de enterar que las prestaciones del Reglamento de la Ley del Servicio Exterior Mexicano sólo pueden ser extendidas a los y las 'cónyuges' pero no a los y las concubinas. ¿qué opinas sobre esta situación?, ¿cómo la vamos a arreglar?
Al igual que en el Ejército, quienes ingresan a trabajar al Servicio Exterior Mexicano o al de cualquier otro país, lo hacen por un enorme amor a su país. El trabajo requiere disciplina, lealtad, estar lejos de casa y demanda, en muchas ocasiones, ser idealistas, si se quiere, tratando de arreglar los problemas del mundo o defendiendo los intereses de México, en el mejor de los casos. Por supuesto también están los cínicos, quienes gastan el presupuesto en colchones lujosos, en remodelaciones excesivas de embajadas sin dar resultados, sin llevar inversiones a México, sin defender a los paisanos en la red consular, sin promover la cultura mexicana como una herramienta de política exterior.
Hemos avanzado mucho en términos del combate a la discriminación al interior de México. Ahí está el Conapred y las raíces que empieza a sembrar en el enramado institucional y en la cultura política del país. Hacia afuera, México parece promover el combate a la discriminación como el ejercicio de una democracia que desea consolidarse. Ahí está la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, inspirada en gran parte por Gilberto Rincón Gallardo antes de su muerte. Ahí está el apoyo de México a una declaración que fue apoyada por más de 66 países en la Asamblea General de la ONU en diciembre pasado para despenalizar la orientación sexual distinta a la heterosexual a nivel internacional. Ahí está incluso la activa participación de México en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Es un ejercicio hipócrita el decir que mantenemos el hogar limpio, pero tiramos la basura en la calle. La política exterior de un país debe reflejar sus valores en el mundo. Buena parte de esta misión pasa por reconocer el trabajo de todos y todas las integrantes del Servicio Exterior Mexicano, dándole los mismos derechos a sus concubinos o a sus parejas del mismo sexo que por Ley se les da a los cónyuges heterosexuales. Ello implica sólo agregar unas palabras en un texto legal, pero implica y dice mucho sobre el México que queremos proyectar en el mundo.
Politólogo e Internacionalista
