Nuestra oligarquía de élites políticas y económicas, se sustenta principalmente en fuerzas productivas baratas, una gran masa ignorante, manipulable y aguantadora. Teniendo como antecedente el sistema de castas prehispánico, la época colonial ensanchó diferencias, configurando el marco de referencia racista y excluyente que ahora tenemos. Las actitudes de rechazo hacia lo indígena, lo jodido o lo moreno, el individualismo, la no-confianza y la corrupción, son parte de la identidad mexicana tan traumatizada. Lo es también el sometimiento de las mayorías en beneficio de unos pocos.
Conozco a personas cansadas de su realidad, que no tienen oportunidades nuevas, ni para su esposa, ni para sus dos hijas, que ni ropa tienen para ponerse. Conozco despilfarradores consumados de primer orden, que compran y suben y transitan despreocupados, aun entre desigualdad en cada semáforo, entre problemas y contrastes que abundan. Estos tiempos no son placenteros ni normales, sino de economía colapsada, inseguridad, matanzas, injusticia, un país que sin rumbo se desgaja.
Es evidente el descontento social, mas resulta difícil hacerse escuchar, erradicar la condición de ciudadano invisible. Las decisiones se siguen tomando entre pocos, y para pocos. Porque aun en esta situación precaria, los espacios siguen cerrados, y la oligarquía sigue apostando más al embrutecimiento, sometimiento, retraso continuado colectivo, que a cualquier otra cosa.
Al fin de cuentas -piensan, el tiempo continuará pasando sin afectar posiciones de privilegio, sin ningún avance en realidad democrático, como desde hace tantos años, y la plebe seguirá controlada por subsidios, programas cómicos, el Cuah y noticiarios previsibles, el cine de ficheras (ahh, ¡cómo me gusta!), las revistas del corazón, la época de oro, el nuevo cine mexicano, toda una industria que inyecta la idea de que todo va bien, de que estamos alegres, del mexicano afortunado, cumplidor, buen colega suspicaz, simpático y que goza la vida, capaz de arreglar los cables del auto con un chicle, dueño de una ingeniosa improvisación.
Pero todo es un engaño gigantesco, y ninguno de los que pueden, quiere encontrar salidas. No ocurre nada porque las élites no sueltan posiciones, y lo mismo ocurre para abajo. Cada quién defiende su resquicio y mejor ni voltear porque te quitan el plato colega, mejor dedícate a proteger lo que tienes y que los demás se rasquen como puedan, y no importa la educación en pañales, y no importa que los pesos no alcancen, ni que las casas se desfonden en los peñascos mal urbanizados, porque el drenaje ilegal, tampoco importa.
Lo único que en realidad importa es seguir explotando al que se deje, exprimiendo país y gente, al cabo no se agota, no revienta todo esto porque la válvula de escape está allí y es cuestión de aumentar 3 pesos el salario mínimo mensual colega, o ya veremos qué aumento se busca si las cosas se ponen difíciles, uno que otro pan, y circo también, ya viene el mundial, menos mal, o el rebozo negro en media luna de "La Gaviota" que lucía impoluto en Ciudad del Vaticano, menos mal, tenemos salvador, nunca México estuvo más cerca del campeonato del mundo, o de los cuentos de hadas.
Así es como están las cosas colega. A mí me da vergüenza. Pregúntate entonces qué imagen tienes de tu persona, qué dignidad tienes, quién te explota, a quién explotas, qué tipo de país quieres. Pregúntate qué parte de la cadena ocupas, y de qué forma te engañan quienes ponen el pie en tu cara. Cuestiónate si el objetivo es dejar inalterado el actual estado de cosas. Pregúntate si a ti también te distrae diariamente la realidad manipulada.