"Me encanta actuar. Es mucho
Más real que la vida."
Óscar Wilde
Entiendo que en la duda, hay que actuar con cautela. Cuando surgió el virus de la influenza A/H1N1 había muchas dudas sobre su transmisibilidad y patogenicidad. Pero con lo que sabemos ahora, no hay que confundir precaución con prejuicio.
Las autoridades capitalinas y federales están tomando medidas para reanudar de manera gradual la vida educativa y económica del país. Esto es sensato.
Las universidades y preparatorias reanudan actividades hoy; las primarias y secundarias, el lunes 11 de mayo.
Se mantienen, sin embargo, restricciones absurdas. Entre ellas se cuentan las que se aplican a los centros de entretenimiento.
Hoy sabemos que el A/H1N1 es un virus de transmisibilidad media y patogenicidad reducida. También que es sensible cuando menos a dos antivirales, el oseltamivir (Tamiflu) y el zanamivir (Relenza), de los cuales hay una amplia reserva en el país.
En México se han registrado 42 muertes confirmadas por la enfermedad, la mayoría, al parecer, porque los pacientes no recibieron tratamiento oportuno. Pero no podemos perder de vista la dimensión de esta epidemia en un país en el que mueren 1,800 personas al mes sólo por neumonía.
La autoridad tiene obligación de aplicar medidas razonables de salud pública para impedir la expansión de la epidemia, pero no de asumir actitudes moralistas o prejuiciosas. Es lógico reducir aglomeraciones, pero no atentar innecesariamente contra la supervivencia económica de quienes se ganan la vida de manera lícita en el negocio del entretenimiento.
El Gobierno del Distrito Federal afirma que está actuando por razones de salud pública al prohibir la operación de bares, teatros o cines. "En la ciudad todavía no está autorizada lo que serían todas las actividades de entretenimiento", dijo el jefe de Gobierno Marcelo Ebrard este 5 de mayo.
La palabra clave es "entretenimiento". El secretario de Gobierno de la ciudad, José Ángel Ávila, me explicaba ayer que se ha limitado el horario de los restaurantes, que sólo podrán permanecer abiertos hasta las 10 de la noche, para permitir la actividad de "alimentación", lo "que no implica la diversión
Quienes proveen servicios de entretenimiento no están de acuerdo. Alejandro Ramírez, director general de Cinépolis y presidente de Canacine, la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica, apunta que los cines generan 25 mil empleos directos. Morris Gilbert, el renombrado productor de teatro, me dice: "La diversión y el entretenimiento también son un derecho, también son absolutamente necesarios."
Por lo pronto, los lugares de diversión están resintiendo un trato discriminatorio. Las escuelas, las tiendas, las oficinas y el transporte público pueden operar con reglas razonables de salud, pero no los bares, cines y espectáculos en la Ciudad de México, aunque produzcan menos aglomeración.
Fuera del Distrito Federal, no se permite que dos familiares que viven en la misma casa puedan sentarse juntos en cines o teatros.
Estados Unidos, con cientos de casos de influenza A/H1N1, no ha cerrado escuelas, oficinas, cines o teatros. Sin embargo, casi no tiene muertos. Los especialistas estadounidenses parecen haber entendido mejor que los mexicanos la naturaleza de la epidemia.
Aplican medidas de higiene y tratamientos oportunos a los infectados, pero no acaban con la forma de vida de alguien que sólo ha cometido el pecado de trabajar en la industria del entretenimiento.
Ayer por la noche el Gobierno del Distrito Federal tomó la decisión de modificar la alerta de naranja a amarilla y permitir así la apertura de cines, teatros, gimnasios y demás centros de diversión. Es una medida adecuada, por las razones que ya he explicado en el artículo. Qué bueno que la sensatez prevalece al final. Debemos dejar atrás los prejuicios y actuar con inteligencia.