Si el arte de la política consiste en tragar sapos y sonreír, el de la diplomacia estriba en comérselos y decir que están re buenos. Los diplomáticos son especímenes especialmente entrenados para no decir nada que pueda ofender, pesar con báscula cada una de sus palabras, y no reaccionar de manera intemperada ante ninguna provocación.
Claro que hay de diplomáticos a diplomáticos. Y bien sabemos que la actual Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, no tuvo ningún tipo de carrera en el servicio exterior de su país antes de tomar las riendas del entramado diplomático más complejo e influyente del mundo. El problema es que de repente se le nota.
Hace unos días, en una cumbre de países asiáticos en Tailandia, a la señora Clinton le salió el corajillo que le trae a Corea del Norte por sus recientes provocaciones, que incluyen la detonación de un artefacto nuclear de prueba y el lanzamiento de media docena de misiles, nada más para que vean que sus muy comunistas chicharrones truenan.
Ante la negativa tajante de los norcoreanos a reanudar pláticas sobre desarme, Clinton dijo públicamente que los líderes de Norcorea parecían "niños chiquitos, adolescentes desmandados, gente que desea llamar la atención". Traducción: los norcoreanos lo que quieren es que les hagan caso, y por eso se avientan esas pataletas.
Claro, las pataletas incluyen armas nucleares y misiles de mediano alcance. No son cualquier berrinche, ciertamente.
Los norcoreanos respondieron más o menos en el mismo tono: un vocero del Relaciones Exteriores en Pyongyang reprobó "la sarta de comentarios vulgares indignos de una persona en su posición, que vierte donde quiera que va desde que tomó el cargo".
Para rematar, el vocero comentó que Hillary Clinton "no es de ninguna manera inteligente" y es "una mujer chistosa. A veces parece una niña de primaria, a veces una pensionista que anda de compras". A Hilaria, quien siempre se las ha dado de andar a la moda, este último comentario le ha de haber caído como patada en el estómago.
El intercambio de lindezas no pasaría de ser parte del nutrido anecdotario de las relaciones de Corea del Norte con el resto del mundo, de no ser porque pone en evidencia un hecho grave: que las conversaciones para desnuclearizar a ese estado rejego están definitivamente canceladas. Y ahora, una vez más, el mundo debe empezar a preguntarse cómo lidiar con él. Mientras tanto, los norcoreanos ganan tiempo para seguir con su programa nuclear, y ver de qué novedosas formas vuelven a agarrar fuera de base a todos, de la ONU para abajo. Digamos que es la especialidad de la casa.