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¿QUÉ HAGO?: MIS SENTIMIENTOS ME DOMINAN PALABRAS DE PODER

JACINTO FAYA VIESCA

Podemos estar plenamente conscientes de que todo lo nuestro va bien, y sin embargo, por una nimiedad estallamos en cólera; o bien, nos invade una ola de melancolía. No sabemos por qué razón nos sentimos así, pero la realidad es que los sentimientos van y vienen, y de alguna manera colorean nuestras vidas.

Ya el apóstol San Mateo había escrito: "De la abundancia del corazón habla la boca". Esto quiere decir, que nuestras palabras manifiestan la forma en que nos sentimos al hablar. Cuando sentimos que alguna persona nos ha herido en nuestros sentimientos, la herida puede ser superficial o llegar a lo más profundo de nuestro corazón.

Cuando la turbulencia sentimental es muy intensa y aguda, se habla de "emoción"; cuando el estado afectivo persiste de manera uniforme, estamos ya ante "un estado de ánimo". Nuestros sentimientos están fundidos con el conjunto de nuestra vida consciente y están conectados con la totalidad de nuestra vida anímica.

No es nada fácil que tratemos de analizar racionalmente las causas inmediatas de un sentimiento que de pronto nos ha invadido, ni tampoco debemos desconocer que el temperamento de una persona influye en el surgimiento de sus sentimientos agradables y dolorosos.

Nos exigimos demasiado cuando pretendemos que desaparezca de inmediato un sentimiento de ansiedad o de tristeza que de pronto ha nacido en nuestro corazón. Los sentimientos no son, como comúnmente pensamos, algo simple y que puede estudiarse sin tomar en cuenta otros factores esenciales. Es cierto, que hay sentimientos muy agradables y sentimientos muy dolorosos. Pero lo agradable o doloroso no constituyen simples derivaciones, como pudiera ser lo caliente o frío de cierta cantidad de agua.

El sentimiento de la alegría encuentra su fundamento en un sentimiento previo de seguridad. Nos sentimos seguros, y la alegría fluye; sin embargo, están implicados otros factores. Igual nos sucede cuando nos invade la angustia, que no es más que el reflejo emocional de un riesgo futuro. O en el caso de la tristeza, que es el resultado de estar seguro que hemos perdido algo que consideramos valioso. De cualquier manera, los sentimientos que nos atacan, como la ansiedad, tristeza, alegría, satisfacción, miedo, son derivaciones del hecho de que somos personas susceptibles de padecer todos estos sentimientos.

Si ha fallecido un ser muy querido, es absolutamente normal que estemos profundamente tristes. Si alguien nos insulta o comete contra nosotros actos dañinos o injustos, es normal que nos asalte el miedo o la cólera, según evaluemos nuestras fuerzas contra nuestro agresor.

El problema se complica, cuando nada hacemos para recomponer nuestro ánimo, pudiendo hacerlo. Cada uno de nosotros podemos sentirnos muy tristes por una pérdida real. Pero si damos como perdido lo que aún no hemos perdido, estamos contribuyendo irracionalmente a ese sentimiento de tristeza. La melancolía puede visitarnos con frecuencia, y si no la contrarrestamos pudiendo hacerlo, generamos una melancolía más profunda y más prolongada.

La realidad, es que muchos personas llegan "a querer" sus dolorosos sentimientos, nos dice Critilo. De hecho, provocan ellos mismos una serie de sentimientos dolorosos. Incluso actúan de ciertas maneras, a fin de asegurar sus sufrimientos. Y cuando les preguntamos ¿por qué razón siguen actuando de esa manera, sabiendo que van a sufrir?, ellos nos contestan: "nada pude hacer", "es que no puedo evitarlo", "creo que no tengo remedio", "esta es mi cruz y debo llevarla a cuestas".

Por supuesto, nos dice Critilo que no tienen razón y en realidad, lo que sucede en muchos de estos casos, es que buscan el sufrimiento. ¿Y por qué lo hacen? En la mayoría de las veces, provocan sus propios sentimientos porque creen infundadamente, que merecen sufrir. Se sienten culpables de ciertas cuestiones, y creen ciegamente, que "tienen que pagar sus culpas". Se trata de personas con una marcada tendencia a sentirse culpables de todo. Creen, irracionalmente, que es absolutamente necesario que sufran a fin de pagar sus pecados y culpas, que siempre los agrandan desmesuradamente.

Y también en una gran mayoría de los casos (junto a sus sentimientos de culpa), esas personas se autocastigan porque ya tienen la experiencia de que recibirán una serie de gratificaciones. Si el esposo la descuida, la esposa se provoca una gran tristeza, con la esperanza de que su cónyuge la consuele y esté a su lado. Un hombre con éxito económico, se provoca sentimientos de angustia, explicando que la carga económica de su familia es muy pesada. Lo que en realidad desea, es convertirse en la "víctima" de su gran sentido de responsabilidad, pues lo que más anhela, es que su esposa y sus hijos le repitan hasta la saciedad, de que en realidad trabaja mucho y se sacrifica enormemente por su familia.

Los sentimientos agradables y dolorosos son muy humanos, sólo que lo importante es tratar de detectar si nosotros mismos nos los estamos provocando o no. Los sentimientos dolorosos son complejos, pero mucho podemos hacer para disminuirlos, y aún, para eliminarlos, cuando esto sea posible.

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