Todos los hombres, pasaditos los siete años, nos hemos hecho esa pregunta: ¿qué quieren las mujeres? La falta de respuesta a tan crucial interrogante es una de las causas principales de que tantos varones hayamos sufrido la innoble, irritante y paulatina caída de nuestros adornos capilares.
Por supuesto, la mejor manera de contestar una pregunta es haciéndola. Y ésa fue la tarea que emprendió hace poco una empresa encuestadora que, trabajando para la cadena televisiva norteamericana Oxygen, entrevistó a más de dos mil mujeres de entre 18 y 34 años. Cabe hacer notar que ese canal tiene como público preferente precisamente a las féminas; y en ese rango de edades.
O sea que la encuesta era para ver por dónde enfocar las baterías mercadotécnicas. Y también, para responder a la susodicha y angustiosa pregunta... que, algo me dice, tampoco las damas pueden responder con soltura y decisión.
Aquí lo interesante es que las preguntas de la encuesta no fueron las que uno consideraría "normales" en un estudio de este tipo. Y por lo mismo resultan quizá más reveladoras.
Por ejemplo, reflejando la compleja y ambigua relación que muchas mujeres tienen con su autoimagen, un 25% de las encuestadas dijeron preferir ganar el concurso de "La siguiente supermodelo americana" que el Premio Nobel de la Paz. O sea, confesaron preferir el brillo de las pasarelas que el beneficiar a la Humanidad.
De la misma manera, la mitad de las mujeres de entre 18 y 24 años, las más chavalonas, reconocieron que se casarían con un tipo feo pero multimillonario. O sea que el dólar jala igual que los ojos zarcos y la barba partida. Pero por otro lado, una aplastante mayoría del 88% estaba dispuesta a renunciar a su teléfono celular, joyería o maquillaje... con tal de conservar una amistad. Qué tiene qué ver una cosa con otra, la verdad, me resulta un misterio. Pero yo soy machito, que reconoce no saber mucho de esas cosas.
Como me parece muy extraño que más de una cuarta parte de las encuestadas dijeron que harían un pacto muy extraño y perverso: estarían dispuestas a que su mejor amiga fuera gorda de por vida si a cambio ellas estuvieran eternamente flacas. La verdad, me suena a cuestión satánica.
El caso es que el estudio concluyó que las actitudes y deseos de las mujeres norteamericanas adultas jóvenes contienen muchas contradicciones, ambigüedades y puntos ni muy claros ni muy finos.
Lo cual, por supuesto, nos ofrece un gran consuelo. ¡Con razón tenemos desde el Neolítico sin saber qué es lo que quieren!
