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¿Quedarnos donde estábamos?

JULIO FAESLER

La liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, la antigua Mexican Light & Power, de origen canadiense, demuestra que, con todo y todo, el país sí puede avanzar si deja atrás rémoras que ha heredado.

Solemos juzgarnos como mucho menos de lo que somos capaces. Nos anclamos al pasado y no nos decidimos a abrir nuevas perspectivas y emprender nuevas aventuras. Aunque la mayoría de nosotros está convencido de que el país no avanza al ritmo y paso de las potencialidades nacionales, al momento de las decisiones se vacila, se duda y se deja pasar la oportunidad histórica que no volverá.

Esta consideración toca en lo obvio. Hace mucho tiempo, por ejemplo, tenemos pruebas y certeza de que los grandes sindicatos traicionaron su función de defender los intereses más fundamentales de sus agremiados. Lejos de cumplir sus objetivos, durante "la dictadura perfecta", como llamó Vargas Llosa al PRI, ellos fueron, junto a la central campesina, poderosos instrumentos del aplastante dominio del partido oficial. Intenciones inicialmente sanas sufrieron desviaciones y abusos y en nuestro país el factor sindical se vinculó al interés político y económico del Gobierno. La Perversión de esta relación, arruinó la competitividad del aparato socioeconómico y costó mucho en términos de bienestar y progreso general. En este contubernio de intereses políticos y patrimoniales de los trabajadores quedaron relegados. No fue sino hasta muy recientemente que la Suprema Corte declaró anticonstitucional la Cláusula de Exclusión que durante décadas fue el medio para amarrar el apoyo colectivo a los candidatos oficiales.

En lo económico, son harto conocidos los abusos de los líderes que aún hoy disponen arbitrariamente de los fondos alimentados con las cuotas. El caso de los 55 millones de dólares de Gómez Urrutia, el líder-heredero del sindicato minero está a la vista de todos. Este personaje no sólo ha ocultado el paradero final de estos fondos, sino alineado el apoyo de un sindicato internacional y puesto a las autoridades canadienses en el predicamento de tenerlo desde hace más de 4 años como "asilado" resistiendo el proceso de extradición que el Gobierno de México ya ha iniciado.

La Compañía de Luz y Fuerza del Centro venía abasteciendo una alta proporción de las necesidades del país que podría realizarse a un costo mucho menor del desproporcionado gasto inviable y una pesada carga de más de 40,000 millones de pesos anuales de subsidio. Desaparecer la empresa que está sirviendo a sólo una parte del territorio, cantidades inaceptablemente altas sólo para sostener privilegios, no del sindicato, sino de sus líderes. Era previsible que la violenta reacción de la hidra de compromisos que vivía de esta situación no se dejaría esperar y que fuera tan intensa como grave fue el golpe que el Gobierno le asestó.

El caso de la compañía eléctrica es una de tantas demostraciones de lo que sucede cuando, como en PEMEX, la administración y las decisiones de la empresa está sujeto a las conveniencias no de los propios trabajadores sino de sus líderes.

No se trata de eliminar la participación obrera en las decisiones de la administración de las empresas. Por el contrario, uno de los factores más importantes de la solidaridad a que aspiramos llegar es la participación obrera en los consejos de dirección de todas las empresas.

Brasil es un país de gran prestigio cuyo presidente Lula da Silva es de origen sindical. Polonia debe su liberación del yugo soviético comunista al obrero Lech Wahuenza. Un sindicalismo nutrido de los intereses de sus agremiados y bajo su estricta vigilancia, lo cual no ha sido nuestro caso, es un elemento indispensable para construir una sociedad justa y libre de los abusos y excesos de un factor capital sin control. La desaparición de la compañía de luz no implica que los trabajadores dejen de continuar sindicalizados dentro de la Comisión Federal de Electricidad, o en cualquiera otra fórmula bajo la que seguiría proporcionándose el abastecimiento eléctrico. Tampoco quiere decir que el servicio se privatizará, pues el presidente ha reiterado una y otra vez que no es esa la intención. Hay muchas lecciones que se derivan del fenómeno que estamos presenciando no siendo la menor el observar cómo tenemos que terminar con la costumbre de echar a perder las instituciones que creamos con buen propósito para luego vernos en la necesidad de destruirlas cuando se han desviado o traicionado sus finalidades. Varias son las instituciones que nuestro país tiene que ajustar para avanzar. Los sindicatos de maestros, el de mineros, el de los telefonistas, el del IMSS son casos notorios. El tema no está en debilitar el sindicalismo, sino hacer lo necesario para que los trabajadores no sean los eternos sacrificados.

Este país seguirá cambiando a medida que vaya transformándose en una comunidad moderna capaz de encauzar sus recursos y energía en bien de su propia población. El proceso nos presentará más coyunturas críticas como la actual, incluso las que se ostenten como populares. Los iremos resolviendo para ir dejando atrás, paso a paso, las trabas que lastran nuestro avance. Se trata de emprender valientemente el camino del progreso o simplemente contentarnos con seguir como hemos estado.

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