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¿Quién quiere ser un converso?

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Solíamos pensar que la imaginación era un recurso natural eterno, renovable y omnipresente. Pero de un tiempo a esta parte, tenemos nuestras dudas, especialmente en lo que a los medios masivos de entretenimiento se refiere.

Por un lado, el cine de Hollywood parece haber perdido la brújula, y se agarra como si de un salvavidas en pleno océano se tratara, a refritos de películas viejas, adaptaciones de cómics de hace treinta años y el reciclaje de series de televisión que, en algunos casos, ya eran de por sí malas cuando estaban en la pantalla chica.

Así, a Batman lo han exprimido hasta dejarlo hecho puré de murciélago; una caricatura malona y una línea de juguetes ya dieron para dos películas de robots gigantescos; y se han lanzado sacrílegamente a ofender series de TV de nuestra infancia como "Hechizada" y "El Súper Agente 86". Ah, y ya viene la adaptación fílmica de "Astroboy", el niño robot que caminaba haciendo ruido como de ventosas, nunca entendí por qué.

Pero si al cine comercial norteamericano se le ha acabado la imaginación, digamos que la televisión mundial no canta mal las rancheras. En vez de buscar temas y situaciones que le interesen al auditorio, los chicos de la TV han recurrido a un expediente sencillamente nefasto: los llamados reality shows, programas en los que unos desgraciados hacen el ridículo frente a millones de morbosos, con la esperanza de ganar un premio

De este tipo de programas hay numerosa progenie y variedad. El arquetípico es el de Big Brother, en donde un puñado de gente sin mucha sesera ve invadida su intimidad a todas horas, y ha de hacerle caso a un dictador oligofrénico invisible. Pero hay para todos los gustos: en "The Apprentice", por ejemplo, un grupo de jóvenes egresados universitarios enfrenta una serie de retos relacionados con los negocios, y así obtener el muy dudoso privilegio de trabajar para el multimillonario Donald Trump y su inenarrable tupé. Lo dicho: para todos hay.

Pero lo que va a hacer el próximo septiembre en Turquía el Kanal T, la verdad rebasa todo límite. En un reality show llamado "Penitentes en competencia", diez ateos confesos tratarán de ser convertidos por un sacerdote cristiano, un imam musulmán, un rabino judío y un monje budista. El premio será un viaje a los lugares santos, a escoger: Roma, La Meca, Jerusalén o el Tíbet.

Algunos religiosos pusieron el grito en el cielo, alegando que se trivializaba algo tan importante como la creencia en Dios. Los productores reviraron que, precisamente, lograr que alguien viera finalmente la luz debería ser ponderado, no criticado.

No se comunicaron detalles de la mecánica del programa. ¿Cómo se eliminará a los concursantes? ¿Quedará fuera el que no caiga de rodillas en trance místico? ¿Y cómo puede saberse si alguien realmente se convirtió, y no está aprovechando el asunto para viajar de gorra? La verdad, me muero por saber cómo funcionará el mentado show.

Después de todo, los caminos del Señor son inescrutables. Y quizá hasta pasen por un estudio de televisión.

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