La carta abierta que la semana pasada dirigió la analista Denise Dresser a Carlos Slim, en relación a la referencia de este último al papel que debe asumir el Gobierno y la Sociedad de nuestro país frente a la actual crisis económica mundial, entraña una lección de civismo digna de comentario.
Como se recordará el hombre más rico de México pronunció un discurso catastrófico para conocimiento doméstico y del mundo, en el que diagnostica la situación del país y sugiere recetas que constituyen verdades evidentes o de Perogrullo.
En principio la postura de Slim generó una serie de reacciones en pro y en contra respecto a la pertinencia de los augurios pesimistas que el discurso entraña, pero sólo Denise acertó a no discutir ni el aserto del diagnóstico ni la idoneidad de la solución sugerida, sino que pone el dedo en la llaga respecto a la actitud del empresario que no es privativa de él sino que por el contrario, se ha generalizado entre los mexicanos, quienes nos hemos hecho especialistas en ver la paja en el ojo ajeno.
Tal y como lo expresa Dresser en su carta abierta, Slim hace una crítica sobre la falta de competencia en el país que se origina en la existencia de monopolios, no obstante que es dueño de Telmex, un monopolio que por añadidura recibió del Estado Mexicano durante la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari; el también presidente del grupo Carso sostiene que la inversión extranjera en México debe ser vista con temor, no obstante que sus empresas y él mismo invierten en el extranjero; insiste en que se debe apoyar a las pequeñas y medianas empresas, en tanto que Telmex somete a las Pymes de nuestro país a costos cuarenta por ciento por encima de la media internacional en el rubro de telecomunicaciones; propone una mejor distribución del ingreso y está considerado como uno de los hombres más ricos del mundo en un país con graves contrastes de pobreza; sugiere revisar "un modelo económico impuesto como dogma ideológico", pero precisamente ese modelo normativamente deficiente y de colusión entre el poder económico y el poder político que formó a Telmex, se lo entregó a Slim y ha cobijado hasta nuestros días el monopolio telefónico.
Los anteriores son botones de muestra que pintan de cuerpo entero la actitud del empresario, que pide que se haga la voluntad de Dios en los bueyes del compadre y en la milpa del vecino, pero no en los suyos propios.
Esta postura como se ha dicho no es exclusiva de Carlos Slim, sino que por el contrario, afecta en mayor o menor medida a la generalidad de los mexicanos.
La actitud referida corresponde al principio según el cual hagan lo que digo, pero no lo que hago, y en esa virtud los partidos de Oposición apuestan en el Congreso al fracaso del Gobierno Federal en turno; los gobiernos de los estados más ricos que nunca, viven llorando la miseria y culpando al Gobierno Federal de su propia ineficiencia; los ciudadanos nos quejamos de la corrupción imperante a pesar de que somos cómplices, exigimos que todos paguen impuestos menos nosotros, y en fin, lamentamos la violencia generada por el narcotráfico sin que movamos un dedo para ayudar a salir de su adicción a nuestros familiares, amigos o simples conocidos que viven bajo el flagelo de la droga, etcétera.
Es posible que el negro panorama nacional dibujado por Carlos Slim en su discurso en el foro "México ante la Crisis. Qué Hacer para Crecer", corresponda o no a la realidad de nuestro país, sin embargo, además de ser realistas, los mexicanos necesitamos mantener la esperanza en el futuro como si todo dependiera de la Providencia de Dios, y asumiendo la responsabilidad que a cada cual nos corresponde, actuando como si todo dependiera de nosotros.
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