VIVIENDO CON ALEGRÍA, ESPONTANEIDAD Y SENCILLEZ
NO HAY QUE PERDER LOS OJOS DE LA INFANCIA
¡Qué terrible es la sensación de despertarse diariamente y sentir que tan sólo estamos viviendo nuevamente otro mismo día!
Caemos en la rutina y sabemos que hoy será lo mismo que ayer, al igual que el día anterior, así como la semana pasada.
Nos levantamos, trabajamos y compartimos nuestra vida con la gente que se encuentra a nuestro alrededor. Sin embargo, perdimos la capacidad de sorprendernos, de encontrar el brillo del sol, de diferenciar un instante del siguiente, de reconocer y aprovechar al máximo las pequeñas oportunidades que se nos presentan y de condimentar nuestras vidas con distintos sabores.
¡Quién pudiera mirar la vida a través de los ojos de Gabriel, un alegre y travieso niño de seis años que pone una sonrisa en el rostro de todos los que lo rodean! Es un chico divertido y ocurrente. Mira al mundo con ojos espontáneos y frescos, con la inocente habilidad de ver la vida en forma simple y práctica.
No tiene problema de decir lo que piensa, de dejar volar su imaginación, de cuestionar lo que no entiende y de llamar las cosas por su nombre. El otro día se le ocurrió jugar al baseball en su recámara; cuando su mamá lo regañó, él simplemente le contestó:
“Discúlpame mamá pero yo no pienso como tú, a mí se me hizo muy buena idea jugar adentro de mi cuarto para no molestar a nadie”.
En otra ocasión, la maestra lo sacó del salón porque no estaba trabajando y Gabriel comenzó a saludar a todos sus amigos por la ventana. Causó tanto alboroto en el salón que la maestra lo tuvo que volver a meter nuevamente y él le explicó con mucho respeto, que saludaba a todos sus amigos para que no lo extrañaran y se portaran bien.
Cuando no comprende la tarea de la escuela, se pone su manita en la frente y se dice a sí mismo en voz alta: “Piensa Gabriel, piensa”.
Como a Gabriel le gusta el nombre Javier López, decidió decirle a su entrenador de fútbol que ése era su nombre. Al ver que el niño tenía talento, el entrenador se acercó a la madre a preguntarle si estaría interesada en inscribirlo para que forme parte del equipo. La mamá se sorprendió y respondió con cierta molestia que ella ya había pagado por toda la temporada.
Tomó la lista y le mostró al entrenador que allí estaba Gabriel. El entrenador se sentía confundido y le contó a la mamá que el niño se apodó Javier López. Ambos miraron a Gabriel quien con una amplia sonrisa les dijo “¡Ay, fue una bromita!”.
Vivir con curiosidad, alegría y mucha frescura no es una tarea fácil. Sin embargo, es preferible a tener que vivir en un mundo gris y opaco; la rutina finalmente nos puede terminar matando de aburrimiento y apatía.
¡Hay tanto por lo que todavía nos podemos sorprender y divertir! Hay que recobrar la capacidad de asombro y las ganas de vivir. Vale la pena.
VIVIENDO CON OJOS DE NIÑO
INGREDIENTES:
■ taza de sorpresa.
■ gotas de ingenuidad.
■ taza de momentos inolvidables.
■ lata de curiosidad.
■ cucharadas de alegría.
■ manojo de tiempo presente al gusto con ganas de vivir.
CONDIMENTOS:
Sencillez, espontaneidad y buena disposición.
PRECAUCIÓN:
Cuando uno cae en la rutina por más de que siga caminando, no avanza, sólo retrocede.
MODO DE PREPARACIÓN:
Disfrutar la vida, ser espontáneo y sensible, no implica ser infantil o irresponsable. Tener una buena actitud, estar listos para aprender sin limitarse, explorar y preguntar, enriquece las experiencias y complementa las oportunidades.
Sonreír y recibir al nuevo día como una nueva aventura, llena la vida de sabor. Hay que hacer un esfuerzo por sobreponerse a la rutina.
Se debe evitar rendirse o sentirse prisioneros.
Agregar ganas para vivir, un poco de curiosidad, asombro y una actitud positiva, mejora la calidad de la receta.
Recordar y valorar el regalo de la infancia quita el aburrimiento y la depresión.
Los niños generalmente, encuentran que hacer, tienen una gran capacidad de asombro, se llenan de ilusiones, pueden crear un cuento fantástico a partir de tan sólo un cuarto oscuro y olvidado, viven la inmensidad del mundo y se adueñan de los momentos como algo que les pertenece para siempre.
“Los niños llenan su alma con curiosidad y alegría; viven el momento sin pensar en lo que vendrá después y tienen grandes sueños. ¿Por qué nos olvidamos del regalo de la infancia?”.
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