NUEVA YORK.- Nadie lo quiere. Pocos se atreven a invitarlo o a recibirlo en casa porque está quemado socialmente, dirían algunos. A los pocos lugares a los que va siempre genera polémica. Mahmoud Ahmadinejad, el presidente de Irán, es un visitante "apestado" en casi todas las democracias de Occidente. Sin embargo, Luiz Inacio Lula da Silva le abrió las puertas de Brasil y el líder iraní inició precisamente ahí una gira oficial por América Latina. ¿Pierde Brasil o gana con ello?
Es un tema complicado. Ahmadinejad se ha ganado a pulso el rechazo que genera en el mundo occidental. De entrada, todos sabemos cómo el mandatario iraní ha negado una y otra vez la existencia del Holocausto judío y cómo incluso ha declarado abiertamente su deseo de "borrar a Israel del mapa". De igual forma, los medios de comunicación han informado sobre la represión en contra de los ciudadanos iraníes que denunciaron fraude en la pasada elección presidencial, así como la muerte de varios activistas, incluida Neda Agha-Soltan, la joven cuya muerte quedó registrada en un video en YouTube. Asimismo, varias organizaciones de derechos humanos han denunciado el asesinato de cientos de homosexuales en Irán.
Sin embargo, Irán es un actor internacional al que no se le debe ignorar. No sólo por sus aspiraciones nucleares, sino por el papel que desempeña Irán en el Medio Oriente. Tanto la firma de un acuerdo de paz duradera entre israelíes y palestinos, como la salida responsable de las tropas estadounidenses de Afganistán y de Irak no se podrán lograr si no se toma en cuenta el tamaño y la influencia de Irán en esa zona del mundo. Irán no es Cuba y no se le puede mantener bloqueado del escenario internacional, como el Gobierno estadounidense ha tratado con la isla de Fidel Castro desde 1960, sin haber conseguido la democratización del régimen cubano y convirtiendo al comandante en un mártir internacional y en un símbolo de resistencia al "imperio" yanqui.
Por ello, la apuesta de Lula da Silva es polémica, pero parece ser la correcta. La visita de Ahmadinejad a América Latina no estuvo libre de protestas. Varias organizaciones de la sociedad civil marcharon en Brasilia contra él y varios legisladores del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) criticaron al presidente Lula por recibirlo.
Sin embargo, con Lula, Brasil se ha convertido en un actor que tiene claras sus ambiciones globales. Conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU así como influir en la paz en el Medio Oriente pasa por dialogar con Irán. Más aún, pese a las críticas de varios congresistas estadounidenses, que le reclamaron al líder brasileño el recibimiento de uno de los integrantes del infame "eje del mal" de Bush y pese a la carta que el mismo presidente Obama le mandó a su homólogo brasileño por esa visita, lo cierto es que Lula vuelve a demostrar una vez más que Brasil tiene una política exterior independiente y los ojos puestos en todo el mundo, no sólo en una región.
Basta recordar que en el año 2005, Mohamed Khatami, entonces presidente de Irán, había sido invitado a México por la Universidad de San Luis Potosí a una conferencia sobre el "Diálogo entre Civilizaciones". Khatami es un político reformista que dista mucho de la intolerancia de Ahmadinejad y sin embargo, el Gobierno mexicano, entonces liderado por Vicente Fox, inesperadamente notificó que la visita de Khatami "había sido pospuesta". La Cancillería mexicana, comandada por Luis Ernesto Derbez en ese momento, negó una y otra vez que el Gobierno mexicano hubiese recibido presión por parte del Gobierno de Bush, pero las dudas siempre quedaron ahí.
Y aunque Lula pueda ser cuestionado hoy por recibir a un político extremista y claramente fuera de su sano juicio, lo cierto es que Lula ha puesto un énfasis especial en las políticas de género y de no discriminación, por lo que el mandatario brasileño optó por dejar que fuese la sociedad civil brasileña y el Poder Legislativo quienes criticaran a Ahmadinejad, mientras que Lula prefirió sentar al presidente de Irán a la mesa a discutir las prioridades de la economía brasileña, el papel de Irán en la paz para el Medio Oriente y la reforma de la ONU. Por estas razones, Lula no fue cómplice del apestado.