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Reformas sencillas y progresivas

JULIO FAESLER

No será mediante una decisión fulminante que se va a realizar en nuestro país la transformación que se requiere para superar los múltiples atrasos en que nos encontramos. No se requieren espectaculares reformas totales, ni magníficas refundaciones del Estado. Se deben ir forjando progresiva y programadamente a lo largo de un proceso de ajustes que la experiencia aconseje y que abocarán en resultados reales y tangibles en menos tiempo que se cree.

Los que quieren que los cambios se hagan mediante decisiones de vasto y arrollador alcance son los que no creen que las transformaciones más profundas y permanentes de la sociedad se hacen al compás de pasos sucesivos que respondan a las necesidades específicas que la práctica va revelando. Los instrumentos existentes de Gobierno, si son básicamente sensatos, deben operar bien. Lo que requiere una democracia funcional es un esquema ordenado y lógico de Gobierno pero siempre completado con una ciudadanía que se preocupe por impedir que se desvíe de sus objetivos de servicio.

En México damos una importancia mística a la fórmula de solucionar problemas con leyes. Creemos que con modificar la Constitución se logra de un solo golpe el remedio ansiado olvidándonos que las más de las veces los problemas no son en sí estructurales sino de actitudes cívicas y de respeto.

El caso del sistema parlamentario que usamos viene a cuento. No vamos a remediar la ineficiente y decepcionante actuación de las dos cámaras que componen el Congreso de la Unión proponiendo transformar toda la República convirtiéndonos por ejemplo a la fórmula parlamentaria inglesa, la modificada de Francia o a alguno de los diversos modelos europeos y desechar por esencialmente equivocado el sistema norteamericano que desde hace tiempo se imitó aquí.

El centro del problema no consiste tanto en que el esquema presidencial que nos viene desde el Siglo XIX pueda ser el culpable de su ineficiencia actual. Cualquier sistema, bien operado rendirá los frutos que de él se esperen con tal de que se integre con sujetos honrados, sensatos y patrióticos. Sin estos ingredientes, toda especulación es ociosa y todo intento de cambio es de una cándida inutilidad.

Tratándose del Congreso, el primer paso consiste en que los señores diputados y senadores sean cabalmente responsables ante sus electores, no se necesita que sean cultos, pero sí que sean sinceros y cuerdos y con los conocimientos y sensibilidad indispensables para apreciar y entender las situaciones e intereses de sus representados y de la Nación. A esto hay que añadir la experiencia que va acumulándose y que dé continuidad a su desempeño.

Los periodos trienales para los diputados son notoriamente insuficientes para asegurar lo anterior. La práctica enseña que el primer año se invierte en ubicarse y aprender cómo hacer uso de sus facultades. El segundo y tercer años son los más fructíferos pero por lo mismo, los logros en términos legislativos, de iniciativas adicionales y de proyectos a mediano o largo plazo se truncan por lo corto de la encomienda. El caso de las presidencias municipales es aún más obvio.

La objeción más frecuente a la propuesta de alargar los periodos de los diputados y de presidentes municipales, o bien de instituir como en casi todos los países, la reelección inmediata, es que ello incita al abuso y la corrupción. Este peligro, desde luego cierto y permanente, se resuelve con la responsabilidad y la acción ciudadana de participación y vigilancia. Es aquí donde se encuentra el insoslayable remedio. Es la ciudadanía la que tiene que reformar su actitud. El oponerse a alargar los actuales periodos o la reelección inmediata no ataca el problema central que está en la acción ciudadana sin la que ningún cambio institucional será efectivo.

Efectuar esta sencilla reforma es sólo una muestra de cómo, paso a paso, con medidas sensatas y bien pensadas pueden irse realizando y completando las piezas de la reforma que algunos creen que pueden hacer exitosamente de un solo golpe.

El tema es oportuno en estos momentos que cunden las inquietudes y las propuestas sobre la deficiente operación del Congreso y de los partidos políticos que se valen de él no siempre con propósitos leales a los intereses de la Patria. Hay que pensar antes de actuar.

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