En lo que representa un espectacular regreso al pasado, Petróleos Mexicanos le comprará en los próximos días su parte mayoritaria en Mexicana de Lubricantes a la empresa Impulsora Jalisciense, tras un largo periodo de litigios que volvió imposible la convivencia.
Privatización, pues, en reversa, en lo que representa un ejemplo más de la podredumbre con que se abrió el esquema para ofrecer todas las ventajas a los particulares.
La empresa de Salvador Martínez Garza obtuvo hace 18 años un jugoso negocio no sólo con pagos en abonos, cuyo destino, por cierto, nadie-sabe-nadie-supo, sino con todas las ventajas: exclusividad durante 20 años para vender sus productos en la red de gasolineras de la paraestatal; traspaso a título gratuito de la marca Mex Lub, de la que se despojó con malas maneras a la empresa Bardhal; suministro de materias primas a precios castigados; asistencia técnica de su socio minoritario
La paradoja del caso es que la paraestatal le pagará 300 millones de dólares por su 51 por ciento, cuando jurídicamente tenía todas las de ley no sólo para adjudicársela, sino para demandarla por daños y perjuicios.
De acuerdo al contrato de privatización pactado, Pemex recuperaría la mayoría cuando la empresa registrara tres años consecutivos de números rojos, lo que sucedió desde el año 2003
De hecho, la primera vez que la empresa de capital mixto había registrado pérdidas consecutivas había sido en el 2001, lo que obligó a reclamar judicialmente al despacho de auditores externos Price Wather House Coopers le entrega de los estados financieros de los cuatro años subsecuentes.
Más aún, se emplazó a Mexicana de Lubricantes a un juicio ordinario mercantil para que realizara una asamblea general ordinaria en la que se transparentaran los datos.
Ambos procedimientos se estrellaron ante una catarata de chicanas.
De hecho, Petróleos Mexicanos planteó a lo largo de la ruta 60 demandas, con la novedad de que cuando alguna de ellas desembocaba en una sentencia contra la empresa, ésta se amparaba de inmediato.
Una de dos: los abogados de Mexicana de Lubricantes son unos magos del litigio, o los de Pemex son principiantes, aunque cabe la duda de si por ahí metió la pata la corrupción.
Lo cierto es que al momento de la privatización parcial de las plantas productoras de aceites y lubricantes de Petróleos Mexicanos, es decir en 1993, la empresa que las aglutinaba estaba sembrada entre las 40 más grandes del país.
Concretamente se le ubicaba en el número 38, abajito de Dupont, Resistol y Xirox, al obtener ventas netas por 225 millones de dólares, lo que implicaba un ingreso de 300 millones, considerando el precio al público de 292 millones de lubricantes vendidos.
La cifra representaba casi el dos por ciento de las ventas totales de Pemex, cuyo monto alcanzaba entonces 19 mil 165 millones de dólares.
La participación de mercado de MexLub alcanzaba 41 por ciento, con una oferta al público de 256 productos y presentaciones.
La firma se apuntalaba con 81 centros de ventas, entre bodegas y centrales de abasto.
Aún así, al primer año de operación de la empresa se empezaron a arrastrar pérdidas. Estamos hablando de 391 millones de pesos, que al año siguiente se redujeron a 127
Ahora que en 1997 se alcanzó otra pérdida de 167, para alcanzarse en los tres años subsecuentes ganancias raquíticas de 11, ocho y seis millones de pesos
Lo inaudito del caso es que pese a la alevosa canonjía de la exclusividad que en su momento condenó la Comisión Federal de Competencia, planteando una resolución que 10 años después sigue en el limbo, las ventas de la empresa fueron bajando de un máximo de dos mil 26 millones de pesos registrados en 1991, a un mínimo de mil 86 en 1996.
En el camino, los gastos financieros de la empresa alcanzaron un sorprendente monto de 409 millones de pesos en 1999, para descender a 298 al año siguiente, y alcanzar 270 mil 268 y 168 en 1998, 99 y 2000.
Lo inexplicable del asunto es que pese a lo evidente manipulación de cifras, el 15 de octubre de 1999 Petróleos Mexicanos le amplió el contrato de exclusividad a Mex Lub, incluyéndose ahora a la marca Akron, abarcando una serie de aditivos para gasolinas, aceites, anticongelantes y líquidos de frenos.
Como lee usted, pues, estamos ante una serie inaudita de complicidades, componendas y complacencias cuyo punto final será el pago por el 51 por ciento de las acciones de la empresa.
De Salinas a Calderón con el mismo boleto: cuatro tandas igualitas.
Pues ahora resulta que la alianza entre las firmas Cablevisión, Cablemás y Cablevisión de Monterrey, que representan la inclusión de Televisa en el llamado triple play, es decir la posibilidad de agregar a sus servicio de video el de voz e internet, va por más.
La intención es alcanzar también la posibilidad de telefonía móvil, lo que implicaría un enfrentamiento total contra Teléfonos de México y su filial Telcel.
Aparentemente la intención será alinearse con la Telefónica México que opera la marca de celulares Movistar.
El agarrón, pues, será de pronóstico.
MEDIDAS ESTORNUDO
El punto central, el eje, el epicentro de la reunión del pleno del Consejo Coordinador Empresarial del viernes pasado, a la que se convocó al presidente Felipe Calderón, se ubicó en la falta de transparencia sobre el impacto de las medidas anticíclicas diseñadas por el gobierno para paliar la crisis.
Las entrelíneas, bajo el cobijo de "un respetuoso reclamo", hablaban de falta de coherencia y continuidad de los esfuerzos, en un escenario en que bajo el agua se califica a las acciones de "medidas estornudo"
De entrada, por ejemplo, no hay claridad en el número de empresas a las que se ha apoyado frente a la necesidad de paros técnicos; tampoco sobre el programa de "Primer empleo", es decir suprimir un año la cuota patronal a los contratantes; el avance de los programas de creación de infraestructura