Ricardo Rincón ha militado con seis equipos en Grandes Ligas, actualmente milita con los Mets de Nueva York.
México, Df.- Jugar en las Grandes Ligas era un sueño cumplido, pero enfundado en la franela de los Piratas de Pittsburgh, el zurdo veracruzano Ricardo Rincón lo convirtió en magia, al culminar una jornada histórica para dos mexicanos: completar un juego sin hit ni carrera.
El sábado 12 de julio de 1997 parecía como cualquier otro para Ricardo, lanzar unas cuantas pelotas en el bullpen y esperar su turno para relevar, esa ocasión el abridor era su compatriota Francisco Córdova, ambos de origen escarlata.
El rival era Astros de Houston, y tras una gran labor de su compatriota, Rincón recibió la pelota en la décima entrada para completar la obra monticular.
Una enorme sonrisa se dibuja en su rostro al recordar el épico momento: "Fue un juego ni pensado, nunca nos imaginamos que iba pasar lo que pasó, ni a Francisco ni a mí se nos va a borrar de la mente. Fue un juego que tiramos dos mexicanos, dos jugadores de Diablos Rojos y dos veracruzanos, yo creo que eso para nosotros es motivo de orgullo".
El trabajo de su compañero rayaba en lo heroico, y entre los relevistas se miraban preguntando quién sería el elegido para continuar el trabajo: "La presión era mucha, pero en mi interior quería ser yo el que entrara, la tensión se transformó en una gran motivación".
Después, una señal del mánager que marcó su destino: "Me toca a mí", recordó haber gritado.
"Sabía que a lo mejor la podía regar, en una entrada se podía echar a perder el juego, pero gracias a Dios salieron las cosas bien".
Éxito que sólo el paso de los años le han enseñado a valorar: "Muchas veces al momento no pensamos en la trascendencia que ese juego tuvo, un juego con gran capacidad y calidad. Cuando uno lo analiza después es cuando dice: '¡qué juego lanzamos!'", señala emocionado.
Más de una década lanzando en la "gran carpa" convirtieron al pitcher originario de Cuitláhuac, Veracruz, en un relevo implacable, que no olvida sus orígenes.
"Tuve una niñez un poco difícil, pero pues a la vez agradable, sobre todo por la gran disciplina que me dieron mis padres. Me siento contento y orgulloso por tener mis raíces tan bien hechas con mis padres, eso me hizo triunfar en el beisbol y me hizo sentirme orgulloso de todas las cosas que he logrado", destaca Rincón.
Amable y con la sonrisa constante en su rostro, Ricardo acepta que triunfar no fue sencillo: "En lo personal me costó mucho realizarme como jugador profesional, las lesiones me afectaron mucho, pero me he ido recuperando de todas esas piedritas en el camino".
LA NOSTALGIA, UN GRAN ENEMIGO
Cinco franelas distintas e igual número de ciudades como su hogar, en Estados Unidos, fueron un tremendo rival a vencer, en el que la nostalgia por la ausencia de la familia jugó en su contra.
"Varias veces me pregunté '¿qué estoy haciendo aquí?, yo puedo hacer otras cosas', pero a la vez saber que estás en lo que te gusta, y encima te pagan, te incita a seguir trabajando más fuerte y de manera disciplinada", destacó.
Su mejor arma para mantenerse fue la humildad, "ser un profesional se demuestra dentro del campo, ya fuera se debe ser una persona normal, y eso es algo que tenemos que ver todos los jugadores. Hay que tener bien pegados los pies sobre la tierra, fuera del estadio soy una persona normal, eso te hace inclusive mejor pelotero".
