EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Rumbo

Relatos de andar y ver

Ernesto Ramos Cobo

Esto que se llama vida precisa valentía, o tal vez tesón, o tal vez arrojo o lo que sea, amor propio, un muchito de suerte, estar en el lugar correcto en el momento correcto, todo lo que el abuelo sermonea al regazo. Y no es sólo por las alamedas oscuras de este intrincado sendero llamado vida, por sus rellanos absurdos, momentos para bajar la vista dolorosamente; sino también porque su recorrido tiene alegrías –¿por qué no decirlo?—, resuenan entre los árboles la risas inquietas de los niños, una playa desierta de pasos de arena, un respirar en honda quietud, los lugares comunes que a usted se le ocurran. La vida –cual burda ruleta-, a veces colocándonos arriba y a veces abajo.

Y así pasamos los días que se visten de sabor y sinsabores, saltos al vacío cuando no queda remedio, sorpresas del destino con sus matorralazos en la tatema, un estese quieto y acuérdese que la desgracia está a la vuelta de la esquina, no somos nada, nada importa, un tenue desazón de ojos cerrados rodeado de fragilidad, porque nada se sostiene. Hay ocasiones –emulando a Vallejo-, en las que el hombre levanta la vista como si desde el hombro nos llamara una palmada.

Recuerdo ese vecino, al que un par de golondrinas le colgaron nidos en la fachada de su casa, chorreantes de lodos y de mierdas. Lo oí fanfarronear algo, husmear, hasta que un buen día decidió arrancarlos a golpe de escoba, sin darles ni siquiera tiempo de recoger sus pertenencias. Una vez más el destino, con su cara de escoba, decidió sorprendernos, barriéndolo todo.

___________

Hablando de eventos desafortunados, precisa identificar su origen. Los hay aquéllos ligados a un evento natural (la muerte, una enfermedad, un temblor); y también los derivados directamente de conductas de terceros (un robo, un homicidio, el desfalco como hijo de un fraude). Para ambos hay mecanismos humanos cuyo propósito es minimizar consecuencias, un seguro de vida -por ejemplo, que ha hecho sonreír a más de dos viudos, y que fue inventado justamente como mitigante de angustias, cobertura ante un acontecimiento incierto. Mas el seguro es de naturaleza reactiva: la cobertura deviene ejercible ante evento consumado, vendoleta para herida ya sangrante. Es algo más lo que se precisa para encontrar certeza, para mitigar la angustia donde estamos parados.

La ley, su aplicabilidad a través de instituciones, es el mecanismo para regular las conductas, para brindar certeza y seguridad a la colectividad. La tipificación del homicidio, por ejemplo, podría garantizar por lo menos que al que pegue un balazo en los sesos se le aplique la ley, y purgue la condena establecida; la existencia y cumplimiento del precepto normativo, y la consecuente regulación de la conducta, daría tranquilidad (al menos en teoría) para salir a la calle sin tanque blindado. De la certeza en la aplicabilidad de la ley, deviene el orden, la consecuente convivencia pacífica, la productividad y el crecimiento económico.

Lo anterior viene a cuento en la actual coyuntura. Atolondrados nos encontramos porque la ley, instituciones, y todos los etcéteras, se ven rebasados, y súmele usted una situación económica comprometida, un desabasto y una competencia atroz, un sálvese quien pueda, y una clase política cínica, desprestigiada, trepadora, clientelista, y sígale sumando usted, y pues imagínese dónde estamos, entre cual espada y cual pared, y ni para dónde hacernos, y esto parece una jungla con piso de arena, donde como individuo se precisa saber dónde colocarnos, y no solamente nadar bajo corriente en un río repleto de mierda.

Así es entonces donde nos encontramos, aquí, a casi 200 años de nuestra independencia, en un país ya armado medianamente de infraestructura, con índices de analfabetismo que se han ido abatiendo, con avances diversos, con rezagos graves en materia educativa, es cierto, más con potencial humano y recursos naturales de sobra. Pero algo pasa, no avanzamos, nos detenemos, damos vuelta en el mismo lodo y parece todo carcomernos. La corrupción carcome, el crimen carcome, nuestros jóvenes drogándose en la esquina, viendo a los lados, buscando rumbo, buscando institución, buscando firmeza, buscando carácter, buscando algo o alguien que guíe nuestro destino nacional, pero sin encontrarlo, sin salida, sin rumbo, sin lograrnos destrabar de este atolladero desigual en que nos encontramos, con la angustia que se acrecienta, y sin ley ni institución que se preste a mitigarla.

ramoscobo@hotmail.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 411307

elsiglo.mx