Se cuentan por cientos las historias en las que los hombres de edad avanzada demuestran su sentido común e ingenio que la vida, con el paso del tiempo, les ha enriquecido; uno de los gobernadores de Tamaulipas me contó que en su infancia había un viejecito todo amor con los niños del barrio, su más ferviente afición era arreglar y construir armas.
Cierto día fue con un grupo de amigos a casa de don Juanito, quien, además de recibirlos amorosamente, les presumió un cañón que recién acababa de terminar, mismo que disparaba balas calibre 22, cuando el viejo armero les explicaba el tiempo que había tardado en construirlo y el mecanismo con el que se accionaba, uno de los niños ingenuamente le preguntó:
--Don Juanito, ¿qué se siente llegar a viejo?
El viejecito, sin soltar el arma de sus manos, volvió la vista hacia él y con la inmediatez propia de los hombres sabios, le respondió:
--No sé explicarte qué se siente, lo que sí te puedo decir es que más feo vas a sentir si no llegas.
Por otra parte, cuenta la historia que cuando "el gran estadista y escritor inglés Winston Churchill cumplió 80 años, un novel periodista de 30 años de edad, sacó su autorización para tomarle varias fotos, al concluir la sesión fotográfica le dijo:
--Espero fotografiarlo nuevamente cuando cumpla 90 años.
--¿Por qué no? -respondió Churchill-, usted parece bastante saludable".
Qué es lo que caracteriza a los hombres y mujeres "viejos" de todos los pueblos sino el sentido común y el sentido de vida que les brota a flor de piel, porque son seres que viven con la intensidad del Sol, no buscado ser importantes, sino ser útiles, así comparten sus dones, aman a plenitud, encuentran la felicidad en el servicio al prójimo, aman mucho, perdonan más y no buscan encontrar seres perfectos.
Abuelas y viejos que amorosamente crean un universo con sus charlas, conversaciones tan sabias como agradables, que jamás agotan a los oyentes porque han transitado por el mar de los fracasos, con la calma del capitán que sabe a qué puerto se dirige, por eso han pasado de la edad de las preguntas a la de sabias respuestas.
Los hombres de edad se regocijan en las cosas simples, no cargan con el peso del ayer, mucho menos se preocupan por las dudas del mañana, se ocupan, sí, de vivir amorosamente el hoy a plenitud, para ellos es suficiente ese espacio vital para dejar sembrado su semblante en la faena. Ellos no reman contra la fuerza vital del universo, alimentan diariamente sus sueños con el poder del amor, porque saben que éste transforma al hombre y cambia al mundo, no requieren reafirmar músculos con cirugías plásticas, porque tienen firme su autoestima, porque se autovaloran y aceptan su unicidad.
Hablando del tema, me encanta el estudio sobre 50 longevos saludables que realizó el Dr. Juan Hitzig, destacado profesor de biogerontología, autor del libro Cincuenta y tantos, y que Elia Toppelberg parafraseó en boomdelalongevidad.blogspot.com: "tras profundo estudio, el doctor concluyó que al margen de las estructuras biológicas de cada uno de ellos, su longevidad radicaba en su actitud y conducta de vida: las conductas 'S': serenidad, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa, promueven la secreción de serotonina; las conductas 'R': resentimiento, rabia, rencor, reproche, resistencias, represión, facilitan la secreción de cortisol, una hormona corrosiva para las células que acelera el envejecimiento; las conductas 'S' generan actitudes 'A': ánimo, amor, aprecio, amistad, acercamiento. Las conductas 'R' generan actitudes 'D': depresión, desánimo, desesperación, desolación.
Con aprender este simple alfabeto emocional... lograremos que más gente viva más tiempo y mejor, porque la "mala sangre" (mucho cortisol y poca serotonina) deterioran la salud, posibilitan la enfermedad y aceleran el envejecimiento. El buen humor, en cambio, es clave para la longevidad saludable".