Las elecciones del pasado domingo en México arrojan infinidad de lecturas, unas positivas y otras negativas, pero todas interesantes.
Hablemos primero de lo bueno. Salvo incidentes aislados, los comicios se desarrollaron en un ambiente de tranquilidad a pesar de la ola de inseguridad que agobia al país. Los votantes no fueron agredidos ni se robaron urnas como antaño sucedía.
El partido de oposición, en este caso el PRI, obtuvo un triunfo importante en las diputaciones federales con más del 36 por ciento de los votos contra el 27 por ciento del PAN, el partido en el poder. Ganó además cinco de las seis gubernaturas en disputa.
Gracias a su alianza con el Verde Ecologista (PVEM) y al reparto de las infames plurinominales, el PRI podría alcanzar una mayoría absoluta en la Cámara Baja lo que permitirá un contrapeso en los poderes y obligará al presidente Felipe Calderón a gobernar con más inteligencia y sensatez.
En los comicios locales vale destacar la caída del imperio priista en Sonora, partido que gobierna esa entidad desde la época pos revolucionaria y que en los últimos sexenios causó un pronunciado rezago económico y político en esa región.
Varios factores se combinaron para el triunfo del PAN: la tragedia en la guardería ABC, la mala selección de candidatos del tricolor y la insolencia del gobernador Eduardo Bours, quien olvidó que el poder es para servir y que sólo dura seis años.
Entre los puntos negativos de estas elecciones de 2009 sobresale el altísimo índice de abstencionismo que combinado con los votos nulos sobrepasó el 60 por ciento del padrón electoral.
No es el peor porcentaje ni tampoco es sorpresivo toda vez que en una elección intermedia la voluntad por votar decae dramáticamente en cualquier país del mundo.
Pero demuestra una vez más que los partidos mexicanos, y especialmente sus candidatos, han sido por demás ineficientes para atraer electores a las urnas.
Han utilizado la mercadotecnia comercial para posicionar sus nombres e imágenes para las encuestas, pero el fracaso es estrepitoso para promover el voto y ello a pesar del pavoroso gasto en propaganda y publicidad.
En Hermosillo, Sonora, el viernes pasado tuvimos oportunidad de observar la abrumadora e insultante presencia de propaganda política. Un candidato para alcalde llegó al extremo de colocar una gigantesca manta a lo largo de un edificio de 19 pisos, en un alarde de prepotencia y despilfarro. Dicho candidato perdió por más de 15 puntos.
Para el Partido Acción Nacional los resultados del domingo representan un sólido descalabro y envían un mensaje de protesta al Gobierno de Felipe Calderón.
Algunos analistas señalan que pudo irle peor al blanquiazul de no ser por la epidemia de influenza que paralizó las campañas. A final de cuentas el PAN fue castigado por la ola de violencia y por la crisis económica que ha pegado durísimo en 2009.
En la elección intermedia de 2003, el PAN registró número similares y a duras penas recuperó terreno para mantenerse en la Presidencia en los comicios de 2006. Ya veremos si en esta ocasión aprende la lección o si los priistas regresan por sus fueros en 2012.
Una nota negativa más fue la caída al 18 por ciento de los votos de la izquierda, en donde el electorado pasó la factura al PRD y a Andrés Manuel López Obrador por sus pleitos constantes. En 2006 el PRD y sus aliados lograron el 29 por ciento de la votación.
Así las cosas, México sufrió una fuerte sacudida política que provocó una nueva composición de fuerzas con una presencia predominante del PRI en la Cámara de Diputados y en los estados de la República frente a un PAN disminuido y una izquierda en profunda crisis. Del panorama futuro hablaremos en una próxima ocasión.
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