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Saldos electorales

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

Los resultados de las elecciones del domingo pasado, nos recuerdan que en la democracia no existen vencedores ni vencidos definitivos.

La alternancia siempre es posible y como consecuencia, cuando el voto ciudadano llevó al Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República el año dos mil, lo hizo bajo el sistema de elecciones periódicas, por lo que la posibilidad de ganar o perder para ése y todos los partidos, es premisa obligada como factor de competencia y renovación.

El pasado cinco de julio los resultados fueron adversos al presidente Felipe Calderón y su partido, en virtud de la crisis económica internacional y la ola de inseguridad que azotan a nuestro país, son fuente de justificado descontento.

Sin embargo, el haber perdido la elección de Diputados Federales con una diferencia de ocho puntos porcentuales por debajo del PRI no es una catástrofe para el PAN, si consideramos que la votación que obtuvo se ubica en el veintiocho por ciento de los sufragios emitidos, muy por encima del piso que tocó el PRI en los comicios de dos mil seis y más del doble por encima del fondo al que cayó el PRD en la presente elección.

El PAN en su adversidad sale avante como el partido con el voto duro más numeroso y en cambio, se confirma la existencia de una clientela electoral que trasiega en ciclos de ida y vuelta del PRI al PRD, como efecto tardío de la desintegración del viejo sistema de partido de Estado.

Bajo tal perspectiva se percibe que el diferencial de los votos obtenidos por el PRI entre la pasada elección y la presente, corresponde a la suma de los sufragios que perdieron el domingo pasado el PRD y el PT.

El problema principal del resultado de la reciente elección para el futuro de la democracia mexicana, consiste en que el PRI que se recupera no es un partido ni renovado ni democrático, sino un fenómeno que surge de gobiernos estatales autócratas que carecen de contrapesos y que han reconstruido en sus respectivos feudos el antiguo sistema de partido de Estado corregido y aumentado.

La reacción es explicable como respuesta al radicalismo obtuso de López Obrador que a raíz de la elección presidencial de dos mil seis puso al sistema al borde del colapso, sin embargo, se advierte igualmente peligrosa en la medida en que aparece tan radical como el Peje aunque en sentido opuesto, como una nueva forma de extremismo autoritario que desde la cúpula de poderes fácticos como Televisa y otros grandes intereses particulares, amenaza a las libertades ciudadanas y a la pluralidad política.

Lo anterior es así porque los resultados de la pasada jornada electoral se encuentran afectados por un cincuenta y siete por ciento de abstencionismo, lo que cuestiona si no la legitimidad al menos la eficacia de la elección, como instrumento para construir una estructura de Gobierno sustentada en base social suficiente.

Lo anterior implica que el PRI obtuvo amplia mayoría con la movilización de sólo el diez y seis por ciento del total del padrón, lo que le resultó factible en términos del control que aún ejerce sobre estructuras burocráticas sindicales y otras organizaciones corporativas que sobreviven en los escombros del viejo régimen.

De esta situación además de los priistas, Televisa y los factores que se mencionan, son responsables el resto de los partidos con el PAN a la cabeza y desde luego somos culpables los ciudadanos en virtud de nuestra creciente falta de participación, que amenaza convertirse en una nueva forma de deserción cívica, semejante a la que permitió el férreo y largo autoritarismo priista del siglo pasado.

La verdadera tragedia del PAN en la jornada del domingo, se inscribe en los resultados electorales en los estados, que pone de manifiesto la pérdida de contacto del blanquiazul con la sociedad y lo que es más grave, la pobreza de sus cuadros y militantes en cuanto a capacidad y compromiso se refiere.

Basta analizar el caso de Torreón en el que después de ser un baluarte panista, el pésimo desempeño de José Ángel Pérez Hernández como presidente municipal y su ambición delirante en virtud de la cual ha convertido al PAN en cosa de su propiedad, ha dado al traste con esa opción política no sólo en nuestra ciudad sino en todo Coahuila.

Este escenario que se repite en otras partes fue la causa de la derrota panista en Querétaro y San Luis Potosí que motivó la renuncia de Germán Martínez, sin que se advierta que los dirigentes locales del blanquiazul tengan la vergüenza para hacer lo propio.

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