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Sarkozy y su 'Guerra de Pasteles'. Un Centro Histórico destruido.

MIRANDO A FONDO

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

I.- El Asunto de la francesa Florence Cassez sigue ocupando los espacios noticiosos en los medios. El pueblo llano no entiende qué cosa tan siniestra podría subyacer en este espinoso asunto. Es la primera vez en la historia de este aporreado país, que un jefe de Estado extranjero, apenas se le abrió la escotilla del avión, golpeó la escalerilla con el puño cerrado para exigirle al presidente Calderón que su connacional sea enviada a su patria a cumplir su sentencia de sesenta años que le impuso la justicia mexicana (por cierto tan desacreditada) por la comisión de los delitos de secuestro, asociación delictuosa y crimen organizado.

Los juristas y especialistas en derecho penal siguen rasgándose las vestiduras y con voz engolada evocan los textos de la Constitución, los tratados internacionales y el Código Penal Federal para dilucidar quién tiene o no la razón con relación al pedimento del señor Nicolas Sarkozy para llevarse de regreso y en su avión a su paisana Florence Cassez. En nuestra muy modesta opinión, este lío no es realmente un asunto de tipo judicial, de interpretación de la Constitución o de los tratados internacionales.

Algo muy gordo deberá haber en el trasfondo de las exigencias del señor Sarkozy y que no están al alcance del conocimiento del pueblo llano; pero viene al caso y en plan de minimizar este incidente, la ya casi olvidada "Guerra de los Pasteles", que fue el primer conflicto entre México y Francia que tuvo formalmente lugar entre el 16 de abril de 1838 y el 9 de marzo de 1839.

Entre las reclamaciones que hacía el Gobierno francés por aquellos años a México, se había incluido la de un señor Remontel, dueño de un restaurante de Tacubaya, donde algunos oficiales del presidente Santa Anna en 1832 se habían comido unos pasteles sin pagar la cuenta, por lo cual exigía ser indemnizado con sesenta mil pesos. Ese fue el motivo para que el pueblo mexicano identificase esta guerra con Francia, con el nombre de Guerra de los Pasteles. Adicionalmente ese mismo año, un ciudadano francés fue fusilado en Tampico, acusado de piratería, lo que tensó aún más las relaciones entre los dos países. ¿Se tratará de una nueva versión de la "Guerra de los Pasteles?" Solamente el mandatario francés y su bella esposa deben saber realmente cuál es el fondo en este asunto que más raya en lo tragicómico que en lo diplomático. Lástima que los mexicanos lo estemos tomando tan en serio.

II.- Las Autoridades municipales de varias de nuestras ciudades han tenido que enfrentar en estos últimos años el problema del comercio ambulante, un verdadero dolor de cabeza para el establecido, la fluidez del tránsito peatonal, de los vehículos y el reordenamiento de la vida en los centros históricos de nuestras poblaciones.

Cada alcalde, regente o jefe de Gobierno en algún momento de su gestión administrativa, se ha visto en la necesidad de atender el problema del comercio llamado informal. Cada una de las autoridades tomó las decisiones que pensaron poder hacer cumplir y que tuviera el menor costo político posible. Cada uno lo resolvió o trató de resolver mirando los aspectos de fondo que subyacen en este tipo de asuntos políticos, pero también administrativos.

Optaron algunos funcionarios por construir plazas adecuadas para instalar el ambulantaje; otros los desaparecieron de plano de la vía pública; a otros de los sacaron de banquetas y vías públicas, para mandarlos a otras vías públicas en otras colonias en donde no hubiese la protesta ciudadana. Otras autoridades desistieron del problema y dejaron las cosas como estaban; pero lo que no sabemos se haya hecho en ninguna otra ciudad del mundo fue lo que hizo nuestro ínclito alcalde José Ángel Pérez Hernández.

El señor Alcalde de Torreón tomó la decisión de enfrentar el problema del comercio informal en calles y banquetas construyéndoles módulos a los ambulantes.

De puestos que operaban en las banquetas sobre mesas y al amparo de un toldo de trapo y provisionales, el Alcalde resolvió el problema y les edificó módulos arquitectónicos de tubería y acero con sombrillas y los asentó sobre la vía pública ahora sí de manera definitiva y para siempre hasta el fin de los tiempos.

Qué bueno por una parte que 300 familias laguneras hayan conservado su fuente de trabajo e ingresos; pero qué enorme daño hizo a nuestra ciudad el Alcalde.

Pero lo que más llama la atención respecto de la conducta del Alcalde, es que la solución que tomó raya en el contrasentido e incongruencia más inimaginables: Para regularizar el comercio informal, no los quitó ni los movió de las calles ni tampoco los reubicó: ¡Les construyó módulos de acero y cemento y los dejó así para siempre y hasta el fin de los tiempos, en la vía pública del Centro Histórico de Torreón!

Esto es lo que se llama institucionalizar el comercio callejero. Comentarios:

gaasoc@hotmail.com

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